«Sí, caminamos sobre hombros de gigantes, pero también es importante mirar más allá, proponer nuevas cosas para, algún día, convertirnos nosotros en los gigantes sobre cuyos hombros nuestros futuros hijos puedan caminar»
A hombros de gigantes
Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 22-III-2023. Basílica Pontificia de San Miguel. Festival Internacional de Arte Sacro [FIAS] 2023 de la Comunidad de Madrid. Coro Victoria, Ana Fernández-Vega [directora] y Schola Antiqua, Juan Carlos Asensio [director]. Peñalosa: tres escuchas. Misa «El Ojo» de Francisco de Peñalosa y obras de Bruno Dozza, Isaac Diego García y Miguel Álvarez-Fernández.
Dicebat Bernardus Carnotensis nos esse quasi nanos,
gigantium humeris incidentes, ut
possimus plura eis et remotiora videre, non
utique proprii visus acumine, aut eminentia
corporis, sed quia in altum subvenimur et
extollimur magnitudine gigantea.
Juan de Salisbury – Metalogicon (1159).
La metáfora atribuida a Bernardo de Chartres nos habla de la acumulación del conocimiento, de como los seres humanos somos criaturas sin importancia que no veríamos más que lo que tenemos en frente de no ser por nuestro pasado y nuestra historia, que nos eleva para que cada vez podamos ampliar nuestro campo de visión y, en consecuencia, saber más.
Lo mismo ocurre en el arte, la música experimenta con el pasar de los siglos, una evolución en pos de una belleza mayor. En el Renacimiento se aprecia claramente como el material del canto llano subyace como base melódica de las nuevas creaciones. Además de la melodía, el texto, la sensibilidad y la estética configuran para el compositor un panorama que permite que «enanos» como Francisco de Peñalosa puedan crear polifonías que se elevan hasta alturas nunca vista, sobrepasando incluso a ese gigante sobre el que se asienta que es el canto gregoriano.
El Coro Victoria y Schola Antiqua tomaron la decisión de recrear esta metáfora de Bernardo de Chartres y mostrarnos, como si de una matrioska se tratase, un enano —las propuestas contemporáneas— sobre un gigante —Peñalosa— sobre un gigante aún mayor —el canto gregoriano—. Y así articular una nueva Misa «El ojo» que uniese en hora y media más de seis siglos de historia de la música.
Juan Carlos Asensio, tras explicar en qué iba a consistir el concierto haciendo énfasis en las obras de nueva composición, se retiró al atrio de la Basílica de San Miguel desde donde el grupo Schola Antiqua comenzaría a entonar el introito inicial mientras procesionaba hacia el altar. Frente a ellos se situó el Coro Victoria, un elegante gesto de diferenciación entre lo sagrado y lo profano.
Se estrenó el Coro Victoria con el Kyrie de Peñalosa, las voces un tanto destempladas no terminaron de encajar y faltó cuerpo especialmente en la sección de tenores primeros. Por suerte, fue algo exclusivo de esta primera entrada, pues en el resto del concierto fue la sección que más sobresalió.
Encaró mejor la primera de las propuestas contemporáneas: i-son de Isaac Diego García. Una pieza que suma espectralismo y juegos de sílabas que me recordaron, aunque sin el humor característico del Padre Donostia, al Venerabilis Barba Capucinorum. Ana Fernández-Vega dirigió con gran precisión esta pieza del que el Coro Victoria realizó una interpretación encomiable. Supo también coordinarse bien con Juan Carlos Asensio situado en frente, pues entre ambos se daban constantemente gestos que, no obstante, no evitaron un único fallo notable: dar la afinación del coro después de que hubiese sonado la entonación del Gloria.
El Gloria y el Credo de Peñalosa nos permitieron escuchar unas hermosísimas líneas de Peñalosa en las que combinaba los timbres de las distintas voces creando contrastes entre las diferentes partes en una sublimación del canto antifonal. Destacaron especialmente las voces de los tenores primeros, elevándose en el registro de cabeza con un timbre redondo y con un agudo muy controlado Emiliano Cano. Por otra parte, los de Fernández-Vega supieron a la textura coral en los tutti, dándole un carácter mayestático a estas partes.
También la Schola Antiqua, en las partes de gregoriano supo marcar el contraste entre las partes solistas y las grupales, dando así lugar a una versión más dinámica de las piezas interpretadas.
En las partes contemporáneas escuchamos combinadas las dos agrupaciones e incluso música electrónica. La Elevatio compuesta por Bruno Dozza, Isaac Diego García y Miguel Álvarez-Fernández en colaboración funcionó muy bien. En la pieza Est incarantus est – Crucifixus de Álvarez-Fernández la irrupción potente de la música electrónica muy bien ajustada a la acústica del templo sorprendió al público logrando un efecto atronador. No obstante, la sexta o séptima vez que se repetía la misma situación, perdido el factor sorpresa, resultaban incluso molestas las escisiones que se hacían al canto para escuchar algo que, en la decimotercera repetición era completamente predecible. Algo similar ocurrió con el Agnus de Bruno Dozza excesivamente largo para abordar solamente un énfasis absurdo en la disonancia y el silencio con algo de música electrónica.
Sí, caminamos sobre hombros de gigantes, pero también es importante mirar más allá, proponer nuevas cosas para, algún día, convertirnos nosotros en los gigantes sobre cuyos hombros nuestros futuros hijos puedan caminar.
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