La formación a trío del guitarrista estadounidense visita la edición 2024 del Festival Internacional de Jazz de Madrid, conformada por Dario Deidda al bajo y Joost van Schaik en la batería
Kurt Rosenwinkel, primus inter empollones
Por Juan Carlos Justiniano
Madrid, 22-XI-24, Sala Guirau, Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. Festival Internacional de Jazz de Madrid 2024. Kurt Rosenwinkel Trio: Kurt Rosenwinkel [guitarra], Dario Deidda [bajo] y Joost van Schaik [batería].
Ayer por la tarde, encarando la recta final del Festival de Jazz de Madrid 2024, se presentó en la capital uno de los guitarristas más importantes y señeros del jazz actual que tan poco se deja ver por nuestro país. Kurt Rosenwinkel es un guitarrista singular, diferente. Un guitarrista auténtico que, aun siendo todavía joven, está destinado a protagonizar él solito un capítulo de la historia del jazz.
Al hablar de músicos como Kurt Rosenwinkel, uno recuerda inevitablemente aquella sentencia de John Lennon (desconozco si realmente apócrifa) que señalaba algo así como que «el jazz era basura para estudiantes y empollones». Se dan por más que asumidas las exigencias teóricas y lingüísticas del jazz. Y, efectivamente, los empollones abundan en su escena (adaptados o inadaptados, los hay de todo pelaje). Uno no puede evitar pensar en Lennon porque, aunque constituiría toda una fantasía histórica imaginar que al declarar semejante lindeza estaba pensando en Kurt Rosenwinkel, es seguro que, si hoy levantara la cabeza, el Beatle no dudaría en nombrar al guitarrista estadounidense como el «más empollón de los empollones» del insoportable club del jazz.
Kurt Rosenwinkel es, sin duda, un auténtico empollón. Un empollón que domina con solvencia multitud de lenguajes musicales a los que se acerca dejando su impronta personal. Un empollón con mil recursos, un cerebro armónico que lo convierte en un compositor e improvisador despierto y rapidísimo. Lo es también porque se caracteriza por un sincero interés en explorar y adentrarse en una amplia variedad de estilos. Como compositor, despliega un lenguaje poderoso en su escritura para big band (Our Secret World, Wommusic, 2010). Sin embargo, también es todo un maestro del post bop más avanzado (excelente el recientísimo The Next Step Band, Heartcore Records, 2024) y un explorador incansable: ya sea proponiendo fusiones con Brasil, con músicas más melódicas y pop (Caipi, Heartcore Records, 2017) o atreviéndose a mezclar el ¿rock progresivo? con el ambient llegando a resultados de altísimo voltaje (Searching the Continuum, Heartcore Records, 2019).
Con todo, en su visita en la tarde de ayer a la Sala Guirao del Fernán Gómez presentó una de sus facetas más clásicas y que de tanto en cuanto revive al acercarse al Great American Songbook o al repertorio más canónico del jazz. Y lo hizo junto a Joost van Schaik –un baterista fino, inteligente, de los que dejan espacio– y a Dario Deidda un ¿bajista, contrabajista? reconocidísimo en Italia por el manejo sobresaliente del instrumento. Hay quien diría que la de Deidda es la historia de un contrabajista convertido en bajista, es decir, la historia de un Steve Swallow que, siendo uno de los contrabajistas más sólidos de su generación, decidió en un momento de su carrera pasarse al bajo para construir un estilo auténtico y distintivo. Pero el de Deidda no es ese caso. El italiano es un contrabajista con un lenguaje contrabajístico y un walking imbatible, aunque se presente en el escenario con semejante excentricidad organológica. La virguería con la que toca Deidda (¿acaso el invento definitivo para que un contrabajo suene adecuadamente en un contexto amplificado?) no es ni mucho menos un simple bajo eléctrico sin trastes, semihueco y con un puente similar al del contrabajo. El invento organológico de Deidda resulta mucho más logrado, ya que tanto la pegada como la sonoridad se asemejan casi de forma exacta a las del contrabajo –salvo, quizá, por un leve matiz metálico en las cuerdas–. Además, cuenta con la ventaja de que, a pesar de la amplificación, se percibe con absoluta claridad todo su despliegue musical.
Buena parte del repertorio presentado ayer por el trío pertenece a la última grabación en la que Rosenwinkel ha cultivado su faceta más canónicamente jazzística: Angels Around (Heartcore Records, 2020), trabajo que cogió el guante de otros discos sublimes del guitarrista como Reflections (Wommusic, 2009) o Intuit (Criss Cross, 1999), pero ya grabado en su propia compañía discográfica. De hecho, Rosenwinkel es no solo un auténtico músico total, es, además, productor y descubridor de nuevos talentos. Sonaron, de este modo, temas como «Ease It» (Paul Chambers), «Self Portrait in Three Colors» (Mingus), «Passarim» (Jobim) o «You've Changed» (Carl Fischer). Todos ellos pasados por el tamiz del lenguaje del estadounidense y encarados con su manera expeditiva de afrontar el acto musical; una manera que consiste también en dar rienda suelta a toda su inteligencia musical. Esto se ve, especialmente, en esos característicos preludios, construidos en lo esencial sobre estructuras homofónicas con acordes, inversiones y voicings tan originales, pero también en su habilidad para acompañar a los excepcionales intérpretes de los que se rodea.
Se comprende que tanta inteligencia musical y tanta locuacidad guitarrística pueda llegar a abrumar e incluso a generar distancia con el gran público. Ayer fueron más de noventa minutos de largas elaboraciones improvisadas y de extensísimos solos salpimentados de alguna que otra cita culterana (entre los solos del trío se colaron citas a Blue in Green de Miles Davis –¿o quizá de Bill Evans?...– o al C Jam Blues de Ellington). Kurt Rosenwinkel es un empollón que, como tal, puede llegar a saturar con sus vastísimos conocimientos. Dicho esto –que no es ni positivo ni negativo en sí mismo–, es justo reconocerle una forma genuina y exquisita de hacer música.
Fotografías: Jesús Hellín/Madrid Destino.
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