El joven conjunto vocal femenino ofreció un recorrido por algunos de los códices con polifonía medieval más importantes del continente, en un hermoso homenaje a Francia; toda una oda al esfuerzo del trabajo y la humildad para lograr el éxito.
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 07-X-2020. Casino de Madrid, Salón Real. Gaude felix Francia. Obras del Codex Calixtinus, Manuscrito de Firenze, Codex Montpellier y Codex Las Huelgas. Egeria [Lucía Martín-Maestro, Carmen Busquets, sopranos; Ana Fernández, Clara Serrano, mezzosopranos; Fabiana Sans, contralto] | Lucía Martín-Maestro y Fabiana Sans [dirección artística].
La invención de la polifonía fue sin duda el acontecimiento más significativo de la historia de la música occidental. Una vez que se adoptó el concepto, la organización de la dimensión vertical (armónica) de la música se convirtió en una importante preocupación de los teóricos y de los compositores. […] Es precisamente la organización sistemática de los sonidos verticales lo que distingue a la música occidental de todas las demás, ya sea de las producidas por pueblos primitivos o por las sumamente sofisticadas culturas orientales.
Richard H. Hoppin: La música medieval.
Hay algo fundamental que uno percibe al escuchar un concierto como este: el trabajo en profundidad que subyace tras lo escuchado. Esto, que debiera ser una especie de máxima para cualquier intérprete, no se encuentra con la concurrencia esperada sobre los escenarios. Por tanto, uno debe descubrirse ya ante dicho empeño en poner el trabajo por delante del éxito y no de supeditarlo a este. Sin duda, los notables éxitos que está cosechando el conjunto vocal femenino español Egeria, fundado en Madrid en el año 2017, se deben en gran medida a esta obsesión por la minuciosidad y el rigor, no solo en el aspecto interpretativo, sino también en el ámbito de la investigación. Se da la feliz circunstancia de que en las dos mujeres que se encuentran al frente de este ensemble Lucía Martín-Maestro y Fabiana Sans, se funde la doble faceta de musicólogo/intérprete que ambas están desarrollando en la actualidad en París, precisamente la ciudad a la que este concierto dedicó su programa.
Bajo el título Gaude felix Francia –incomprensiblemente modificado por la encargada de la programación musical del Casino de Madrid, aun con la buena intención de dedicar el concierto a los socios y familiares de la institución que han sido víctimas de la pandemia–, el presente programa fue el encargado de inaugurar su XXVI Ciclo Musical. Tener la oportunidad de escuchar en un lugar como este, arquitectónicamente tan impresionante como alejado del mundo de la polifonía medieval, un programa de música temprana supone un encuentro que a uno le reconcilia un poco con la humanidad. París como epicentro cultural y musical de la Europa del Medievo se erigió como protagonista de la velada, a través de los tres géneros principales que allí se desarrollaron entre los siglos XI a XIV: organum, conductus y motetus. Por aclarar brevemente los conceptos, el organum es el primer y más básico género polifónico que se conoce, el cual se construye añadiendo una línea –a la 8.ª, 4.ª o 5.ª– a un canto llano original, que era conocido como vox principalis. Por su parte, la línea polifónica añadida se conoce como vox organalis. Los organa paralelos podían ser simples –si se añadía una voz– o compuestos –más de una voz doblada a la octava–. Si en su construcción el organum se evade de las potentes restricciones del movimiento paralelo de las voces da como resultado el organum libre. Por su parte, el conductus designa los cantos polifónicos entre dos y cuatro voces sobre textos latinos no pertenecientes a la liturgia. Es, pues, una denominación general para un tipo de género que cubre enormes características y temáticas. Los teóricos del siglo XIII reconocían dos tipos de conducti: el simplex, la voz del tenor es casi silábica –una sílaba por neuma– y las voces añadidas se desarrollan en un estilo neuma-contra-neuma propio del estilo discantus; el segundo estilo, con caudade o embellecido, cuyo término proviene de cauda [cola], porque se elabora un pasaje melismático muy extenso en cualquier de las distintas voces del conductus. Para concluir, el motetus o motete proviene del término francés mot [palabra] y se sustenta en la práctica habitual de tropar, pero añadiendo palabras a la voz o voces superiores del organum, ayudando a conformar un género cuyo significado se refería tanto la composición en conjunto como la voz escrita por encima del tenor, denominada duplum, a la cual se había añadido el texto. Si se añadía una tercera voz se denominaba triplum, quadruplum cuando se trataba de la cuarta.
Divido en cuatro bloques, cada uno de ellos dedicados a los correspondientes códices y manuscritos, comenzó el concierto con las cinco integrantes del conjunto entrando en procesión mientras ejecutaban la interpretación de «Nostra phalanx», un conductus a 2 atribuido al clérigo y compositor Ato Episcopus Trecensis, con el que se abrió el bloque dedicado al célebre Codex Calixtinus. Fue interpretado con un refinado trabajo en el unísono inicial, con el posterior paso a dos voces de gran pulcritud en su afinación. El tactus se mantuvo con firmeza, marcado aquí por Martín-Maestro al pandero. El equilibro entre los distintos pasajes monódicos y los polifónicos fue entretejido con gran solvencia. El programa, bien concebido, no solo se centra en París y Francia, sino en su poder para irradiar la cultura y la música del Ars antiqua –o Ars veterum, período correspondiente desde finales del siglo XII hasta inicios del XIV– al resto del continente, teniendo en España a uno de sus máximos receptores. Este códice compostelano, de cuyo apéndice musical no se conocen excesivos ni profundos datos, en uno de los ejemplos más brillantes de la influencia parisina en la polifónica medieval de la Península Ibérica. Otras dos obras completaron la presencia musical del apéndice musical del Liber Sancti Jacobi [c. 1140/1160], que se cree escrito después que el cuerpo del códice: «Iocundetur et laetetur», un himno monódico, atribuido a Guillelmo patriarcha Iherosolimitano, y «Ad Superni», conductus a 2 de Magister Albericus archiepiscopus Bituricensis. El himno se interpretó añadiendo un sustento polifónico –son muchos los estudios que avalan ya el uso de polifonía no escrita en obras medievales incluso antes de la primera aparición escrita de una obra polifónica, en el Musica Enchiriadis [c. 850]– a la línea melódica, elaborando posteriormente un juego entre las distintas voces, cediendo lugar para las intervención de voces individuales, con interesante resultado, a pesar de que una de las voces del conjunto no se ajustó especialmente al estilo, algo recurrente a lo largo del concierto–, mostrando una emisión con evidente vibrato y un gusto más cercano a lo «lírico» que a lo medieval. Correcta la afinación general, aunque hubo que lamentar evidentes desajustes en el acorde conclusivo de la obra. Merece la pena destacar la ejecución de las caudae –produciendo un sonido similar al hoquetus, pero no conformado con los silencios sino con los unísonos en el melisma–, así como la buena gestión de la respiración grupal y el exquisitamente ejecutado unísono en la cadencia final.
El segundo bloque estuvo construido en torno al Manuscrito de Firenze o Pluteus 29.1, custodiado en la magnífica Biblioteca Medicea Laurenziana de la ciudad italiana. Se trata de un manuscrito iluminado, probablemente copiado en el taller de Johannes Gursch hacia la mitad del siglo XIII, siendo la colección más extensa de obras en el llamado estilo de Notre Dame, con más de mil composiciones, incluyendo la mayor parte de las composiciones del trascedente Magnus Liber Organi, esto es, el que incluye muchas de las obras compuestas por los célebres maestros de le Escuela de Notre Dame, Leonin y Perotin. Los anónimos «Gaudeat devotion/Nomen» y «Laudes referat/Quoniam», ambos a 3 partes y en el género del motete-conductus –las voces superiores, que cantan texto, se mueven a la vez como en un conductus simplex– sirvieron para evidenciar el buen trabajo y la calidad de algunas voces individuales, destacando la participación de Martín-Maestro en ambas, que las interpretó con una vocalidad que parece diseñada para este repertorio, de hermoso timbre y una afinación exquisita. Con la aparición de las tres voces surgieron algunos problemas de empaste entre las cantantes. Antes de pasar al siguiente gran bloque se interpretó el conductus a 2 «Gaude felix Francia», atribuido a Perotin (fl. 1200), tomado de Latin 15139, custodiado en la Bibliothèque nationale de France. Una obra compleja que fue traducida por Egeria con una cuidada pronunciación del texto latino, afinación muy ajustada, buen empaste en el trabajo por bloques de voces, importante sincronía en entradas y finales de frase y, especialmente, una muy solvente labor en el aspecto rítmico, con un hoquetus –recurso rítmico consistente en la alternancia de una nota entre las voces de otras que callan, rellenando así los huecos y produciendo un efecto auditivo similar al hipo [la palabra latina hoquetus sirve para designar eso precisamente]– ejemplarmente certero.
Para el tercero de los bloques se escogió el Codex Montpellier, catalogado como H196 en la sección de medicina de la Bibliothèque Inter-Universitaire de la ciudad gala, que recoge música del entorno parisino hacia la mitad del siglo XIII, aunque quizá fue recopilado ya en el año 1300. Destaca especialmente en su contenido el género del motete, como fueron los tres expuestos aquí, a excepción de la primera obra, el impresionante organum a 3 «Alleluia Nativitas», de Perotin, cantado en esta ocasión por cuatro de las voces del conjunto, destacando la magnífica gestión de la voz inferior en la respiración para sus larguísimas notas y muy bien empastadas las dos componentes encargadas de llevarlas a cabo. Las voces superiores estuvieron bien balanceadas en su diálogo, resolviendo con bastante suficiencia la compleja escritura rítmica de esta impresionante pieza, en la cual no pasaron desapercibidos algunos desajustes, que sin embargo no empañaron un resultado general en el que se apreció un trabajo de extrema profundidad. «Trois serors/Perlustravit», un motete anónimo a 4 fue interpretado a una voz por parte, jugando entre los pasajes individuales y los dúos de enorme exquisitez contrapuntística, cuidando mucho la pronunciación del francés medieval y realizando un trabajo de filigrana en la inteligibilidad de las líneas entre las secciones a 1, 2 y cuatro partes. En el motete a 3 «Bele Aelis/Haro, haro/Flos filius» surgieron algunos problemas para mantener con firmeza la voz inferior, mientras que el anónimo «Plus belle que flor/Quant revient/L’autrier joer/Flos filius», otro hermoso motete a 4, llegó con un poderoso y convincente empaque sonoro en las partes a 4, delineando a su vez las líneas independientes con sutileza, configurando un impacto sonoro de gran impacto.
El último bloque estuvo destinado a uno de los manuscritos fetiche para el ensemble Egeria: el Codex Las Huelgas, sin duda uno de los más importantes de la Península en el ámbito de la polifonía medieval. Copiado probablemente hacia la segunda década del siglo XIV y albergado por las monjas del monasterio cisterciense burgalés que lleva su nombre, en él se encuentran cerca de doscientas obras polifónicas anónimas, muchas de las cuales tienen concordancias con otros manuscritos y repertorios del estilo de Notre Dame. Comenzaron con «Ave regina/Alma redemptoris/[Alma]», un motete a 3 cuyas líneas superiores fueron destinadas a Clara Serrano y Lucía Martín-Maestro respectivamente, evidenciando una importante diferencia en las gestión escénica y vocal entre ambas, aunque hay que destacar que Serrano posee un timbre de sugerente redondez y carnosidad cuando se obscurece. Magníficamente bien sostenida la voz inferior, con logrado equilibrio y balance con las voces superiores. El registro grave y la contundencia de la línea de Fabiana Sans es un seguro en este aspecto. El doble conductus «Casta Catholica» vino precedido de una vocalización sobre sus primeros neumas, en una de las obras con una mayor libertad interpretativa y en la toma de decisiones, que parecen fruto de la reflexión y cuyo resultado fue convincente. En el conductus a 2 «O gloriosa Dei genitrix» se apreció un interés por remarcar un cambio de tactus entre secciones, quizá por ello la sección inicial comenzó un tanto lenta, pero con un brillante resultado sonoro. «Mater, patris et filia», conductus a 3, fue interpretado una importante seguridad por parte de las integrantes –hay que remarcar que algunas de las obras del programa fueron cantadas de memoria, lo que refrenda el exhaustivo trabajo con el que se ha enfrentado este programa–. Concluyó el concierto con el motete-conductus «Belial vocatur/[tenura], única pieza a 4 partes de todo el manuscrito, que es además una de las obras predilectas del conjunto. Magnífico cierre, a pesar de los leves desajustes en el inicio de la pieza que fueron solventados con presteza, mimando mucho las impresionantes y sorprendentes disonancias de la obra, con un interesante apoyo tímbrico de la percusión y exhibiendo, especialmente, el magnífico poder de la sonoridad global de este conjunto.
Un potente programa interpretado con mucha solvencia por unas jóvenes intérpretes que están apostando mucho por una forma de mirar la polifonía medieval desde las voces femeninas. Cabe esperar grandes cosas de Egeria, porque si los atisbos de seriedad, rigor, buen criterio y honestidad que están plasmando sobre los escenarios con tan solo cuatro años de existencia van aumentando un poco cada año, en no muchos más estaremos hablando de uno de los conjuntos especializados en repertorio medieval con mayor proyección del continente. El hecho de que estén seleccionadas para formar parte de la edición 2021 del importante programa International Young Artist’s Presentation [IYAP] –que se celebra cada año en la ciudad flamenca de Antwerpen al abrigo de su festival Laus Polyphoniae y que acoge a los conjuntos de música temprana emergentes más prometedores del panorama– dice mucho del futuro que les espera y de la mano certera con que Martín-Maestro y Sans están guiando los pasos de esta viajera hispanorromana rediviva, que diecisiete siglos pareciera continuar su peregrinaje con más energía que nunca.
Fotografía: Sáez Fotógrafos/Casino de Madrid.
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