Crítica del concierto que el saxofonista Joe Lovano y su Tapestro Trio ofrecieron en el marco de la edición 2024 del Festival Internacional Jazz Madrid, en el Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa
Los nombres del jazz
Por Juan Carlos Justiniano
Madrid, 10-XI-24, Sala Guirau, Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. Festival Internacional de Jazz de Madrid 2024. Joe Lovano Trio Tapestry: Joe Lovano [saxos tenor y soprano], Marilyn Crispell [piano] y Carmen Castaldi [batería].
Cada temporada trae sorpresas. La excepcional noticia de este año es que la cita anual de primera categoría se está extendiendo en el tiempo. Y es que la presente edición del Festival de Jazz de Madrid 24 echó a andar oficialmente en septiembre con el objetivo —presumimos— de acoger la ingente oferta de jazz que se interpreta en la capital en otoño. La otra gran novedad de esta temporada es que el Festival está reuniendo una impresionante nómina de nombres soberbios, incluyendo artistas que rara vez visitan España, como es el caso de Robben Ford o Kurt Rosenwinkel, considerados, cada uno en su lenguaje guitarrístico, los mejores exponentes de su género.
En un festival tan largo cabe esperar, por tanto, que el rótulo JAZZ dé espacio a propuestas extraordinariamente heterogéneas, recordando viejas polémicas —yo diría que un poquito trasnochadas ya— sobre la pureza del jazz. Polémicas y debates bizantinos más ideológicos que reales porque, a efectos prácticos, jazz es solo una palabra y a la realidad musical le importa bien poco su contenido. Podemos ponernos todo lo eruditos y estupendos que queramos, pero la realidad seguirá su camino indiferente a disputas terminológicas y semánticas.
Seguro que el propio Joe Lovano, que visitó la tarde de ayer la Sala Guirau del teatro Fernán Gómez con su trío Tapestry —junto a Marilyn Crispell al piano y Carmen Castaldi a la batería—, opinará lo mismo. Porque su propuesta —quizá no tanto como los devaneos del jazz de los setenta en adelante— ¿es jazz canónico? No todo el mundo consideraría el lenguaje de este último Lovano jazz al uso —signifique esto lo que signifique—.
En este último Lovano hay mucho de música de vanguardia, de secciones que escapan a la amabilidad de la música popular —o, en cualquier caso anterior, a la revolución schönbergiana—. Sin embargo, es innegable su elemento jazzístico: la música del trío Tapestry respira el lenguaje del bop, aunque deconstruido y premeditadamente desnudo. Al fin y al cabo, no debemos olvidar que Joe Lovano es un maestro del bop, del post bop o del cool1. Y todavía lo es, incluso ejerciendo como uno de los músicos insignia de ECM (ese sello discográfico pionero, rompedor y un poquito empollón). Es también uno de los jazzistas más prolíficos del momento, tanto que es casi imposible seguirle la pista incluso para aquellos que siguen de cerca las novedades en esa plataforma de música en streaming que pone nombre a campos de fútbol.
Esta propuesta madura, abstracta, intimista e incluso mística que huye de lo previsible de Lovano se adapta de manera formidable a una amplificación mínima, de rigor y casi de relleno —porque musicalmente ni siquiera fue necesaria— como la de ayer. Esto se explica, en gran medida, por la depuradísima comprensión de la batería de Carmen Castaldi. La sincronía de la rítmica del piano y la batería resultó increíble en una música tan compleja y que escapa a la intuición melódica. Y es que el carácter musical y melódico de esa batería tan desnuda de Carmen Castaldi está a la altura de la leyenda que es, a pesar de no constar en la lista de los bateristas más célebres del jazz.
El trío Tapestry tiene visos ya de ser un trío camino a consolidarse. Ayer, en su visita al Fernán Gómez, repasaron de hecho el repertorio de los tres discos del grupo. Tres discos que, efectivamente, demuestran que el proyecto es un «tapiz» en el que plasmar toda una vida y una trayectoria de inteligencia musical y que, a su vez, comparten una misma poética: la de la desnudez, la de la deconstrucción del bop y la de los elementos mismos que constituyen la música. Especialmente en cuanto a las texturas (con Marilyn Crispell sosteniendo arpegios, octavas y acordes de quinta en la mano izquierda) e incluso en relación a la armonía, que se presenta en su mínima expresión y limpia de las complejidades asociadas tradicionalmente al jazz.
Durante hora y media, el trío interpretó composiciones de sus tres grabaciones tejiendo un «tapiz» que seguramente solo un oído entrenado pudo disfrutar en toda su profundidad. Quizá «Our Daily Bread» (del disco homónimo de 2023 en ECM), una bellísima melodía sobre un fondo impresionista, fue el contrapunto sensible en una tarde-noche de verdadera inteligencia jazzística, de exquisitez musical, instrumental y compositiva, ajena a categorías y etiquetas.
–––––––––––––––
1 Véase si no el disco On This Day… Live at the Vanguard (Blue Note, 2003) —con tantísimas reminiscencias no solo numéricas al Birth of the Cool (Capitol Records, 1957) del noneto de Miles y Gil Evans—.
Fotografías: Fernando Tribiño/Madrid Destino.
Compartir