La soprano y el conjunto españoles se une en un magnífico programa confeccionado por Ars Hispana, en el que se recuperaron algunas obras de autores españoles que desarrollaron su labor en su tierra natal y en México, ofreciendo una música de magnífica factura en versiones de gran nivel.
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 04-III-2020. Capilla del Palacio Real. FIAS 2020 [XXX Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid]. Cristal Bello. Músicas a lo divino en la España y el México virreinal del siglo XVIII. Obras de Jaime Casellas, José de Nebra, Igacio de Jerusalem, Francisco Hernández Illana, Pietro Antonio Locatelli y Juan Martín Ramos. Alicia Amo [soprano] • Luis Martínez Pueyo [traverso] • La Guirlande.
Que cuanto al sujeto a propósito [Francisco Hernández Illana] para proveer la plaza estaban dichos señores muy informados de serlo el de Valencia, que había escrito e insinuado su inclinación por mano del sochantre Ferrero, quien, como otros inteligentes, aseguraban ser de la primera habilidad.
Actas del Cabildo de Burgos [26-IX-1729].
Siempre que acudo a ver programas en los que se recuperan y «estrenan en tiempos modernos» –que frase tan terrible y manida esta– obras de compositores españoles o de otras naciones que desarrollaron su labor en este país, me voy de los conciertos con la misma sensación de no tener que abajar la cabeza en lo referente a la calidad que atesora la creación musical del Barroco hispánico. Ya basta de complejos, de sentirse empequeñecido comparándose con los grandes autores de la Italia o la Francia del mismo período. Que Hernández Illana no es, por ejemplo, ningún Bach, un Vivaldi o un Rameau, ya se sabe, pero si se «bate el cobre» con autores un escalón por debajo de estos de otros países, ahí la cosa se equilibra realmente. Y es que se estuviéramos hablando de unos de esos autores más conocido de cualquiera de nuestros cercanos países europeos, probablemente la descomunal Area (Andante) de su cantada Erizada la noche estaría hoy día en boca de muchos, siendo interpretada en múltiples recitales y grabada en más de una ocasión. Por el momento, hay que esperar para ambas. Baste, no obstante, con el hecho de haberla podido escuchar en director, quien sabe cuántos años después, en un lugar tan monumental como es la Capilla del Palacio Real de Madrid. Lamentablemente, con estas migajas tenemos que conformarnos aún en este país, al menos hasta que normalizamos y construyamos una red que permita que obras así no se estrenen una vez para no ser tocadas hasta dentro de varios años de nuevo.
De nuevo, esta hazaña tiene un nombre, el de los musicólogos Antoni Pons y Raúl Angulo, de Ars Hispana, quienes continúan en su empeño de hacer que esta música sea cada día más valorada e interpretada. Afortunadamente, parece que los conjuntos españoles especializados en estos repertorios con criterios históricos se están dando cuenta de la importancia y la calidad de estos autores, prestando cada vez más atención a su música y confiando a estos dos recuperadores de tesoros la creación de programas en los que mostrar algunas de estas joyas. En esta ocasión fue el conjunto La Guirlande, fundado y liderado por el traversista Luis Martínez Pueyo, quienes han apostado por algunos de nuestros destacados creadores del XVIII, para llevar al escenario este programa titulado Cristal Bello. Músicas a lo divino en la España y el México virreinal del siglo XVIII, que otro año más acoge el festival español que probablemente más apuesta por este tipo de recuperaciones: el FIAS 2020 [XXX Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid], que tiene a Cultura Comunidad de Madrid y a Pepe Mompeán a sus pilares fundamentales. En efecto, música y músicos que desarrollaron su labor bien en España o bien en el México virrenial allá por el siglo XVIII, en un caleidoscópico programa que alternó las habituales cantadas a lo divino tan habituales en este momento con obras puramente instrumentales, todas ellas de autores que van de lo menos conocido hasta algunos de nuestros máximos creadores del Barroco.
Se inició el concierto con «Cristal bello», un Aria de flauta a solo con violines y bajo al Santísimo firmada por Ignacio Jerusalem (1707-1769), un autor italiano de nacimiento que pasó un breve período en España y que finalmente pasó la mayor parte de su vida en México, como maestro de capilla de la catedral de su capital, una de las más importantes en Latinoamérica, cuya capilla musical es quizá la más importante de todo el continente en aquel momento. Se trata de un aria de enorme belleza, que fue plasmada con una magnífica fluidez en el fraseo de los violines de Lathika Vithanage y Aliza Vicente, cuyo trabajo general a lo largo del concierto en los pasajes a unísono fue muy destacado, con una afinación y empaste realmente logrados. Por su parte, la soprano burgalesa comenzó evidenciando una buena dicción, un poco afectada en exceso en algunos pasajes, con unas ornamentaciones muy adecuadas en el da capo del aria, haciendo gala de una vocalidad bastante ajustada al repertorio, de timbre bello, con buena proyección y una interesante elegancia en el fraseo. Magnífico el imaginativo en su punto el continuo elaborado por Pablo FitzGerald en el archilaúd –que gran intérprete se empieza vislumbrar en este joven talento que está terminando de formarse con Hopkinson Smith en la Schola Cantorum Basiliensis–. El balance general del tutti resultó bien equilibrado y no hubo que lamentar salvo unos breves desajustes en la salida de la cadencia de Amo.
Las obras vocales estuvieron firmadas por algunos autores de importancia, como Jaime Casellas (1690-1764), el propio Illana y Juan Martín Ramos (1709-1789), todas ellas obras recuperadas para la ocasión y que sonaron por primera vez sobre un escenario al menos desde que se tienen registros. «Inmenso amor», tono a solo con flauta al Santísimo Sacramento, de Casellas, es una composición en cinco movimientos que alterna arias con recitados y coplas. El traverso de Martínez Pueyo fluyó con poderosa naturalidad, con un sonido muy pulcro, buen control del aire y un interesante manejo de las articulaciones. No hay muchos traversistas españoles de primera fila en este momento; sin duda, este se está aposentado ya como uno de ellos. Por su parte, Amo ofreció un discurso vocal inteligente y bien adaptado al carácter y estilo de la obra –su voz parece irle especialmente bien a este repertorio italianizante del XVIII–, mostrando un agudo que corre bien en el agudo, que sale natural, sin forzar, además de una dicción bastante bien paladeada, especialmente en su registro medio-grave, que además aportó bellas coloraciones al discurso. El balance entre ambos solistas se equilibró de manera muy solvente. En las coplas, el continuo remarcó con trazo muy fino el carácter rítmico de la escritura, con la guitarra barroca adornando inteligente el continuo, acompañando a un traverso que perfiló con pulcritud los pasajes de escalas de la pieza. En el Aria (Allegro) conclusiva, Amo presentó algunos ascensos al agudo un punto menos naturales que hasta el momento, con una mayor estrechez vocal y menor belleza tímbrica, aunque no afectó de manera significativa al buen resultado de la composición.
Sin duda, el gran impacto de la velada llegó con «Erizada la noche». Cantada al Nacimiento con violines [1776], cuyo Area (Andante) hipnotizó y sorprendió, diría que a todos los asistentes, merced a su enorme calidad compositiva. La Guirlande ofreció una lectura cercana al «furore vivaldiano», introduciendo el recurso del staccato y remarcando poderosamente los acordes en el continuo, para darle una vigorosidad que sin duda acrecentó el impacto de la composición. Quizá faltó una lectura más dramática desde la vocalidad de Amo que acompañara esa intención tan bien plasmada en los instrumentistas, aunque por otro lado el contraste entre su línea de canto un punto más candorosa y el fogoso acompañamiento le aportó un equilibrio interesante. Especialmente logrado el balance entre las partes más rítmicamente delineadas con otros pasajes articulados muy legato, al igual que muy conseguido el impacto con la parte B del aria, evidenciando ese contraste con la parte A del aria y el da capo de la misma, en el que los violines presentaron ya un unísono impecable –que no había sido tal en el inicio del aria–, con unas ornamentaciones muy sutiles a cargo de Amo, con un buen trabajo –aunque todavía mejorable– en el unísono entre la voz y el primer violín. Destacó de nuevo la cuerda pulsada [guitarra barroca] en un continuo de gran luminosidad e impacto sonoro.
La última de las obras vocales, «Sígueme, pastor». Cantada a los Santos Reyes con violines y flauta obligada [1772], de Martín Ramos, se inició con una introducción instrumental de gran empaque sonoro, muy buen balance entre los instrumentistas y un gran trabajo en los pasajes a unísono, a la que siguió el Area (Allegro) resulta con una luminosa introducción contrastando los pasajes a tutti y a solo, con unas agilidades bien resultas por la voz. De nuevo gran trabajo en el aria, con una cuidada dicción y una construcción dialogal de hermoso resultado, así como una consistencia entre bloques contrastantes muy convincente, en la que el da capo evidenció una notable imaginación en su tratamiento vocal como en el destacado acompañamiento.
Alternando con dichas obras vocales se ofreció una serie de composiciones instrumentales, comenzando por una obra para tecla de José de Nebra (1702-1768), su Sonata de 8.º tono, una obra de reciente atribución a este autor y no a su hermano Joaquín –quien fuera organista de la catedral de Zaragoza, llevada a cabo por Martin Voortman. Se trata de una sonata bipartita simétrica cerrada de notable calidad, que fue interpretada con solvencia por Joan Boronat, evidenciando una magnífica agilidad en la mano derecha, un fraseo muy natural, evitando cualquier lectura mecánica, haciendo un uso inteligente del juego entre ambos teclados en pasajes muy concretos, ofreciendo una lectura bastante libre de la agógica y un logrado contraste entre tensión y distensión de la pieza. Otra obra de Jerusalem y Stella, ahora instrumental, volvió a poner en valor al que es probablemente el compositor galante más importante de la «Nueva España», sus Versos de 2.º tono. Se trata de una colección con obras instrumentales destinadas a sustituir los versos de los salmos, himnos y otros cánticos en los servicios litúrgicos; presentan la particularidad de no estar concebidos para órgano a solo, pues lo que los hace especiales en manos de este autor es su escritura para conjunto de cámara, con dos violines solistas y bajo acompañante. Se ofrecieron varios de ellos, en una versión magnífica a cargo de Vithanage y Vicente, con un modélico trabajo de unísonos, cuidando mucho el sonido para ofrecer unas lecturas muy refinadas que sacaron un partido extraordinario a las composiciones. Especialmente destacable el trabajo ofrecido en una de las piezas, cuyo desarrollo del recurso del canon demostró un pulcro trabajo de la imitación entre sendos violines, contrastando un trabajo de continuo sobrio –por la parte de Boronat al clave y Ester Domingo al violonchelo barroco– a la par que muy imaginativamente desarrollado –archilaúd de FitzGerald–. Para concluir, quizá el autor y la obra que quedaron un poco más fuera de programa, aunque su presencia está musicológicamente justificada, dado que del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México procede el manuscrito utilizado para transcribir esta obra, lo que garantiza que este repertorio a solo de Pietro Antonio Locatelli (1695-1764) había llegado a aquel país en el XVIII. Su Sonata n.º 6 en sol menor para flauta travesera y bajo continuo, Op. 2, es una obra en cuatro movimientos habitual para el género en la Italia de aquel momento. De nuevo, Martínez Pueyo sorprendió con unas lecturas de sonido muy pulcro y especialmente del control de aire y su musicalidad. Especialmente brillante y técnicamente impecable en los movimientos rápidos, estuvo acompañado de un continuo construido de manera bastante sobria, aportando un discurso que apoye el protagonismo solista, sin intentar aportar un plano sonoro que pudiera desvirtuar la línea solista, sino sosteniéndola y aportando color.
Fue, en definitiva, un programa tanto de enorme interés en lo musicológico como de deliciosas sorpresas en lo musical, llevado a cabo con un importante trabajo por uno de los conjuntos españoles de mayor proyección y cuyo trabajo resulta más interesante en la actualidad. El aporte de Amo sumó grandes enteros en un programa de este calibre, así como el de las dos excepcionales violinistas, sustentados por un continuo de gran nivel; todo ellos, abrazaron al otro gran protagonista de la noche, un traversista que está llamado a hacer cosas importantes. Sin duda, lo mejor de todo, el magnífico trabajo llevado a cabo mano a mano entre Ars Hispana y La Guirlande, que han ofrecido la posibilidad a los asistentes de escuchar algunas de nuestras joyas injustamente olvidadas. Estos programas de recuperación patrimonial en el FIAS siempre traen grandes momentos...
Fotografías: Patrimonio Nacional.
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