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Crítica: Il Fervore y las voces de Jone Martínez y Lucía Caihuela inauguran el FIAS 2025

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Autor: Mario Guada
11 de marzo de 2025

Dos de las voces más destacadas entre las especialistas en canto histórico del panorama español firmaron, junto a una excelentemente trabajada agrupación instrumental, un poderoso alegato a favor de la música española del XVIII, con tres compositores que transitaron entre el estilo barroco y los planteamientos galantes

FIAS 2025, Cultura Comunidad de Madrid, Il Fervore, Jone Martínez, Lucía Caihuela

Fervor por la música española

Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid, 6-III-2025, Basílica Pontificia de San Miguel. Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid [FIAS 2025]. Generación 1700. Obras sacras de José de Nebra y Francisco Hernández y Llana. Obras de Ramón Rodríguez Monroy, Francisco Hernández y Llana y José de Nebra. Jone Martínez [soprano], Lucía Caihuela [mezzosoprano] • Il Fervore | Jesús Merino [violín barroco y dirección artística].

José de Nebra puede ser considerado, sin exageración, el compositor español más relevante de las décadas centrales del siglo XVIII.

José Máximo Leza: Semblanzas de compositores españoles [Fundación Juan March, Revista n.º 397, XI-2010].

   Parece mentira, pero transcurrido ya un cuarto de este siglo XXI continuamos con el estéril debate sobre si la música española de siglos pretéritos merece o no recuperarse. Por supuesto, el rescate por el rescate, más allá de ponerse la medalla de turno, carece de sentido, pero programas como este, en la inauguración del FIAS 2025 [Festival Internacional de Arte Sacro] de la Comunidad de Madrid, le aportan todo el sentido al concepto de recuperación patrimonial, bajo esa coletilla del «estreno en tiempos modernos». Debemos, por tanto, felicitar al festival madrileño, una de las citas siempre más sugerentes y diversas del panorama musical español –aunque su deuda con los repertorios medievales y renacentistas continúa siendo muy grande, y harían bien en subsanarla cuanto antes–, por continuar apoyando la fructífera relación entre los conjuntos y la musicología, encarnada aquí en Il Fervore, por un parte, y Ars Hispana, por otra, con Raúl Angulo y Antoni Pons como asesores y parte fundamental en la concepción del programa, además de facilitadores de las tan necesarias ediciones críticas para que la música pueda llevarse al escenario. Es Il Fervore, además, una agrupación de las que están verdaderamente comprometidas con nuestro patrimonio, pues Jesús Merino, su líder desde el violín barroco, parece creer mucho en su calidad y en la necesidad de llevarla al publico de la forma más exquisita posible. Y a fe que así fue en esta primera de las muchas e intensas citas con la música a lo largo de seis semanas en los meses de marzo y abril que el FIAS nos propone.

   El programa aquí presentado, encargo del FIAS 2025 para la inauguración del festival, llevó por título Generación 1700. Obras sacras de José de Nebra y Francisco Hernández y Llana. Se articuló, como queda constancia, sobre estas dos importantes figuras musicales en la España de inicios del siglo XVIII, dos compositores con perspectivas y planteamientos distintivos, que desarrollaron sus carreras en circunstancias diversas, pero en los que el género de la cantada fue uno de los más destacados de su producción. Se ofrecieron aquí sendas cantatas a dúo del primero, con dos cantadas a solo del segundo, completadas por el tercer pilar del programa, el compositor mucho más desconocido Ramón Rodríguez Monroy, de quien se interpretaron sendas sinfonías. Las breves notas al programa justifican de la siguiente manera el programa planteado para la ocasión: «Durante la primera mitad del siglo XVIII se produjo en toda Europa un marcado cambio en el gusto musical. Este gusto, que la musicología ha definido como ‘galante’, tenía como referente a la ópera seria italiana, con sus melodías cantábiles y sus texturas transparentes, e implicaba una liberación frente a la rigidez de las normas que habían regulado la práctica de la composición. Estar a la moda se convirtió en uno de los principales propósitos de los compositores, con el objeto de agradar al público y a sus mecenas, lo que motivaba la continua circulación de música nueva, especialmente la compuesta por italianos. En este sentido, la monarquía hispana no fue ninguna excepción. Los compositores seleccionados para este programa pertenecen a una generación nacida en la década de 1700. Estos músicos estuvieron fuertemente influenciados por autores napolitanos como Leonardo Vinci, Francesco Durante o Leonardo Leo, cuya música gozó de gran difusión en todo el mundo hispánico durante la primera mitad del siglo XVIII. Se trata, concretamente, de los compositores españoles José de Nebra y Francisco Hernández y Llana, representantes de esta corriente renovadora. El programa lo conforman varias obras interpretadas por primera vez en tiempos modernos, incluyendo dos cantadas inéditas del compositor José de Nebra. Una de ellas, ‘Profesión dichosa’, es una versión con texto distinto y con nuevos recitados de la cantada al Santísimo ‘Entre cándidos, bellos accidentes’. La versión que aquí se interpreta estuvo destinada a ejecutarse durante la profesión de una monja carmelita, tal como se desprende de la letra. El programa se completa con unas sinfonías atribuibles al violinista, violonchelista y contrabajista de la Real Capilla Ramón Rodríguez Monroy, que hasta ahora habían pasado desapercibidas».

FIAS 2025, Cultura Comunidad de Madrid, Il Fervore,  Jesús Merino

   Compositor algo más tardío que sus dos colegas de programa, de Ramón Rodríguez Monroy (1743-1812) se tienen escasas noticias certeras de su vida –no tiene entrada en el Grove Music Online ni tampoco se le menciona en el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, lo que da buena muestra de cuán ignota es su figura–, pero sí sabe que este músico extremeño se desempeñó como instrumentista en la Real Capilla, la agrupación musical quizá más importante de su época. Con él comenzó la velada, interpretando la Sinfonía V en fa mayor, tomada de sus Seisinfonie a trestromenti et corno ad libitum [1766], una obra de marcada factura galante en la que se encuentran algunos detalles muy interesantes si logran ser desentrañados, como así fue gracias a la labor de Merino al frente de una agrupación excelentemente trabajada, con mucha atención al detalle y la filigrana de su escritura. Siendo Merino, además, violinista y líder de la agrupación, cabía esperar que la sección de cuerda [tres primeros y dos segundos violines, sin violas en este programa] presentara un minucioso trabajo, pero uno ya ha visto antes a otras agrupaciones lideradas por violinistas en las que no siempre esto sucede, así que hay que celebrar el impecable resultado ofrecido aquí en cuanto a sonido, afinación, empaste, balance y homogeneidad en las articulaciones. Se abrió la pieza con un Allegro muy afectivo en contrastes dinámicos, aunque sin explotarlos en demasía, destacando además la excelente labor de las trompas naturales a cargo de Federico Cuevas y Vicent Serra, situadas en el extremo derecho de la orquesta, que mostraron un aquilatado sonido, muy bien equilibradas entre la textura orquestal. Toda la orquesta definió con claridad las diferentes secciones del movimiento. El movimiento lento [Andante un poco lento] –sin trompas, como es habitual– sirvió para mostrar la filigrana y el delicado sonido de los violines, liderados por Merino y Lucía Giraudo –que ocupó el lugar previsto para la habitual líder de los violines II, Lorena Padrón, que causó baja–, desentrañando el contrapuntístico diálogo entre ellos con exquisita mano, con especial aportación tímbrica del bajo continuo, especialmente en la labor impecable de Miguel Rincón al archilaúd y Julio Caballero al clave. Pero no solo es Merino un excelente violinista, sino que su liderazgo al frente de la orquesta se dejó ver de forma clara, con su gestualidad y con el contacto visual con muchos de los músicos, siendo además muy modesto, pues no ejerce ese liderazgo al uso con afán de figurar, como parece claro por su actitud. Vibrante vigor a la par que elegante fraseo en el Minuetto, aportando mucho al balanceo ternario del movimiento, planteando el balance entre las líneas con meridiana claridad. El movimiento conclusivo planteó un enfoque rítmico muy bien impulsado desde el bajo, de nuevo con detalles de notable filigrana en los violines, con un continuó que ayudó en mucho a construir desde una sólida base, en un sonido del tutti, por lo demás, de gran compactación, incluidas las trompas.

   De él también se interpretó, intercalada entre las dos cantadas a solo de Nebra, su Sinfonía IV en do mayor –extraída de la misma colección de 1766–. En una línea similar a la obra inicial, música de notable calidad, quizá melódicamente sencilla y no me exigente, pero que tiene más cualidades de las que puede parecer a simple vista. Eso sí, exige de una labor performativa de substancioso mimo para extraer sus esencias, y esta fue la gran labor desplegada aquí por los instrumentistas de Il Fervore. Se abrió con un Allegro en el que los pequeños detalles se expusieron casi a nivel de orfebrería, tomando quizá algunas libertades interpretativas que sin duda resultaron efectivas, incluyendo un muy solvente breve solo del concertino. En el Andante affettuoso demostraron sentirse muy cómodos en estos movimientos lentos, más cantables y expresivos, de trazo muy fino en los violines, una vez más sostenidos por un continuo muy sutil en archilaúd y de lograda intensidad en el violonchelo barroco Bruno Hurtado y el contrabajo barroco de Jonathan Álvarez, ambos muy efectivos, con gran profundidad de sonido y bien compenetrados en las articulaciones –resultó muy interesante comprobar cómo Hurtado buscaba permanentemente conectar su mirada con el contrabajo, dada la distancia que había entre ellos–. En el Minuetto destacó el logrado equilibrio entre la destreza rítmica y la filigrana de las cuerdas altas con la liviandad de articulación general y la nobleza de sonido planteada por las trompas, especialmente en el trío central, donde fueron protagonistas. Un impulso casi eléctrico en el bajo sirvió para iniciar un Finale de poderoso sonido, muy contundente en el tutti, con las trompas siempre en su esfera sonora, pero todo ello muy cohesionado, cerrando la obra con poderoso sonido y un vívido planteamiento melódico-rítmico.

FIAS 2025, Cultura Comunidad de Madrid, Il Fervore

   De Francisco Hernández y Llana (c. 1700-1780) fueron las dos cantadas a dúo de la velada, comenzando por «Amantes afectos», Cantada a dúo al Santísimo conformada en tres secciones, la primera de las cuales es una breve introducción orquestal seguida del recitado. Lamentablemente –aunque en otro conciertos sí se ha contado con ellos–, el festival no facilitó al público los textos cantados de este programa, una ausencia que no puede permitirse una cita de esta relevancia, pues el texto es siempre, aunque sea en español, fundamental para comprender mucho de lo que pasa en la música, especialmente en autores como Nebra, de notable carga retórica. El planteamiento vocal de igual a igual entre la soprano vasca Jone Martínez y la mezzosoprano madrileña Lucía Caihuela estuvo muy logrado, pues no es siempre fácil conjuntar con éxito voces con perspectivas tímbricas distantes, como es el caso. Pero ambas aportaron mucho, conjuntaron, qué duda cabe, pero también marcaron terreno, cada cual con sus cualidades canoras más destacadas, pasando de la pureza refulgente de la primera a la esplendente obscuridad de la segunda, una mixtura verdaderamente inspiradora. En algunos momentos, la escritura notablemente contrapuntística no favoreció la plena comprensión del texto, aunque el dramatismo ejecutado por el tutti aportó muchos enteros en la versión, dando paso a la preciosa Area (Largo), interpretada con momentos muy destacados, como la elaboración melismática sobre el texto «tanto amor», en un diálogo brillantemente contrastante entre las secciones a dúo y las dedicadas a cada una de las voces, que logró mucho impacto tímbrico y expresivo. Excelente planteamiento de la concertación entre voces y orquesta, perfilando además con fina mano la sincronía en los pasajes homofónicos entre ambas solistas y el acompañamiento, así como los pasajes a unísono en los violines –una de las habituales pruebas de fuego que evidencian cual es el nivel de trabajo y excelencia de la cuerda–, incluyendo unas muy precisas inflexiones cromáticas. Dicción general bastante clara en los dúos, destacó en sonido la cadenza antes de la sección B del aria, paladeando las disonancias con el tiempo y atención necesarios. Por lo demás, cabe destacar la firme ductilidad del bajo continuo y la bien ponderada definición de las trompas.

FIAS 2025, Cultura Comunidad de Madrid, Il Fervore, Jone Martínez

   Entre ambas cantadas a dúo, tanto Martínez como Caihuela tuvieron la oportunidad de brillar a solo en manos del gran compositor bilbilitano José de Nebra (1702-1768), seguramente el compositor más importante de nuestro Barroco, y un autor a la altura de muchas de las grandes figuras europeas del momento. La primera de las obras, «A la mesa de un rey», Cantada al Santísimo presentó cuatro secciones, con dos recitados que anteceden a sendas arias, sustentadas únicamente por cuerda y continuo, sin el concurso de las trompas. Manejo del texto y del impulso rítmico muy interesante en el recitado inicial, la escritura de los violines –faltó en ellos algo más de presencia de los violines II– en el Aria (Andante) llegó exquisitamente defendida, con una Jone Martínez en plenitud, muy cómoda en la zona central, el pasaje y el registro agudo, que llegó nítido, luminoso, puro y redondo, manejando además el fraseo con naturalidad –articulando los pasajes picados con mucha solvencia–, respaldado por una dicción muy cuidada. Únicamente la faltó algo más de presencia en las notas más bajas de su línea. Fantásticamente labrada la concertación, destacó en el concurso instrumental la labor de un continuo excelente en color y desarrollo del cifrado. El Aria (Allegro) final, de vigorosa escritura, muy bien definidos los parámetros de afinación, empaste y color, con unas articulaciones muy efectivas de los acentos, la bravura vocal llegó impecablemente definida por una voz flexible que se mueve bien en la coloratura, pero que no pierde elegancia ni proyección. El inicio del da capo llegó en unas muy sutiles dinámicas bajas de los violines, elaborado después por la voz con ornamentaciones muy bien defendidas, destacando la poderosa y enérgica definición de los pasajes sobre los textos «ímpetu violento» y «furiosa tempestad», tanto en la voz como en el acompañamiento.

   «Oh, profesión dichosa», Cantada de profesión [1747], de nuevo sin trompas, sirvió para demostrar, además de la exquisitez creadora de Nebra, el impresionante estado de forma vocal en el que se encuentra la mezzosoprano madrileña Lucía Caihuela. Si la brillante presencia de Martínez es muy clara, pero a la vez evidente, el planteamiento de Caihuela está sustentando sobre otros fundamentos, y actualmente no hay ninguna cantante española que interprete el Barroco con tan claro y profundo planteamiento de los afectos. Se movió con inusitada facilidad tanto en las zonas altas de su registro como en una cómoda y marmórea área central, con graves carnosos, todo ello apoyado sobre un color de obscuras coloraciones que resulta tan sugestivo como impactante. Desde el recitado inicial mostró un cuidado canto del texto, con un timbre muy personal y distintivo, dando paso a un Aria (Andantino) que destacó por el lirismo de su canto, acompañada con cuidado en el fraseo y emisión por los violines –una vez más con una refinada labor en los unísonos–. La musicalidad de Caihuela es la que marca la diferencia, con un magnetismo en el escenario que no es muy habitual entre las cantantes de las últimas generaciones. Mostró un agudo dulce, redondo, con una zona central poderosamente corpórea, definiendo la escritura melismática ascendente con impoluta precisión. Su zona grave, si bien no extremadamente poderosa, mantiene el suficiente peso para remarcar su paso. Dejó algunos momentos de enorme impacto expresivo, como el fraseo legato sobre el texto «grato corazón». El acompañamiento orquestal, flexible en su medida justa a cada pasaje, destacó por su solidez y cuidado balance. Muy expresivo el planteamiento, al igual que la voz, del bajo continuo en el segundo recitado, mientras que en el Aria (Allegro) pudimos ver a una Caihuela desatada, vibrante y virtuosa en la coloratura, plena en control de emisión y articulación de las agilidades. Si quedaba alguna duda de su ductilidad, mostró que puede resultar tan dulce como poderosa, refinada como exuberante, cálida como impetuosa. Defendió la amplitud de registro con consistencia, y su flexibilidad quedó patente en la elaboración de la sección B del aria, muy contrastante en colores y afectos, regresando después a un da capo planteado con un virtuosismo consciente, sin excesos. Caihuela no es una cantante evidente, sencillamente porque no lo necesita. Su apabullante bravura y su capacidad para plasmar y describir la retórica del texto son en ella un tesoro que haría bien en conservar por muchos años.

FIAS 2025, Cultura Comunidad de Madrid, Il Fervore, Lucía Caihuela, Jone Martínez

   La segunda cantada de Hernández y Llana, que cerró la velada, «Risueña fuente», Cantada a dúo al Santísimo [1769], se abrió con un recitado muy efectista en el planteamiento del continuo, sosteniendo un dúo vocal exquisitamente confeccionado, aquí más conjuntado desde el aspecto expresivo y no únicamente canoro. El Area (Allegro moderato), de escritura marcadamente galante, fue interpretada con voces bien empastadas y balanceadas, aunque en algunos momentos la presencia de Caihuela se vio opacada –en sus frases en registro más grave– por la proyección de Martínez. Excelente sincronía en la elaboración de las melismáticas frases, con una conexión bastante orgánica entre ellas, sin imposturas, amplificada además por la luminosa articulación de la cuerda.

   Una versión de altura para cerrar una velada que no fue sino un contundente y hermoso alegato a favor de nuestro rico patrimonio sonoro dieciochesco, un fervoroso transitar exquisitamente trabajado que puso sobre la mesa el notable estado actual de las voces y agrupaciones especializadas españolas, a las que, por otro lado, tampoco cabe encasillar injustamente sólo en estos repertorios nacionales, pues pueden ser capaces de abordar a autores europeos con garantías, como quedó patente en la propia ofrecida, el precioso dúo de Rodelinda y Bertraido «Io t’abbraccio», de la ópera Rodelinda, regina de' Longobardi, HWV 19 de George Frideric Handel (1685-1759). Un regalo europeo en una velada puramente española de primer orden.

Fotografías: Ana Yáñez.

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