Crítica: «Doña Francisquita» en el Teatro de la Zarzuela

Marina Monzó y Alejandro del Cerro en Doña Francisquita del Teatro de la Zarzuela. Foto: Elena del Real

Espectáculo con la música de Doña Francisquita

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 20-VI-2024, Teatro de la Zarzuela. Doña Francisquita (Amadeo Vives). Marina Monzó (Francisquita), Alejandro del Cerro (Fernando), María Rodríguez (Aurora la Beltrana), Manuel de Diego (Cardona), Milagros Martín (Doña Francisca), Santos Ariño (Don Matías), Isaac Galán (Lorenzo Pérez). Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil". Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Guillermo García-Calvo. Dirección de escena: Lluís Pasqual.

   Esencialmente es lo que supone la puesta en escena de Lluìs Pasqual para uno de los títulos cumbre del teatro lírico español, un espectáculo que contiene la música de Doña Francisquita -menos mal-, suprime los textos hablados del libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw y los sustituye por unos del propio director de escena. 

   Analicé en profundidad esta producción en mi crítica de su estreno en 2019, por lo que no creo oportuno extenderme mucho en esta ocasión, para no ser repetitivo y porque no me seduce lo más mínimo dar tres cuartos al pregonero a esta desnaturalización y parodia de esta obra maestra. Esgrimen que hay que desterrar el costumbrismo y el casticismo, los diálogos deben ser eliminados, el libreto de los dos escritores más importantes de nuestro género lírico no vale para nada y como no se atreven a criticar a Lope de Vega, base del texto, se asegura que el mismo se refiere de manera muy somera a La discreta enamorada del Fénix de los ingenios. Por tanto, debe ser mucho mejor sustituir todo por un acto primero estático donde los haya, en un estudio de grabación, sin el dinamismo de los juegos amorosos de los estudiantes, la alegría de vivir del pueblo madrileño y sin la divertida escena de la confitería. También debe ser mejor un segundo acto en un plató de televisión y un tercero en una desangelada sala de ensayos en la actualidad. La trama deviene incomprensible, apenas la resume el actor Gonzalo de Castro que, eso sí, completa una magnífica actuación como hace 5 años. Ni rastro, por tanto, sólo una parodia, de esta original oda a Madrid en tres actos situada en la época del romanticismo, fruto de la inspiración de un catalán que proclamaba que Cataluña es mi madre y Madrid mi prometida. 

Lucero Tena y Gonzalo de Castro en Doña Francisquita del Teatro de la Zarzuela. Foto: Elena del Real

   La soprano valenciana Marina Monzó encarnó una Francisquita genuina y creíble, por juventud, desenvoltura y frescura escénica. En lo vocal, la Monzó cantó sin particular fantasía, pero con musicalidad, buena línea y una emisión franca. Sólo cabría reprochar cierta inseguridad en la zona sobreaguda, donde el sonido se abre levemente, si bien los staccati de la canción del ruiseñor surgieron limpios. La valenciana no se encaramó al sobreagudo al final del Dúo con Fernando, lo que sorprende, si es que no fue decisión de la dirección musical. 

   Alejandro del Cerro compareció con su habitual entrega y búsqueda de acentuar con intención y ofrecer detalles en su canto, pero su registro agudo problemático y sin resolver técnicamente, es un hándicap casi irresoluble en un papel para tenor de punta como es Fernando. Una muestra de ello, el accidentado y forzadísimo agudo del final de la emblemática romanza «Por el humo se sabe». 

   Más allá de la emisión dura y desigual, me gustó la Beltrana de María Rodríguez, por su desparpajo, vibrantes acentos y uso de notas de pecho –«De qué te finges valiente, si estás de verme temblando»-, algo fundamental en este personaje de mujer libre, de rompe y rasga, que se presenta en escena proclamando «Aurorilla la Beltrana, soberana del bolero, ni se rinde por zalemas ni se vende por dinero, en la calle del soldado, donde duerme y vive sola, el que quiera conquistarla pida la vez en la cola».

   Afortunadamente la presencia de Milagros Martín, dominadora de las tablas y el lenguaje zarzuelístico, en el papel de Doña Francisca hizo más llevadero que hace cinco años, el estático y anodino primer acto que prevé este montaje. Igualmente apropiada la intervención de Santos Ariño, -al que hace 32 años vi cantar La Favorita en La Zarzuela con Alfredo Kraus y Shirley Verrett- como un Don Matías auténtico a pesar del desgaste vocal. 

   Manuel de Diego, voz tenoril liviana y corta, pero canto templado, fue un ajustado Cardona, mientras Isaac Galán mostró su cumplidora seguridad de siempre en el papel de Lorenzo Pérez. 

Marina Monzó, Alejandro del Cerro y Manuel de Diego en Doña Francisquita del Teatro de la Zarzuela. Foto: Elena del Real

   No se puede negar algún detalle orquestal por parte de Guillermo García Calvo y cierto sentido de la organización, pero el sonido de la orquesta de la Comunidad de Madrid fue más bien áspero, con una cuerda muy débil y unos metales desabridos, que naufragaron en el fandango. El discurso orquestal, falto de articulación, aristas y chispa, no terminó de remontar el vuelo. 

   El coro, por su parte, demostró su esperado dominio de una de las partituras más representativas de nuestro género lírico, luciéndose en las escenas del primer acto y, cómo no, en el bellísimo coro de románticos del tercero. 

La grandísima Lucero Tena volvió a engalanar con sus castañuelas esta producción con su intervención en el Fandango del tercer acto.

Alejandro del Cerro y María Rodríguez en Doña Francisquita del Teatro de la Zarzuela. Foto: Javier del Real