El cuarteto español y la violista alemana unen fuerzas en el ciclo camerístico del Centro Nacional de Difusión Musical, con un programa monográfico dedicado a sendos quintetos de cuerda del austríaco Wolfgang Amadeus Mozart
Mozart vs. Brahms
Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid, 11-X-2024, Auditorio Nacional de Música. Liceo de Cámara XXI, Centro Nacional de Difusión Musical. Quinteto de cuerda n.º 2 en do menor, K 406 y Quinteto de cuerda n.º 3 en do mayor, K 515 de Wofgang Amadeus Mozart. Cuarteto Belcea: Corina Belcea y Suyeon Kang [violines], Krzysztof Chorzelski [viola], Antoine Lederlin [violonchelo]; Tabea Zimmermann [viola].
Estrena el Liceo de Cámara XXI del Centro Nacional de Difusión Musical su temporada 2024-2025 de la mejor forma posible: colgando el cartel de «Entradas agotadas». Esperemos que sea un buen augurio de lo que está por venir en una temporada que contará, un año más, con algunas de las agrupaciones camerísticas más relevantes del panorama nacional e internacional.
En este concierto inaugural contamos con el Cuarteto Belcea acompañado de la prestigiosa violista Tabea Zimmermann. Una colaboración que no es fortuita, ya que el grupo ya trabajó con Zimmermann para grabar los sextetos de cuerda de Brahms en 2022 junto con el violonchelista Jean-Guilhem Queyras.
Sin embargo, el programa, integrado por dos quintetos de Wolfgang Amadeus Mozart, se distanciaba notablemente de Brahms y resulta muy peculiar para un grupo que en los últimos años se ha distinguido más bien por abordar el repertorio de los siglos XIX y XX.
El primero de ellos, el Quinteto de cuerda n.º 2 en do menor, K 406, es poco habitual en los escenarios, pues se trata de una transcripción de la algo más popular Serenata n.º 12 para instrumentos de viento en do menor, K. 388. La instrumentación de la serenata incluye dos oboes, dos clarinetes, dos trompas, y dos fagotes, lo que le aporta una riqueza tímbrica excepcional que resulta difícil de trasladar al quinteto de cuerdas, cuyos timbres son mucho más similares. Aun así, estamos hablando de que fue el propio Mozart el encargado del arreglo y el resultado no decepciona. El quinteto, además, se esforzó por destacar los distintos timbres, algo que fue especialmente notorio en los extremos, con un violonchelo capaz de ejecutar frases graves y profundas frente a los violines increíblemente livianos.
En cuanto a la propuesta con la que ejecutaron la obra, normalmente se tiende a subrayar el carácter contrastante y, en cierta medida, cómico de la obra, sin embargo, el Cuarteto Belcea y Zimmermann optaron por una versión algo más seria, con frases con más peso y más elegantes que, si bien al principio pudo ser chocante, creo que fue una propuesta más que válida, pues se respetó absolutamente la articulación musical.
El Trio del tercer movimiento, interpretado exclusivamente por los miembros del Cuarteto Belcea, fue delicioso, con unas líneas melódicas muy marcadas entre sí que permitieron apreciar el genio compositivo de Mozart.
Más enjundia tiene el Quinteto de cuerda n.º 3 en do mayor, K 515. El quinteto supo marcar bien las entradas fugadas y diferenciar las distintas líneas melódicas que constituyen la compleja arquitectura contrapuntística de esta pieza de Mozart. Los instrumentistas estuvieron precisos y ofrecieron un fraseo interesante y variado. Destacó negativamente el uso exagerado e innecesario del vibrato por parte de Corina Belcea en el primer movimiento. Mucho mejor estuvo el Menuetto, en el cual, Belcea y Suyeon Kang ofrecieron un timbre mucho más cristalino y correcto para el estilo. El Andante, por otro lado, fue un momento de lucimiento para Zimmermann en el que nos brindó un sonido potente, firme y seguro.
Fuera del programa, se interpretó como propina el segundo movimiento, Adagio del Quinteto de cuerdas n.º 2 en sol mayor, op. 111 de Johannes Brahms, el cual cuenta con un solo de viola en el que Zimmermann hizo las delicias del público. Estuvo también excelente el violonchelista Antoine Lederlin tanto en los pizzicati como en la riqueza de matices. Y, el quinteto, en general, funcionó mejor. Se echó en falta una breve justificación de por qué habían seleccionado un repertorio mozartiano porque, sinceramente, después de escuchar el Adagio, me quedé con más ganas de haber escuchado a Brahms.
Fotografías: Elvira Megías/CNDM.
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