De la mano de la que lleva siendo su orquesta casi quince años, la Fundación Excelentia cierra el año con su tradicional Concierto de Año Nuevo, con gran protagonismo de Johann «junior» Strauss, habitual en este tipo de citas, con obras tan trilladas y omnipresentes en los programas de fin de año.
Danubios y palmas: un fin de año de espíritu juguetón
Por Ana María del Valle Collado
Madrid, 29-XII-2021, Auditorio Nacional de Madrid. Concierto de Año Nuevo. Fundación Excelentia. Obras de Johann Strauss, Johann Strauss II, Franz Von Suppé, Émile Waldteufel, Hans Christian Lumbye y Eduard Strauss. Orquesta Clásica Santa Cecilia. Director: Kynan Johns.
De la mano de la que lleva siendo su orquesta casi quince años, la Fundación Excelentia cierra el año con su tradicional Concierto de Año Nuevo. Como es costumbre en estas fechas, formaciones de toda ralea y condición tratan de emular el concierto con el que la Filarmónica de Viena nos saluda la mañana del 1 de enero. Y para las orquestas surge un desafío, el de ofrecer el consabido repertorio festivo de valses y danzas de aire vienés –al fin y al cabo es lo que espera el público- pero de manera distinta, buscando movilizarlo, hacer que aplauda al ritmo de la música, que se levante, que se ría, que comente a la salida y, en definitiva, que pase un buen rato. El concierto de Año nuevo es una caja de sorpresas, un ejercicio de diversión y complicidad con los espectadores.
No era la primera vez que la Orquesta Clásica Santa Cecilia abordaba este tipo de programa, lo hace desde hace años y, de hecho, vuelve a hacerlo el próximo día 1 en el Teatro Real, aunque en esta ocasión en compañía de la soprano Daniela Faly y el tenor Martin Mitterrutzner. Tampoco es el primer concierto de Año Nuevo de su director, Kynan Johns, que ya se ha enfrentado a repertorios como éste en Holanda o Lisboa; con la Orquesta Clásica Santa Cecilia lleva este programa en ruta desde hace tiempo. Y se nota, hay un especial entendimiento, corrección en los tempi y un gran control de las dinámicas de unas obras que no por ser populares carecen de dificultad.
El repertorio no sorprende: gran protagonismo de Johann «junior» Strauss, habitual en este tipo de citas, con obras tan trilladas y omnipresentes en los programas de conciertos de fin de año como los Cuentos de los bosques de Viena, la Trisch-Trasch Polka o El Danubio azul. Pero también otras un poco menos escuchadas como el Banditen Galopp, la Annen Polka, el resultón Perpetuum Mobile o la Elektro-magnetische Polka. También estuvo presente la Bauern Polka con su simpático tarareo del tema principal por parte de los músicos, recurso que aprovechó Johns para invitar a la audiencia a unirse a unos cantos en donde resuena la animación de una cervecería bávara. Hasta la propina final le perteneció a Johann hijo, con la animosa polka Unter Donner und Blitz, apoteosis final de palmas para un ritmo muy ad hoc.
Eduard, hermano de Johann, tuvo una discreta aportación a la tarde con su Carmen Quadrille, un pastiche alegre y desenfadado, muy bailable, construido a partir de los más conocidos temas de Bizet, cuyos rápidos tempi la orquesta supo resolver de manera homogénea. La larga sombra de la figura del patriarca de la saga se hizo notar con la consabida Marcha Radetzky, siempre en el final de los finales de todos los conciertos «vieneses» para canalizar el entusiasmo del público en forma de aplausos. Pese a su protagonismo, los miembros del clan de los Strauss no fueron los únicos presentes en una noche en la que también sonaría la obertura Isabella de Franz Von Suppé y Los patinadores, Las sirenas y el vals España de Émile Waldteufel, junto al Champagne Galopp y el espectacular Copenhage Steamrailway Galopp del danés Hans Christian Lumbye, cuyo efectismo supo abordar con eficacia la percusión.
Si bien algunos tempi resultaron algo lánguidos en algunos valses, el director australiano manejó con corrección los cambios de dinámica, de tempo, los rubatos y otras diabluras de la agógica. No olvidemos que el enfrentarse a las diferencias de ritmo entre pieza y pieza requiere un gran control de todos los efectivos de la orquesta. Johns muestra su autoridad y personalidad sobre ésta y los instrumentistas le responden muy bien. Por algo se trata de una formación de efectivos jóvenes que transmite la felicidad, la joie de vivre de un repertorio dinámico, fresco y divertido.
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