El ya legendario conjunto italiano se traslada a la Europa del Renacimiento pleno, con leves incursiones en el Barroco temprano, para ofrecer un maravilloso, inteligente y necesario recorrido por música para conjunto de viento, en un Universo Barroco que parece haber olvidado la enorme capacidad que la música tiene de sorprender.
Capacidad de sorprender [la enorme deuda renacentista]
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 19-V-2021. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Universo Barroco]. Música y músicos emigrantes en la Europa del Renacimiento y el primer Barroco. Obras de Josquin des Prez, Heinrich Isaac, Hayne van Ghizeghem, Roelkin, Alexander Agricola, William Cornysh, Gioseffo Giuseppe Guami, Augustine Bassano, Anthony Holborne, William Brade, John Baldwin, Tarquinio Merula, Giovanni Bassano y Samuel Scheidt. Il Giardino Armonico | Giovanni Antonini [flautas de pico y traversos renacentistas].
Las sílabas articulatorias utilizadas para la lengüeta en los instrumentos de viento del Renacimiento y, en cierta medida, del Barroco, presentan muchas similitudes con las onomatopeyas de las lenguas clásicas, lo que demuestra su antigüedad.
Giovanni Antonini.
En este panorama musical tan globalizado y en el que la capacidad de presentar productos especiales y mimados al extremo es, lamentablemente, cada menor, uno ya casi ha perdido la capacidad para sorprenderse. Al menos en mi caso, que presencio muchos directos cada temporada, es muy raro el concierto del que salgo realmente impactado por haber visto algo novedoso. Y, no, no me estoy refiriendo al mero hecho de rescatar alguna obra de nuestro patrimonio –algo a la orden del día en la programación del Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]–, sino de plantearse retos y programas que puedan suscitar la curiosidad entre los asistentes y les inciten a reflexionar a interesarse por, no solo repertorios, sino plantillas propiamente dichas sobre un escenario. Hay vida más allá de las orquestas barrocas, los conjuntos historicistas con algunos solistas vocales e incluso de grupos vocales más amplios que interpretan música del XVII y XVIII. Este ciclo, por supuesto definido por su nombre, pero también constreñido por la etiqueta «barroco», haría bien en ampliar sus miras hacia el pasado, porque en este país sigue existiendo una deuda enorme con el repertorio renacentista. Que, en una capital de la potencia cultural como Madrid, apenas puedan verse conciertos contado con una mano dedicados a los repertorios de los siglos XV y XVI es un fenómeno tan ilógico como fácilmente subsanable. Esperemos que así sea.
Dicho lo cual, la penúltima cita de uno de los ciclos estrella del CNDM, con la que se cerraba su presencia en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música –a falta del último concierto de su temporada, programado en la sinfónica–, logro al fin esa extraña sensación de enganchar al oyente por medio de la sorpresa. No era una apuesta arriesgada la del conjunto invitado, au contrarie, pues se trata de uno de los ensembles más legendarios de entre los que se dedican a la interpretación de la música temprana, Il Giardino Armonico [IGA], ensemble italiano fundado en Milano por su director, el flautista Giovanni Antonini. Lo que sí suponía una innovación importante, por lo que poco habitual en estos lares, era la formación con la que el conjunto acudía a esta cita, una auténtica banda de vientos renacentistas conformada por seis multinstrumentistas que presentaron un catálogo fascinante de instrumentos de lengüeta, bisel y boquilla: flauta de pico, traverso renacentista, cornetto, cromorno, chirimía, bombarda, bajón, bajoncillo y sacabuche [véanse en las imágenes algunos ejemplos plasmados en el apéndice Teatrum Instrumentorum (Wolfenbüttel, 1620), del libro II de Syntagma Musicum de Michael Preatorius], además de un órgano positivo –instrumento tan ligado, por otro lado, al viento–. Y debo admitir mi sorpresa ante la asistencia importante de público –que en algunos de los últimos conciertos estaba flaqueando–, si bien el nombre del conjunto atrae mucho, el repertorio desde luego no resulta un reclamo comercial potente. Pero ahí estaba, y a fe de las ovaciones al finalizar el concierto, se diría que el «respetable» disfrutó de la velada, algo que –vuelvo a tener que admitir– nunca hubiera imaginado. Quizá quede algo de esperanza…
No es, por lo demás, este un enfoque habitual entre los repertorios de IGA a lo largo de su historia, dedicándose casi de pleno en el Seicento instrumental italiano, posteriormente en autores como Vivaldi, Bach o Handel, y más cercanamente en el tiempo como parte fundamental del proyecto Haydn2032 –que pretende grabar la integral de las sinfonías del compositor austríaco, junto a Kammerorchester Basel–. No obstante, ya en 2019 sorprendieron a propios y extraños con la grabación de repertorios similares a los aquí presentados [La morte della ragione, Alpha Classics]. Bajo el título Música y músicos emigrantes en la Europa del Renacimiento y el primer Barroco, el programa aquí presentado –Il viaggio dei Bassano, en el original del conjunto– supone un recorrido centrado en cierta forma en los Bassano, una familia de instrumentistas, constructores y compositores proveniente de Italia y muy activa después en Inglaterra, que a lo largo de los siglos XVI y XVII se destacó en toda Europa en el ámbito de la música para instrumentos de viento. A pesar de que solo estuvieron representados de forma directa en el programa con dos de los miembros de su familia [Giovanni y Augustine], el eje conductor se centra en ellos como músicos de una enorme influencia en tratamiento de la música instrumental del momento, especialmente el ámbito de la improvisación y las disminuciones. Un viaje desde obras vocales de maestros como Josquin des Prez (c. 1450-1521), Heinrich Isaac (1450-1517), Hayne van Ghizeghem (1445-1472), Alexander Agricola (1446-1506), «Roelkin» [¿Rudolph Agricola?] (c. 1443-1485) o William Cornysh (1465-1523), todos ellos previos a la existencia de esta saga familiar, pero que dan buena muestra de la importancia de este tipo de plantillas instrumentales a la hora de interpretar, bien arreglos de música originalmente vocal, bien composiciones propias para conjunto instrumental, de este u otro tipo –recordemos que en aquel momento la intercambialidad instrumental era un recurso habitual en la interpretación musical–.
Priska Comploi tañó flautas de pico, chirimía y bombarda; Giulia Genini flautas, chirimías, bajones y bajoncillos; Andrea Inghisciano el cornetto –sus dos tipos rectos son el cornetto mutto y el cornetto diritto–; Carles Cristóbal hizo lo propios con bajones, bajoncillos cromorno y chirimía; mientras Emily White se encargó del sacabuche. El encargado del órgano positivo fue el japonés Takashi Watanabe. Por su parte, Antonini se puso al frente –literalmente– del ensemble pertrechado con flautas de pico y traversos de diversas tesituras. En general, magnífica desenvoltura de todos ellas en la velada, ya desde el inicio de la primera parte del concierto dedicada a los compositores previamente mencionados y que anteceden temporalmente a la saga Bassano. Antonini comenzó entrando flauta en mano mientras improvisaba un tema relacionado con «L’homme armé», canon a 4 [Canti B, Ottaviano Petrucci, 1502] y La Spagna a 5, las dos primeras obras del concierto, firmadas por el genial Josquin. La variedad de sonoridades, una afinación muy cuidada –fue posible escuchar con claridad en diversos momentos el batido de los acordes y los armónicos– y una comprensión muy interesante del repertorio permitieron mostrar lecturas en las que la filigrana, la solvencia de cada instrumentista y sus sonoridades tan particulares se pusieron al servicio de un bien mayor: el conjunto. No siempre se logró, sin embargo, un equilibro perfecto entre las líneas; especialmente problemático resultó el órgano, cuya sonoridad estuvo ausente en algunas piezas y momentos concretos. Muy bien definido el planteamiento contrapuntístico en La my [manuscrito de Henry VIII] de Isaac, iniciando el cornetto el salto interválico inicial que describe el título de la pieza, continuado después en imitación por otros instrumentos, destacando el poderoso, aunque elegante, cantus firmus dibujado por el cromorno. Magníficamente destacadas las profsusas ornamentaciones en «De tous bien plaine» [Harmonice musices Odhecaton A, O. Petrucci, 1501] de Ghizeghem, con flauta y cornetto elaborando un brillante diálogo melódico-rítmico de enorme solvencia, sostenidos por las notas tenidas de los instrumentos graves.
En ocasiones, como en las obras anónimas La Spagna a 2 [1494] y Consort IX [manuscrito de Henry VIII] los timbres se presentan con toda su crudeza. No se trata, en muchos casos, de instrumentos con timbres muy bellos, algunos de ellos pueden resultar un punto estridentes, pero la intención de no dulcificar en exceso la personalidad tímbrica de los diversos ejemplares resultó un importante acierto por parte IGA y Antonini. Interesantes sonoridades extraídas de los graves en bajones y bajoncillos y bien equilibradas frente a los instrumentos de lengüeta tan particulares como chirimía y bombarda en el Consort VII [manuscrito de Henry VIII] de Cornysh. Exquisito el trío conformado por sacabuche, flauta y cornetto para dar vida al «De tous bien plaine» de Rudolph Agricola, con un empaste, afinación y engarce las de líneas de pincel fino.
La segunda parte estuvo dedicada a mostrar la influencia de los Bassano en Inglaterra, a través de obras de Giovanni (c. 1558-c. 1617) y Augustine (c. 1530-1604), pero también de figuras de la importancia de Anthony Holborne (c. 1545-1602) y William Brade (1560-1630), dos de los máximos representantes en el ámbito de la música para conjunto instrumental de las islas británicas, así como John Baldwin (1560-1615). Brilló especialmente el sonido global en muchos momentos, como en la Galliard de Augustine Bassano o en Pavan «The Funeral» y Galliard a 5 [1599] de Holborne, con mucha conexión entre los instrumentistas, integrando muy bien los adornos en flautas y dialogando entre los instrumentos altos con enorme refinamiento. Igualmente destacable el pulido trabajo imitativo y ornamental del cornetto en la Courante de Brade, al que se sumaron el aporte tímbrico siempre interesante y particular del cromorno y la virtuosística flauta sopranino. Gioseffo Giuseppe Guami (1542-1611), que estuvo representado por dos obras, sirvió de breve interludio aquí con Canzon «La cromática» a 4 [1601], en una versión pulcra y cálida al órgano solo. Realmente evocadora resultó la versión de la célebre canción «Ah, Robin, gentle Robin» a 3 [manuscrito de Henry VIII] de Cornysh, en una traslación muy lograda del original vocal, iniciando el sacabuche la primera voz, seguido por traverso en la segunda líneas y flautas de pico para la última de ellas, en un diálogo imitativo muy sutil, logrando un carácter muy homogéneo entre las distintas partes. Tactus –pulso musical, uno de los factores fundamentales en el desarrollo de la polifonía renacentista, sobre todo vocal– severo, pero con cierta manga, como resultó en general a lo largo de la noche. «A Browning of» a 3 [1603] de Baldwin fue interpretado aportando una gran diversidad tímbrica de notable inteligencia, primero con el traverso y dos flautas, añadiendo después el sacabuche en un tú a tú muy brillante con el bajón, para sumar finalmente el cornetto, todo ello en una lectura muy poco pastosa en su sonoridad y con una definición de las líneas de enorme fineza. Un toque muy popular llegó con las danzas Ein Schottisch Tanz y Rotschenken Tanz [1617], de resonancias escocesas, bien destacadas aquí por el uso de chirimías sustentadas por las notas graves de bajones en un sutil trabajo rítmico.
De Tarquinio Merula (1595-1665), uno de los autores más destacados del Barroco temprano instrumental, se interpretó su Canzone a quattro «La lusignola», segunda pieza de su Il primo libro delle canzoni a quattro voci [Venezia, 1615], que comenzó con una luminoso y virtuosístico solo a cargo de Antonini, que si bien no es el mejor flautista del mundo –y cuando su afán de protagonismo no le interfiere, especialmente en la dirección, algo bastante innecesario en un programa tan trabajado como este–, puede ofrecer momentos muy buenos, con gran solvencia en la articulación, una musicalidad imponente y una extraordinaria gestión del aire. Brillante aquí el contraste entre las articulaciones staccato y pasajes mucho más fluidos, casi ligados en frases largas. Muy bien el trabajo en la sincronía al unísono entre la flauta sopranino y el órgano en su acompañamiento posterior, logrando certeras y efectivas interpretaciones de los pasajes con figuras más breves en un tempo cada vez más extremo y exigente. Excelente, por lo demás, el trabajo seccional presentado aquí, destacando posteriormente la inclusión de hasta tres flautas y un bajón para desentrañar la escritura a cuatro de la obra.
Para finalizar, dos obras de carácter y concepción muy distintas. Primero, las Diminuzioni su Introduxit me rex» di Palestrina [1585], firmadas por Giovanni Bassano –una excelsa muestra del arte de ornamentar a finales del siglo XVI–, bien bien perfiladas aquí en el sacabuche, al que sumó poco después el cornetto. Ambos desarrollaron unas disminuciones ágiles, bien imbricadas en el discurso y de una factura muy orgánica. Para finalizar, una de las figuras en la Alemania del primer Barroco más interesantes, Samuel Scheidt (1587-1654), de quien se interpretó la Canzon ad imitationem Bergamasca anglica a 5, SSWV 64 [1621], que sirvió para concluir con la monumentalidad que solo un tutti de este calibre puede ofrecer. Gran gestión en la escritura imitativa del motivo principal, pasando de un instrumento a otro, hasta llegar un culmen polifónico magníficamente equilibrado aquí, al igual que el trabajo seccional construido de forma muy natural. Impresionante musicalidad de todos los protagonistas para cerrar una velada que sirvió para poner de manifiesto que el público a veces también quiere descubrir repertorios y sonoridades nuevas. Anímense a arriesgar, programadores, y verán qué sorpresas más impactantes les depara esta senda.
Fotografías: Elvira Megías/CNDM.
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