La magnífica agrupación barroca española celebró el día de las músicas históricas con un programa centrado en cuatro de los grandes nombres del siglo XVIII europeo y contando con el director y clavecinista británico Jonathan Cohen como invitado especial
Grandes éxitos celebrativos
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid, 21-III-2023, Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Universo Barroco]. Concierto del Día de la Música Antigua. Obras de Jan Dismas Zelenka, Johann Sebastian Bach, Jean-Philippe Rameau y George Frideric Handel. Orquesta Barroca de Sevilla | Jonathan Cohen [clave y dirección].
A principios de la década de 1970, las repercusiones del «boom» de la música antigua podían sentirse fuera de los círculos de música antigua. El centro de gravedad del renacimiento se desplazó perceptiblemente hacia el Barroco y los periodos posteriores, a medida que los músicos antiguos y sus mecenas de los medios electrónicos se daban cuenta de las ventajas de dar un nuevo giro al repertorio conocido.
Harry Kaskell: voz «Early Music» en Grove Music Online.
El Día de la Música Antigua es un proyecto de REMA, lanzado en 2013 por iniciativa de su antiguo presidente Peter Pontvik. REMA [Red Europea de Música Antigua], promotora y coordinadora oficial de la celebración, es la entidad más representativa de las músicas históricas a nivel europeo, conformado por un total de por ochenta y seis miembros en veintiún países. La red y sus miembros organizan conciertos, conferencias y otros actos bajo el epígrafe del Día de la Música Antigua, pero la celebración está abierta, por supuesto, a todas las organizaciones y socios interesados en unirse. Esta celebración, que comenzó siendo europea, cuenta actualmente con un respaldo general a nivel mundial. El Día de la Música Antigua es también un importante acontecimiento en línea, ya que los conciertos se retransmiten en directo por streaming, llegando a audiencias de todo el planeta, en una celebración de más de un milenio de música a través de conciertos y acontecimientos que tienen lugar simultáneamente en toda Europa y otros países. Es un punto focal para la promoción del patrimonio musical histórico en Europa, por eso cada año se elige a un embajador para representar el evento, y cientos de participantes añaden su acto al programa oficial y participan en una celebración mundial. El Día de la Música Antigua pretende dar a conocer la música de las épocas medieval, renacentista y barroca y atraer la atención de un público más amplio. Su elección el día 21 de marzo tiene que ver con el comienzo de la primavera y el cumpleaños de Johann Sebastian Bach –según el calendario juliano–.
Por segundo año consecutivo, la Orquesta Barroca de Sevilla acudió al Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM] para celebrar tan magno acontecimiento, y lo hizo acompañada para la ocasión por el director, violonchelista y clavecinista británico Jonathan Cohen, uno de los últimos grandes talentos surgidos en el panorama del historicismo en las islas británicas. La orquesta andaluza no cuenta con un director titular, así que se mueve muy bien en esta práctica de trabajar con directores invitados, algunos recurrentes y otros que pasan por la orquesta en menos ocasiones. El fundador del conjunto Arcangelo se sentó al clave para dirigir a la que es, sin duda, la gran orquesta barroca de nuestro país, que aquí volvió a demostrar una vez más su enorme capacidad de trabajo y un resultado muy notable en muchos momentos de la noche, por más que la selección musical no resultó de un interés superlativo –quizá sí para el público medio, pero no para aquel algo más avezado que espera ciertos alicientes cuando acude a un directo–. De cualquier forma, la oportunidad de escuchar a autores como el bohemio Zelenka y el francés Rameau fue lo más interesante de la noche, por más que eran obras más o menos conocidas de ambos.
Comenzó la velada precisamente con uno de ellos, el checo Jan Dismas Zelenka (1679-1745), de quien se interpretó la Simphonie à 8 concertanti, ZWV 189 [1723] –junto a «Hipocondrie» à 7 Concertanti, una de sus obras orquestales más célebres–, pieza que presenta un total de seis movimientos. La Simphonia inicial sirvió para disfrutar del empaque y las hechuras de una OBS que siempre presenta un estado de forma muy uniforme, con pocos altibajos, lo cual es toda una garantía. Contando con una plantilla algo más reducida –con colocaciones diversas según la obra interpretada– que en el resto del programa, el principal interés fue comprobar el diálogo entre el tutti y los pasajes para conjunto más reducido, aunque no siempre todos los integrantes del soli brillaron por igual. No estuvo especialmente acertada al inicio Lina Tur Bonet en el violín solista, con varios desajustes de afinación y emisión, con una articulación no especialmente clara en el primero de los solos, aunque fue solventando dichos problemas en los pasajes sucesivos. Más correcto el segundo violín, aunque su línea presentaba una menor exigencia. La sección de cuerda –que acudió a la velada con una plantilla 5/4/4/2/1– exhibió un sonido general de notable tersura y limpieza, con un pulcro trabajo de afinación y empaste. Interesante color de los oboes aquí [Pedro Castro y José Manuel Cuadrado], con Castro solventando su solo con solidez. En el continuo destacó, como no es ya en absoluto sorpresivo, la línea de chelos liderada por Mercedes Ruiz, acompañada por María Saturno, que están consolidando un tándem de enorme firmeza. Por su parte, la profundidad de sonido aportada por el contrabajo de Ventura Rico completó una cuerda grave de primer orden. Muy interesante, por lo demás, la labor de Javier Zafra al fagot. El Andante, casi una sonata en trío a cargo de violín, oboe, violonchelo, contrabajo y clave, el contraste de carácter remarcó un interesante planteamiento de la escritura del compositor bohemio, destacando el exquisito papel de las maderas, además de un fraseo tan refinado como bien laborado entre Ruiz y Rico. El Capriccio. Tempo di Gavotta retomó la presencia orquestal, con un muy homogéneo fraseo en la cuerda y un excelso trabajo en las articulaciones tan marcadas rítmicamente. El solo inicial de violonchelo en el Aria da Capriccio. Andante destacó por su cuidada emisión y afinación, elaborando un dúo junto al fagot de gran sutileza. La cuerda acompañando con un pizzicato bien defendido, el solo se expandió a violín y oboe, ambos muy correctos, especialmente el oboe en la gestión de las frases y las figuras de larga duración. Los pasajes imitativos casi de bravura entre los solistas llegaron muy bien perfilados. El carácter ternario de los Menuet I/II conclusivos llegó bien definido gracias a la acentuación del fraseo, con un color muy cálidos en las maderas, contrastando levemente el Menuet II, ambos en un sonido del tutti de gran finura.
La segunda obra del programa –que fue repetido al día siguiente en el marco del FEMAS bajo el título Las bodas de Cadmo y Harmonía, reflejando la unión de estilos, lenguajes géneros y maneras de entender la música que ejemplifican los cuatros compositores del programa–, firmada por Johann Sebastian Bach (1685-1750), fue el celebérrimo Concierto de Brandeburgo n.º 1 en fa mayor, BWV 1046 [1721], obra que la OBS conoce bien, pues ha estado interpretando esta colección, así como las cuatro suites para orquesta, en los últimos años. Con el tutti, incluyendo dos trompas y tres oboes, además del preceptivo violino piccolo concertato, la escritura de este concerto grosso que Bach plantea en multitud de formas fue plasmada con notable solvencia y un poderoso sonido orquestal. El [Allegro moderato] inicial destacó por el riguroso balance logrado entre las líneas, además un sólido empaste en los oboes. El papel de las dos trompas [Ricardo Rodríguez y Rafael Mira] sobresalió por solvencia. El tempo bastante ligero del Adagio –quizá un punto excesivo– no impidió que el solo de oboe y el dúo con el violín llegaran en óptimas condiciones, sustentados por un bajo de exquisito legato, así como un trabajo de filigrana en los acordes cadenciales, muy bien afinados y expresivamente potentes junto a los silencios. En el tercero de los movimientos [Allegro] faltó equilibrar mejor el balance entre violino piccolo, trompa y orquesta, en una concertación con sonido del primero poco presente –mejor en la segunda parte del movimiento–. Muy brillante en emisión el violín de Tur Bonet aquí, dando paso al movimiento final, un Menuet (Menuet - Trio - Menuet - Polonaise - Menuet - Trio - Menuet) que permitió lucirse a los vientos de la OBS, pues tanto su firmeza sonora y afinación fue muy destacada. Especialmente notable el trabajo de los oboes –con el añadido de Miriam Jorde a los ya mencionados–. El trío entre dos oboes y fagot resaltó la finura del fraseo, contagiando a una sección de cuerda extremadamente refinada en la Polonaise. El Trío II, entre trompas y oboes, llegó con las articulaciones en estos últimos algo apresuradas. La organicidad del fraseo en el tutti, el vigor del planteamiento y la compactación orquestal firmaron un final del concierto «bachiano» de enorme altura.
La segunda parte del programa comenzó con el siempre genial Jean-Philippe Rameau (1638-1764) y una selección de la suite orquestal extraída de su ópera Les Indes galantes, RCT 144 [1735], reconfigurando y recolando en escena la plantilla nuevamente, aquí con una nutrida y fantástica sección de violas conformada por Kepa Artetxe, Raquel Batalloso, Pablo Prieto y Carmen Moreno, de nuevo dos oboes y la presencia de dos flautas de pico –tañidas, como suele ser en estos casos, por los propios oboístas–. Iniciada con la preceptiva Ouverture, la mixtura de la OBS entre el vigor sónico y la nobleza bien entendida de la música francesa logró plantear una versión muy interesante, destacando la elaboración de la fuga central, siempre exigente a nivel contrapuntístico, destacando sobremanera la bien trabajada articulación en la cuerda, tanto violines como especialmente las violas, además de un bajo de gran firmeza, fundamental siempre en el devenir armónico tan inteligentemente construido por «Euclide-Orphée». La sutileza llegó en la Entrée des quatre Nations dans la cour d’Hébé, con el color grácil y delicado de las flautas, nuevamente sustentado por un bajo riguroso y muy firme. Vigorosa y muy compacta el Air Polonais, muy marcado en los acentos, en un staccato muy efectivo, especialmente en el contraste con otros pasajes más legato, y destacando el aporte tímbrico de las tres flautas. En la Musette en Rondeau, ejecutada en un tempo bastante ágil, faltó quizá algo de densidad en el bordón –lo que le aporta a este tipo de movimientos su sonoridad tan particular–, aunque el clave de Alejandro Casal desarrolló el continuo con enorme inteligencia e imaginación. El compás ternario del Menuet fue amplificado gracias a las articulaciones rítmicamente acentuadas de la cuerda grave, mientras que el Air pour les esclaves affricains mostró una profundidad de sonido en el bajo y un sonido en el tutti muy sólido, antes de dar paso a la archiconocida Danse du grand calumet de Paix executée par les Sauvages, bastante comedida en la plasmación de la melodía principal, planteando después la cuerdas una variaciones interesantes, mientras el continuo desarrolló profusamente la línea del bajo.
Con George Frideric Handel (1685-1759) y su Suite n.º 1 en fa mayor, HWV 348, tomada de la Water Music [1715], concluyó la velada celebrativa. Tutti con tres trompas, tres oboes y volviendo las violas a su ser, con tres componentes. En la Ouverture. Largo - Allegro se planteó un fraseo con marcadas acentuaciones y un manejo de los silencios de gran impacto expresivo, logrando un potente impacto de esta obertura a la francesa, cuya sección central fue magníficamente plasmada. En el Adagio e staccato la orquesta planteó bien el terreno para dar protagonismo al oboe, mientras las trompas y unos pujantes violonchelos dominaron el [Allegro] subsiguiente, con la inestimable ayuda de unas violas de enorme finura. Muy sutil el inicio entre dos oboes y fagot en el Andante - Allegro da capo, recogiendo el testigo con amabilidad la cuerda y el bajo continuo. El [Presto] planteó una alternancia interesante, sin cargar las tintas, entre trompas y tutti, con las primeras cumpliendo excelente sus pasajes solísticos, muy bien afinadas. El Air es uno de los momentos más inspirados melódicamente de la suite, plasmado aquí con una sección de cuerda excelente trabajada, aportando calidez los oboes y desarrollando las frases largas con gran fineza, indicado con gran efectividad por Cohen. Ambos Minuet y la Bourrée, con alternancia cuerdas/maderas exquisitamente remarcada, ejemplificada después la solvencia en el tratamiento de oboes y fagot en afinación, empaste y manejo del color. Los movimientos finales, Hornpipe y [Allegro moderato] brillaron tanto por el trabajo de los vientos como por la calidez de violas y violonchelos, concluyendo un tutti de enorme poder orquestal, brillante rúbrica para un concierto de altura.
La dirección a cargo de Cohen, que se entendió con la orquesta muy bien en muchos momentos, resultó muy efectiva, con un gesto a veces discreto, a veces contundente, pero suficiente, alternando pasajes al clave –lo más– y otros sin tocar, incluso levantándose para resultar más enfático y certero. Actuó como un inteligente maestro al cembalo, algo que no todos saben ejecutar con la destreza ni el conocimiento necesarios.
Un programa celebrativo de notable resultado, que volvió a poner a la Orquesta Barroca de Sevilla en el lugar de primer nivel que se ha ganado a lo largo de los años con un trabajo constante, solventando tiempos muy difíciles y planteando siempre la importancia de poder mantener una plantilla orquestal lo más estable posible. En tanto que una rara avis, pero solo, sino también merced a su calidad artística, se ha ganado un lugar de privilegio que es necesario recalcar. Que sea por mucho tiempo.
Fotografías: Elvira Megías/CNDM.
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