El afamado cuarteto español interpretó un programa con obras camerísticas de Franz Joseph Haydn, Dmitri Shostakovich y Johannes Bramhs, dentro del ciclo Liceo de Cámara XXI que el Centro Nacional de Difusión Musical ofrece en el Auditorio Nacional de Música
Respetable, pero sin gran entusiasmo
Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid, 13-X-2022, Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Liceo de Cámara XXI]. Cuarteto de cuerda en la mayor, op. 20, n.º 6, de F. J. Haydn; Cuarteto de cuerda n.º 4 en re mayor, Op. 83, de D. Shostakovich; Cuarteto de cuerda n.º 2 en la menor, Op. 51, de J. Brahms. Cuarteto Casals: Abel Tomàs y Vera Martínez Mehner [violines], Jonathan Brown [viola], Arnau Tomàs [violonchelo].
El programa seleccionado para el estreno de la temporada 22/23 me resultó francamente bueno. Un recorrido por la historia del formato rey de la música de cámara: el cuarteto de cuerdas, sobre el cual se nos ofrecerían tres visiones cercanas en ciertos puntos y muy alejadas en otros aspectos relacionados con la composición para este tipo concreto de agrupación.
Comenzamos por el que se considera como el «padre» del cuarteto de cuerda: Joseph Haydn. Si bien la cuestión de la paternidad puede ser un tema algo más conflictivo, el austríaco sí merece el reconocimiento de haber elevado la composición para cuarteto de cuerdas a un estado superior, refinando su composición tratando de lograr paridad entre los instrumentos, contrastes entre diferentes texturas y formas más elaboradas que las que desarrolla en sus composiciones sinfónicas de este periodo. Todo esto lo podemos apreciar en el Cuarteto de cuerda en la mayor, op. 20, n.º 6 que nos ofreció el Cuarteto Casals. Los contrastes entre el Minuet y el Trío fueron, por ejemplo, muy remarcados gracias al refuerzo de Vera Martínez como violín segundo, dando así un mayor empuje a la línea de Abel Tomàs. O el estilo fugado del cuarto y último movimiento, en el cual se aprecia claramente esa intención del compositor por elaborar una textura contrapuntística bajo el precepto de la igualdad de los participantes. En este caso, el Cuarteto Casals no logró estar del todo preciso, al no poder repetir el resto del grupo el sujeto de la fuga con la misma claridad y precisión que nos ofreció Abel Tomàs, y es que, el violín primero nos deleitó con un sonido puro y transparente durante todo el cuarteto.
El violonchelo adquiere más protagonismo en el Cuarteto de cuerda n.º 4 en re mayor de Shostakovich. Comienza con una nota tenida a modo de bordón en la que Arnau Tomàs no dejó que se notara el movimiento de arco. Falló, eso sí, sobre este, el habitual «sonido de cuarteto» al que el Cuarteto Casals nos tiene acostumbrados. Faltó cohesión tímbrica, algo que, si bien en Shostakovich se pudo suplir con unos timbres individuales exquisitos –especialmente destacables fueron las partes sobreagudas del primer violín en el primer Allegretto, en esta ocasión interpretado por Vera Martínez, y los soli del violonchelo en este mismo movimiento y el del comienzo del tercero–. Resultó fatal en algunos momentos del cuarteto de Brahms.
No empezó nada mal el Allegro non troppo de este Cuarteto n.º 2 del Op. 51 de Brahms. Con un ritmo bien marcado por el violonchelo, violines y viola se supieron mover con un fraseo ágil y elegante y bien cohesionado. Después, Vera Martínez supo darle la fuerza necesaria para hacer avanzar la melodía hacia su climax. Atacaron los músicos el Andante moderato con gran delicadeza y respeto y, aunque las líneas, individualmente, sonaron formidables, no consiguieron entrelazar su sonido para darle, a nivel de textura, el sonido que esta obra exige. Se acentuó esta carencia en el Quasi minuetto, pero se logró paliar en el Finale, gracias a un sonido con mucho cuerpo en las partes más corales del movimiento.
De la propina mejor no hablar. Lo único decente de un arreglo para cuarteto de la farruca del molinero fue el solo del corno inglés interpretado por la viola. El excesivo estilo aflamencado que mostró Arnau Tomàs fue completamente irrespetuoso.
Dentro de las «luces» de las que nos hablaba Luis Suñén en las notas al programa, hubo algunas tinieblas que nos brindaron una velada por debajo de unas expectativas que el Cuarteto Casals nos ha acostumbrado a tener, quizás, demasiado altas. Es por ello que veo justo resumir la velada con la misma valoración que recibió en su estreno el Op. 51 de Bramhs: «respetable, pero sin gran entusiasmo».
Fotografía: Rafa Martín/CNDM.
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