Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 19-IV-2021. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical. Adagio en sol mayor, D 178, Cuatro impromptus, Op. 90, D 899 y Momento musical, Op. 94, nº 2, D 780, de Franz Schubert; Dues peces per a piano y Fantasiestück 1, 2, 3 y 4, de Joan Magrané.
Hace un par de meses, tuvimos la ocasión de escuchar la contraposición entre la obra de Joan Magrané, compositor residente de esta temporada del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM], y la del compositor renacentista Joaquin Desprez. En el pasado concierto de Series 20/21 también se trató de encontrar estos paralelismos, en esta ocasión con un compositor más reciente como lo es Franz Schubert.
Comenzó el concierto con las piezas con las que finaliza el último disco de Noelia Rodiles The Butterfly Effect: el Adagio en sol mayor de Schubert y Dues peces per a piano de Magrané. Esta última fue encargada por la pianista asturiana para este disco en el que encarga a compositores contemporáneos españoles obras basadas en los tres grandes románticos: Schumann Mendelssohn y Schubert. El resultado es una interesante simbiosis entre dos épocas con unas visiones muy diferentes sobre la estética y el arte.
En el caso de Magrané, que es el que nos interesa en esta ocasión, Escuchamos con facilidad en el Molto adagio las notas del Adagio de Schubert transportadas a un registro sobreagudo y, de algún modo emborronadas, transformadas, a una sonoridad contemporánea en la que el concepto de ritmo se desdibuja. Dues peces per a piano tiene algo de Schubert, sí, pero es indiscutiblemente una obra de Magrané. El catalán juega con registros extremos, diluye el tempo... Nada que ver con la sencillez de un Schubert prácticamente minimalista.
Tanto en el Adagio como especialmente en los Cuatro impromptus podemos ver al Schubert más minimalista, capaz de crear, con la genialidad que le caracteriza, grandes obras a partir de pequeños motivos. Fijémonos en el primero de estos impromptus. El motivo inicial que ejecuta la mano derecha consta aparentemente de cuatro compases, suficientemente breve, ¿no? Sin embargo Schubert va más allá, pues la célula rítmico-melódica de la que emana toda la obra consta tan solo de tres notas, las tres primeras: una corchea con puntillo, una semicorchea y una negra a distancia de semitono y tono. Todo lo demás son variaciones por aumentación, disminución, etc. de este diminuto motivo. Una genialidad absoluta.
Creo sinceramente que Noelia Rodiles comparte conmigo esta visión de la obra. Supo combinar muy bien los acompañamientos rítmicos con una interpretación casi mecánica que contrastó con la sencilla melodía haciendo destacar cada aparición de esta última. Al comienzo, en las primeras exposiciones de la melodía de este primer impromptu nos supo mostrar toda la pasión que esconden estas notas llenando la sala con esta monodia para después doblegarla al ritmo, tan importante en la obra para piano de Schubert.
Aunque Rodiles supo mantener en general un equilibrio entre ritmo y melodía, supo dejarse llevar, de forma inteligente, en el tercer impromptu mostrándonos un piano más lírico.
También destacó la asturiana con los matices. A los que Schubert llega, principalmente, mediante la superposición de notas, debido a las limitaciones del piano como instrumento. Se vuelve por ello especialmente importante conocer bien las obras para acrecentar, en la medida de lo posible, estos efectos. Rodiles, sin duda, lo consiguió.
En cuanto a las Fantasiestück de Magrané, programadas entre los improptus de Schubert como si de un «mano a mano» entre dos toreros se tratase, quedaron en ligera desventaja ante la genialidad del vienés. Sin embargo, supo mostrar aspectos muy interesantes: sus obras mantienen de forma magistral un aire de improvisación. Las notas casi atropelladas, la exploración de diferentes registros, texturas, matices... Generan en el oyente la impresión de estar ante un proceso puro de creación, ante un pianista que busca entre melodías pasadas material nuevo... ¡y vaya si encuentra!
Curiosamente la pieza en la que encontré a un Magrané más cercano a Schubert fue en aquella que no estaba programada: Una canción de cuna, que tocó Rodiles como propina. En ella aprecié la misma direccionalidad y sentido del ritmo que en el vienés.
En fin, no puedo más que apreciar la valentía de Joan Magrané, no todo el mundo se atreve a un mano a mano con uno de los más grandes.
Fotografías: Rafa Martín/CNDM.
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