Julia Fischer y The Academy of Saint Martin in the fields visitan el ciclo de Ibermúsica para interpretar obras de Britten, Schubert, Mozart y Shostakóvich
Julia Fischer, ante todo, un gran músico
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 18-V-2022, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Rondò para violín y orquesta, D.438 (Franz Schubert). Variaciones sobre un tema de Franz Bridge, op. 10 (Benjamin Britten). Rondò para violín orquesta, K. 373 (Wolfgang Amadeus Mozart). Sinfonía de cámara, op. 110-A- arreglo Rudolf Barshai - (Dmitri Shostakovich). The Academy of Saint Martin in the fields. Julia Fischer, violín solista y directora.
Altísimo nivel musical el de este concierto del ciclo Ibermúsica dedicado a la memoria del pianista Radu Lupu, recientemente desaparecido y con numerosas presencias en este ciclo. La ya mítica formación Academy of St Martin in the fields fundada en su día por Sir Neville Marriner y con más de 100 conciertos en Ibermúsica demostró encontrarse en plena forma y en la cumbre como orquesta de cámara. A ello se le añadió en este caso una artista de la talla de Julia Fischer, excelsa violinista, capaz de combinar su excepcional calidad como solista virtuosa con la mejor actitud y el talento, por supuesto, para crear gran música con otros, colocándose en las piezas de conjunto en la silla de primer violín junto con la veintena de músicos que formó el orgánico de cuerda.
El concierto comenzó con el hermosísimo Rondò para violín y orquesta de cuerda D.438 de Franz Schubert, obra de 1816, no estrenada en vida del compositor y cuya publicación no se produjo hasta 1897. El sonido áureo, caudaloso, bello y pulidísimo de la Fischer, que surge fluido y limpio como el agua de un manantial, se sumó a su técnica, dominio estilístico y elegancia, así como amplia gama dinámica y fraseo contrastado, para ofrecer una sobresaliente interpretación.
Benjamin Britten retoma en pleno siglo XX una forma musical tan añeja y acrisolada como el tema con variaciones para homenajear a su maestro, el músico Franz Bridge. De ello surge en 1937 una suite para orquesta de cuerdas, que se estrena en el Festival de Salzburgo. Una obra en la que el gran compositor inglés demuestra -en el corto plazo de tiempo del que dispuso- su técnica, facilidad para componer y creatividad con presencia de las más variadas formas musicales en sus 11 movimientos que toman como base un tema del cuarteto de cuerdas de Franz Bridge de 1906. Versión referencial la escuchada, con una Academy of St Martin in the fields de sonido refinado, empastadísimo, pleno de luz y transparencia y una Julia Fischer que brilló desde su silla de primer violín en cada pasaje solista y como faro-guía de la joya musical ofrecida. Desde la introducción, rotunda, solemne, incluso imponente, la vivacidad de la marcha, la vibrante aria italiana, el sentido del rubato en el vals vienés, pasando por la deslumbrante intervención solista de la Fischer en la Bourrée clásica, la solemnidad de la marcha fúnebre, para culminar con la claridad e impecable organización en el desdoblamiento orquestal de la fuga final.
Un Mozart de altos vuelos y genuino estilo propuso la Fischer como pórtico de la segunda parte del concierto. El Rondò para violín K. 373 permitió a la excelente violinista alemana demostrar cómo su facilidad y enorme naturalidad se imponen a una técnica depuradísima, de modo que no se nota el más mínimo artificio técnico en un sonido que surge fluido, bellísimo, aquilatado y un fraseo refinado, de una profunda musicalidad.
Rudolf Barshai, bajo la égida y con total aprobación de su amigo Dmitri Shostakovich, realizó una versión para orquesta de cuerda del Cuarteto nº 8 compuesto en 1960 por el genial músico ruso con ocasión de una visita a la ciudad de Dresde, donde aún permanecía indeleble la destrucción provocada por los bombardeos aliados de saturación. En la obra pueden escucharse momentos del concierto para violonchelo número 1 y de su ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsenk. Los contrastes de ánimo del atribulado Shostakovich, su ironía, sus fugaces pasajes de aparente alegría, así como su angustia vital fueron perfectamente expuestos en la magnífica interpretación de Fischer y la Academy of St Martin in the Fields. Graves sólidos, densos y sonoros por parte de la sección de violonchelos y contrabajos, el admirable terciopelo de las violas, el brillo y tersura de los violines, así como los acentos, contrastes y diáfana claridad expositiva bajo el mando aparentemente discreto, pero perceptible y presente, de una Fischer espléndida en todos sus pasajes solistas, sellaron una interpretación que fue justamente recibida por una cerrada ovación por parte del público.
La Fischer puso la guinda a tan estupendo concierto con una espléndida propina, anunciada por ella misma, la Mélodie de Souvenir d’un lieu cher de Tchaikovsky. Realmente admirable la suprema elegancia y capacidad para dotar vuelo a la melodía, además de los contrastes jugando con el tempo, apoyados en un gran sentido del rubato, que escanció el violín de la Fischer.
Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica
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