Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 13-X-2020. Teatro de la Zarzuela. XXVII Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Recital 2. Obras de Gustav Mahler (1860-1911), Hugo Wolf (1860-1903) y Franz Schubert (1797-1828). Anna Lucia Richter (mezzosoprano), Ammiel Bushakevitz (piano).
Fue en mayo de este desdichado 2020 cuando nos perdimos -debido al cierre de teatros del INAEM por la pandemia- el debut de esta floreciente cantante, anunciada en ese momento como soprano lírico-ligera, Anna Lucia Richter (1990), que presentaba un programa en torno a Anton Webern (1883-1945), Wolf y Schubert. Ahora que las aguas están volviendo lentamente a su cauce, nos la reencontramos -sustituyendo a la inicialmente anunciada Juliane Banse-, pero ejerciendo de mezzosoprano en su debut en el Ciclo de Lied del CNDM.
Hemos investigado grabaciones de esta requerida artista, desde sus comienzos hasta la actualidad y, efectivamente, constatamos que ha decidido cambiar de registro -creemos que con acierto- ayudada por algunos reajustes técnicos que comentaremos a continuación. La cantante alemana, acompañada por el pianista israelí Ammiel Bushakevitz (1986), diseñó un programa que recala en obras de Gustav Mahler (con una selección de Des Knaben Wunderhorn), y grupos de canciones de Hugo Wolf y Franz Schubert.
En esa comentada transición vocal hemos comprobado -en el recital que nos ocupa-, que esta mezzosoprano alberga todavía claros tintes de soprano, si bien ahora exhibe una profundidad mayor en el apoyo, que le confiere una mayor robustez en la zona central y en la grave, con subidas al agudo -que en su época de soprano se nos antojaban forzadas-, más seguras, no exentas de un ligerísimo entubamiento en línea con un canto más instrumental, sin vibratos indeseables. Y si bien siempre ha sabido manejar toda su extensión con un elegante virtuosismo, inteligencia y una ductilidad de gran categoría, ahora ha conseguido que el timbre de todas las notas de su extensión sea homogéneo y puesto al servicio de una gran musicalidad y expresividad.
Des Knaben Wunderhorn-Lieder (Canciones sobre Poemas de El Cuerno Mágico de la Juventud) es una composición de hasta 12 canciones sobre textos y cantos populares alemanes. Aunque los poemas ya habían sido utilizados por varios compositores (Mendelssohn, Weber, Loewe, Brahms, Schumann,…), fue Gustav Mahler quien entre 1892 y 1901 les dedicó toda una colección -hoy vista como un ciclo de canciones- con acompañamiento orquestal, si bien existen versiones para canto y piano.
Seis de las doce canciones fueron las escogidas, y confesamos haberlas disfrutado plenamente gracias a una brillante y efectista interpretación por parte de la pareja Richter-Bushakevitz. Destacamos Das irdische Leben [La vida terrenal] -por la dureza trágica, que la cantante hizo creíble en la interpretación, también desdoblada en dos personajes (madre e hijo)- («¡Madre, oh madre! Tengo hambre»): El niño pide pan a su madre ya desde la siembra, pero ella siempre le responde que debe esperar un poco más... Transcurre la siega y la molienda… Cuando por fin el pan está horneado, el niño yace en el ataúd. En la melismática Wer hat dies Liedlein erdacht [Quién ha creado esta canción], disfrutamos de la extraordinaria belleza de la voz de Richter, cantando esas largas frase al modo de liviano y perfecto ‘vocalise’, controlando perfectamente la afinación entre intervalos. De igual forma, y merced al sello de calidad personal -como acompañante- de Bushakevitz, pudimos impregnarnos de la magia hipnótica del vals Rheinlegendchen [Leyenda del Rhin].
El universo de Wolf nos dio oportunidad para comprobar la gran capacidad de cambios de registro interpretativo de Richter, con ausencia total de portamentos y perfecta afinación, así como una gran maestría en la dicción de los textos de Mörike: quietud y parsimonia emocionada en Friedlicher Abend [Tarde tranquila] y Schon zerfliesst das ferne Gebirg [Las montañas distantes ya se están derritiendo]; tormentosa y arrebatada en Begegnung [Encuentro]; introspectiva y psicológica, analizando su velado tormento interior, en Verborgenheit [Ocultación].
En la última parte del recital, que estuvo dedicada a Schubert, disfrutamos muchísimo con la paradigmática canción de ‘Margarita en la rueca’, Gretchen am Spinnrade, D 118, de 1814, basada en un poema de Goethe. Es impresionante comprobar que una cantante -en realidad, todavía joven- pueda abordar de forma tan completa y madura todos los entresijos de esta -aparentemente fácil- canción, que contiene un trasfondo de auto análisis psicológico del personaje que se evalúa a sí misma física y mentalmente -cada vez con más encono según avanza el texto-, y que la cantante hace ostensible aplicando una dinámica ‘sempre crescendo’ muy oportuna.
Por lo que se ve, la juventud no va en contra de poder y saber expresar sentimientos, ya Schubert compuso esta canción sólo con diecisiete años, y también asombra que él pudiera tener tan vasto conocimiento del alma y los sentimientos humanos para reflejarlos en su música:
[…] Soy como una muerta
si él no está junto a mí.
El mundo entero
carece de atractivo.
Enajenada tengo
mi pobre cabeza,
y todos mis sentidos
deliran incoherentes […].
En Wiegenlied [Canción de cuna], disfrutamos del elaborado legato y fraseo de la artista que redujo la ambientación sonora -la de una muy tierna nana- a dinámica pianísimo de forma admirable. Para acabar, qué mejor que Abschied [Despedida], donde Richter decantó los versos de este triste poema que muestra el sentimiento de despedirse de la naturaleza, de lo bello, de aquello que se ama. Ese final con esos largos segundos mágicos de contención del público, antes de romper a aplaudir, fueron clara demostración de que Richter consiguió aquello -tan difícil, por otro lado- por lo que vale la pena ser un artista del canto y hacer traspasar ese espacio inmenso que existe entre el intérprete y el escuchante: comunicar la emoción.
Después de múltiples salidas a saludar por parte de la pareja Richter-Bushakevitz -y aclamados por el público con los «¡bravi, brava!», que está vez casi sí llenaba el Teatro de la Zarzuela-, concedieron dos propinas: la burlesca Wie lange schon [Cuánto tiempo ya], de las canciones italianas de Hugo Wolf -en la que Richter bromeó con su pianista como parte de la interpretación- y An den Mond [A la luna], una de las cuatro canciones de Schubert dedicadas al astro selenita.
Nos queda meridianamente claro que Anna Lucia Richter es un gran valor artístico a seguir muy de cerca, además de por el interés de comprobar el asentamiento de su nueva vocalidad de mezzosoprano, que seguro contará con que la naturaleza y los años sobre el escenario lograrán redondear esa magnífica materia prima que posee, además de por esa técnica que ya luce muy asentada. Ni que decir tiene que el ramillete de princesas del Lied se ha enriquecido con Richter, y expectantes aguardamos a si se confirma su ascenso al trono de este singular género.
Foto: Rafa Martín / CNDM
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