La agrupación coral española, que dirige Marco A. García de Paz, se encarga de inaugurar el exitoso ciclo del Centro Nacional de Difusión Musical, celebrando la efeméride del 400.º aniversario del polifonista Sebastián de Vivanco
Catedrales de la música
Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid, 28-IV-2022, Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Universo Barroco]. Erat autem quídam homo. Obras de Sebastián de Vivanco, Alonso de Tejeda, Francisco Guerrero, Tomás Luis de Victoria y Alonso Lobo. El León de Oro. Marco A. García de Paz [dirección].
En esta época de debate respecto a la globalización y el multiculturalismo conviene, de cuando en cuando, resaltar aquellas cuestiones que hicieron que la cultura europea —también conocida como occidental— se diferenciase del resto por su elevación y refinamiento.
La cuestión de la elevación es, por supuesto, literal, ya que se produce en el arte, al mismo tiempo, el florecimiento del estilo gótico y el nacimiento de la polifonía. Ambos cuentan con una potente base —el gótico las plantas románicas y la polifonía el canto gregoriano— la cual se pretende, mediante el refinamiento técnico, elevar a alturas inimaginables que, aún hoy en día conmueven estéticamente a aquel que las observa o escucha.
En España sabemos bastante de catedrales y bastante de polifonía, aunque en ambos casos hayamos sido opacados por las cualidades publicitarias de nuestros vecinos tanto al norte de los Pirineos como al este de las Baleares. Por ellos y por el eterno desmerecimiento hacia lo propio, hoy en día parece que España fue un país de periferia, con estilos artísticos semi-folklóricos. Nada más lejos de la realidad, tal y como nos demuestran conciertos como el de El León de Oro ofrecido con motivo del arranque del ciclo de Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical en el que se demostraron dos cuestiones igual de importantes: que Victoria no fue una rara avis peninsular, sino más bien un primus inter pares y que se puede ofrecer un concierto de polifonía renacentista puramente patrio, sin necesidad de «Palestrinas».
Para esta misión de puesta en valor de la riqueza de la música española, la labor de rescate, transcripción y reinterpretación de piezas olvidadas durante siglos es primordial. El León de Oro demostró su abanderamiento a esta causa poniendo en primer plano a un olvidado de la historiografía musicológica como es Sebastián de Vivanco, de quien pudimos escuchar tres obras estrenadas por primera vez en tiempos modernos: «Diligite inimicos vestros», «Cum ieiunatis» y «O Rex gloriae». En la primera pieza destaca especialmente el dominio del movimiento armónico que muestra Vivanco, esto en la interpretación se traduce en una necesidad de afinación milimétrica que El León de Oro pudo resolver sin dificultades. En las otras dos piezas de estreno, a cinco y seis voces, respectivamente, destacan también los juegos rítmicos tan propios de la música de esta época. De nuevo, El León de Oro no tuvo ningún problema con estos y supo recalcarlos gracias a un excelente equilibro entre las voces y a un alto conocimiento de las obras que permitió destacar cada una de las entradas. Mención especial merece el registro medio de mujeres que en el «O Rex gloriae» mostró un potente y a la vez cristalino timbre.
Hubo un cuarto estreno de un autor prácticamente desconocido como es Alonso de Tejeda, de quien se interpretó el «Hodie in monte» a seis voces. Una obra que se diferenció del resto por su agilidad y movimiento peculiares que supuso un reto para la agrupación de Marco Antonio García de Paz, que destacó más en las partes homofónicas.
Completó el programa la tríada de la polifonía española del XVI: Victoria, Guerrero y Alonso Lobo.
De Francisco Guerrero se puede recalcar una «Sancta et immaculata» a cuatro para coro femenino en el que la potencia de las contraltos hizo que no se echara demasiado en falta el aterciopelado timbre de los bajos. O «Mi ofensa es grande», en la que pudimos escuchar unos madrigalismos bien destacados por El León de Oro, del mismo modo que García de Paz hizo que se notaran los juegos textuales del «Hei mihi, Domine».
Las antífonas marianas de Tomás Luis de Victoria para dos coros son un clásico de la agrupación asturiana que siempre son capaces de impresionar al público por su majestuosidad. Habrá quien encuentre su similitud con esas agujas góticas que, aún hoy, siguen coronando las ciudades como testigos de una época en la que el arte buscaba elevarse hasta el cielo.
Fotografías: Elvira Megías/CNDM.
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