Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 12-XI-2020. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Universo Barroco]. A tribute to the tears. Monográfico de George Frideric Hendel. L’Apothéose: Laura Quesada [taverso barroco], Víctor Martínez [violín barroco], Carla Sanfélix [violonchelo barroco], Asís Márquez [clave].
Con el subtítulo A tribute to the tears [Un tributo a las lágrimas] presentó el grupo español L’Apothéose su monográfico dedicado a la figura de George Frideric Haendel. Responde, lo de la lágrima, según explicó el propio Asís Márquez, a la teoría de los afectos barroca, en la que el humanismo recupera la filosofía de la estética de los antiguos griegos y la aplica a la música.
Para no meternos demasiado en divagaciones filosóficas, podemos resumir en que esta música se crea con la intención de producir un sentimiento en el oyente, de hacer cambiar su estado, su humor. Y en ello no intervenía solo el compositor, sino también el músico que, por primera vez en la historia empieza a ser visto como algo más que un mero sirviente de palacio. Podemos decir que con la implicación del intérprete en esta transmisión del afecto desde la imaginación del compositor hasta el oyente, pasa a ser de artesano a artista.
Hoy en día nos es imposible pensar que los miembros de L’Apothéose no sean artistas. En los pequeños grupos de cámara, al contrario de lo que a veces ocurre en las orquestas, especialmente en las grandes secciones de cuerdas, cada individuo es importante, y un pequeño cambio puede desestabilizar por completo el trabajo de todos. De ahí que esté muy bien pensado mostrar la relación entre el gran maestro Haendel y la teoría de los afectos con su no muy conocido repertorio de cámara del que L’Apothéose está realizando una gran labor de difusión a nivel internacional.
Dentro del programa, podemos realizar una división en dos partes: una más formal y otra más festiva. A la primera pertenecerían las sonatas primera, segunda, tercera y cuarta, del estilo denominado da chiesa, y a la segunda, las dos del opus 5, propias del estilo da camera. La diferencia principal la encontramos en la danza: las primeras no son bailables y las últimas sí.
Comenzamos con la Sonata para trío en fa mayor n.º 4 de su opus 2. De ella hay que destacar el delicado equilibrio que los músicos de L’Apothéose supieron mantener en unas primeras líneas tímidas que se van entrelazando sobre el delicado tapiz que teje el clave con su bajo continuo. Hasta que llegan los dos Allegri finales en los que comienza una elegante batalla –en esta época todo era elegante– entre la flauta y el violín por el predominio.
Fue muy diferente a la otra sonata del opus 2, la Sonata para trío en si menor nº 1, en la que se mantuvo el equilibrio, pero esta vez dolcissimo e affettuso. Sin duda parte del mérito es de Haendel, quien sabiamente dedica este movimiento a la melancolía escribiendo un acompañamiento pausado para un delicado Andante en modo menor, pero de nada hubiera servido sin la complicidad que exhibieron Laura Quesada –al traverso– y Víctor Martínez –al violín–.
La plantilla quedó reducida con las dos sonatas para violín que interpretaron. La escrita en re menor la interpretó Víctor Martínez y, en contra de lo que uno podría imaginarse por la tonalidad, destacó más el contraste y la danza que se dio entre las líneas del violín y el bajo continuo que la tristeza que suele evocar esta tonalidad tan propia de misas de réquiem.
Más sentimental fue la Sonata para violín en re mayor, Op. 1, n.º 13, en su arreglo para traverso en la que pudimos escuchar al meloso violonchelo cantar junto con un traverso que brilló tanto por sus largas notas llenas de sentimiento en los movimientos lentos como por los pasajes virtuosísticos repletos de notas de los dos Allegri.
Las sonatas del opus 5, las da camera, fueron más animadas aunque exigieron mayor trabajo al bajo continuo, con graciosos detalles como cuadno Asís Márquez tuvo que abandonar el teclado para tocar los crótalos y el pandero en la Musette y la Gavotte, respectivamente, de la Sonata en trío en re mayor nº 2. Pero también con exigencias técnicas, haciendo al violonchelo lidiar tanto con el pizzicato como con un acompañamiento que trata de imitar en ocasiones el bordón de la gaita.
Tras este vaivén de sentimientos que supuso el programa, L’Apothéose aún quiso llevarnos más allá con un pequeño extracto del sexto y último cuarteto de París de Georg Philipp Telemann. En una Chaconne extremadamente emocional en la que uno puede experimentar con fuerza la diversidad de los afectos. El bajo continuo y especialmente el chelo jugaron un papel muy importante para crear el ambiente ideal para la expresión de los afectos y, todos ellos, nos enseñaron el poder absoluto de un sonido bien construido, de un arte bien hecho.
Fotografias: Rafa Martín/CNDM.
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