Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 10-II-2021. Fundación Juan March. Concierto extraordinio [Cuartetos y retratos, Boccherini y Goya]. Cuarteto de cuerda n.º 3, Op. 24, G. 191 y Cuarteto de cuerdas n.º 4, «La Tirana», Op. 44, G. 223, de Luigi Boccherini; Cuarteto de cuerdas en si bemol mayor, L. 185, de Gaetano Brunetti. Cuarteto Quiroga: Aitor Hevia y Cibrán Sierra [violines], Josep Puchades [viola], Helena Poggio [violonchelo].
El reinado de Carlos IV fue el último momento de esplendor de España. El penúltimo si tenemos en cuenta el breve fulgor del «Madrid de las tertulias» durante los últimos coletazos del reinado de Alfonso XIII. Prueba de ello es como la Corte se convirtió en un lugar deseoso para intelectuales y artistas de toda Europa, algo que no volvería a ocurrir nunca más tras la caída del Imperio.
Sorprende lo bien que los dos maestros compositores supieron retratar en sus cuartetos, al igual que Goya en sus retratas, la belleza de España; la cual no estaba sólo en sus palacios, sino también en sus calles. España les adoptó y, como es tradición en Madrid, les acogió con los brazos abiertos mostrándoles una realidad fascinante, a pesar de lo dura y cruel que podría resultar. Acabarían completamente engatusados por nuestra peculiar cultura, a medio camino entre oriente y occidente, entre lo popular y lo noble. La música de Luigi Boccherini tiene, de hecho, muy poco de italiana: es esencialmente Viena y Madrid.
De ahí, quizás, que el Cuarteto Quiroga esté haciendo un buen trabajo en la interpretación de este repertorio. El Cuarteto en si bemol mayor de Gaetano Brunetti es una obra con fuerza, ideal para Cibrán Sierra, quién siempre se muestra apasionado con el repertorio de esta época. Tres cuartos de lo mismo podemos decir respecto a Josep Puchades, quien junto con Sierra forma el núcleo del cuarteto, debatiéndose entre melosos solos y partes más rítmicas en las que resultan vitales para mantener la direccionalidad de los movimientos más agitados como el Prestissimo del cuarteto de Brunetti.
Por encima de este núcleo destaca el prístino timbre de Aitor Hevia. El asturiano es capaz de crear un espejismo sonoro que resulta ideal para el repertorio del estilo galante: parece que el arco no roza nunca las cuerdas del violín. Esto le permite esgrimir largas líneas melódicas con absoluta naturalidad, jamás parecen forzadas o demasiado apasionadas. Son melodías completamente pulcras y transparentes. Destacaron, especialmente, al inicio de los Allegro de Boccherini y Brunetti.
En el Adagio non tanto, que más bien sonó a Andante –aunque probablemente en la época sonase también más acelerado– se da una peculiaridad: el tema inicial lo presenta primero el violín segundo y lo recoge después el primero. Aquí, se pudieron escuchar las dos propuestas interpretativas que realizan Hevia y Sierra y que, combinadas dan un sabor único al Cuarteto Quiroga. Sí, aunque parezca contradictorio que alabe a unas formaciones por su sonido de «conjunto» y a otras por la riqueza de las diferencias de sus miembros, supongo que en el saber encontrar lo que pide cada pieza está la clave.
Además, tampoco es que en el Cuarteto Quiroga no haya cohesión. Precisamente en el cuarteto de «La Tirana» se pudo ver y escuchar la complicidad que existe entre sus miembros. El Presto es una auténtica joya: el tempo de tirana le permite realizar unos jugueteos elegantes y atrevidos cambios de matiz que el Cuarteto Quiroga resolvió con unión y decisión.
La propina también resultó una elección excelente. Interpretaron el agitado Finale del Cuarteto en sol mayor, nº 5, Op. 3 de Manuel Canales. Un contemporáneo de Boccherini al que rescatan del olvido con la grabación del disco Heritage: La música de Madrid en el tiempo de Goya que salió hace pocos meses bajo el sello de Cobra Records. Supuso un potente estallido final en el que los músicos pudieron hacer alarde de rapidez de dedos en un movimiento que requiere una gran agilidad, muestra más que evidente de la calidad musical de la España del momento.
Miguel Ángel Marín, quien se encargó de las notas del programa y la entrevista en RNE previa al concierto, puede sentirse satisfecho. Creo que a todos nos quedó claro lo glorioso de aquella época, de aquella corte de tantos detalles y de tanto contraste. Tal y como era del gusto de Goya, Boccherini también supo retratar en sus cuartetos el alma del Madrid del XVIII, y así quedará para el recuerdo de las futuras generaciones. Hombres que supieron retratar y enfrentarse a una realidad a la que no le faltaban invenciones psicológicas para ser dura y, ante todo, profundamente humana.
Fotografías: Dolores Iglesias/Fundación Juan March.
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