Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 22-II-2019. Koerner Hall, TELUS Centre. Tales of Two Cities, ideado, programado y escrito por Alison Mackay. Músicas de G.P. Telemann, C. Monteverdi, J.B. Lully, G.F. Haendel, G. Torelli, J.S. Bach, Mohamed Al-Qasabi, Sheikh Abul Ela Mohamed, y autores anónimos de piezas tradicionales árabes. Dirección musical: Elisa Citterio. Dirección escénica: Marshall Pynkoski. Dirección de producción: Glenn Davidso. Programación de proyecciones: Raha Javanfar. Video: Patrick Lavender. Tafelmusik Baroque Orchestra. Narrador: Alon Nashman. Trío Arábica: Voz y Qanún, Maryem Tollar; percusiones, Naghmeh Farahmand; oud, Demetri Petsalakis
El título de este concierto-espectáculo puede despistar: el diseño del espectáculo sigue el mismo concepto del que presentara en 2016 la Tafelmusik Baroque Orchestra. Pero el resultado es muy diferente.
El de 2016 –muy apreciable, claro está: yo misma lo señalé como el mejor presentado en Toronto ese año– era básicamente un concierto multimedia de tipo informativo-didáctico, que comparaba a dos mundos músicales y culturales a través de las coffee houses, existentes en la misma época tanto en Leipzig como en Damasco. Ahora, los ejecutores son los mismos, mas la dirección musical ha cambiado de manera sustancial: el guión es distinto, y subraya con más énfasis la función de esencial nudo de intercambio ya sea de Leipzig, cruce entre la Via Regia (que desde Santiago de Compostela llegaba hasta Moscú pasando por Kíev) y la Via Imperii (la ruta norte-sur conectando Roma y Venecia al Mar Báltico), ya sea de Damasco, cruce entre la Via Maris (que conectaba el Mediterráneo, Siria, Iraq e Iran, al Lejano Oriente) y la ruta norte-sur desde Turquía al Mar Rojo e Yemen, con sus principales paradas en las ciudades santas de Meca y Medina.
Además de ese aspecto de importante cruce de tráfico, las dos ciudades compartían otras dos características: en primer lugar, ambas eran centros de gran efervescencia multicultural (entre otras cosas, Damasco permitía a judíos y cristianos, a cambio de impuestos más altos que para los musulmanos, vivir en la ciudad profesando tranquilamente sus religiones, cultivando y enseñando sus propias culturas); en segundo lugar, desde 1540 un nativo de Damasco había abierto una ‘coffee house’ en Istanbul, y sucesivamente muchas más habían nacido exitosamente, a lo largo del tiempo, en otras ciudades y sobre todo en la capital siriana, mientras que en los primeros años del siglo XVIII –bajo la influencia de diplomáticos y mercaderes de muchos países–, análogos cafés habían surgido, como lugares de encuentro, música y cultura, en las ciudades europeas de Venecia, París, Amsterdam, Viena, Londres y Leipzig. En esta última, 1701 es una fecha importante, pues llega Georg Phillip Telemann, supuestamente para estudiar Derecho. Un año después, sin embargo, asume la dirección del Collegium Musicum para y con los estudiantes de la Universidad de Leipzig, siendo muchos de ellos buenos instrumentistas; al mismo tiempo, la primera iluminación de las calles favorece que los ciudadanos de bien salgan de sus casas de noche. Cuando Telemann deja Leipzig (donde había también invitado por un tiempo al amigo entrañable, Georg Friedrich Haendel), el Collegium Musicum sigue operando en el famoso Café Zimmermann confiado a la dirección de Johann Sebastian Bach. En esos años, había además en Leipzig un importante centro de estudios de lengua y literatura árabe, con una rica colección de manuscritos en las lenguas persa, árabe y turca en la Biblioteca ciudadana.
Habría que hablar también del escenario que hospeda el concierto, inspirado en la auténtica sala de recibir de una rica familia damascena, que el coleccionista alemán Kark Ernst Osthaus compró tal cual en el siglo XIX, y se encuentra hoy en día en el Museo Etnico de Dresda. Cuando en uso en Damasco, era un lugar de encuentro, negocios y relax, donde los dueños recibían a sus huéspedes –incluso a cristianos y judíos, como lo demuestra la cuidadosa selección de las inscripciones en los paneles de las paredes, que excluían las frases más ásperamente religiosa–, para charlar de libros, música, filosofía y ciencia, y declamar poemas, bebiendo interminables tazas de café.
Vengo en cambio a la música: el programa ha cambiado desde la edición anterior y propone combinaciones y contraposiciones muy interesantes.
Después de la Ouverture en Re Mayor de Telemann, el Trío Arábica toca una pieza tradicional, «Badat Min al Khidri» [Ella salió de su tienda], y la canción de amor «Yamul ‘Uyoun Issoud» [Me pierdo en tus ojos negros] a las que las cuerdas responden con el Ritornello del Acto II del Orfeo de Claudio Monteverdi.
«Al Ya Malikan» de Omar Al-Batsh, se contrapone la Chaconne de Cádmo y Hermio de Jean-Baptiste Lully. La Orquesta se apropia de la escena: los demás instrumentos callan mientras cuatro violines tocan dos movimientos del Concierto para 4 violines en Sol Mayor de Telemann, el Allegro de la Sonata en trío en Sol menor, Op. II, n.º 5, de Haendel, y el Presto desde el Concierto para viola en Sol Mayor de Telemann.
Le toca ahora al Trío Arábica con dos piezas instrumentales tradicionales, Tish Nign y Dulab Bayat, a las cual sigue una tercera pieza análoga, Darij Bayat: se asocia brillantemente a la ejecución el violinista Christopher Verrette, con el movimiento Musette del Concerto Grosso Op. VI, n.º 6 de Haendel. La primera parte del espectáculo concluye con Tafelmusik que reanuda la inicial Ouverture de Telemann.
Durante la segunda parte, inician y cierran los autores europeos: el Allegro del Concerto grosso Op. VI, n.º 5 de Haendel; el Allegro del Concierto para violín en Mi Menor, Pp. VIII, n.º 9 de Giuseppe Torelli; una deliciosa selección del Burlesque de Quixotte [La galoppe de Rosinante/Celui d’âne de Sanche e Son attaque des moulins à vent] y la Conclusion del Tercer Libro de la Musique de Table, ambas obras de Telemann; la corta Sinfonía Ehre sei dir, Gott (Gloria a Tí, Dios mío) del Oratorio de Navidad de Bach, que luce la perfecta ejecución de oboes barrocos acompañados por la dulzaina.
El Trío Arábica toca Zikrayati, pieza instrumental de Mohamed Al-Qasabji, y luego «Afidihi in Hafidhal Hawa Ow Diya’a» [Mi vida es tuya, ya sea que tu aún me ames o te haya perdido], poema de Ibn Alnabi, enfatizado por una fantástica improvisación al pandero de Naghmeh Farahmand.
Al Adagio del aria «Wo zwei und drei versammlet sind» (Donde dos y tres de vosotros se reunan), de la Cantata n.º 42 de Bach, sigue nuevamente –y concluye el espectáculo– la combinación/contraposición de la pieza tradicional «Tala’a Min Beyt Abouba» [Yendo de la casa de su padre a la del vecino] con el Ritornello del Concierto en Mi Menor de Telemann.
Con sus más de mil butacas casi todas ocupadas, la Koerner Hall ha prorrumpido en un gran aplauso, con muchísimos bravo y silbidos de entusiasmo.
El espectáculo parte la semana próxima por una gira por los Estados Unidos, exhibiéndose en Pennsylvania, en dos Universidades de Colorado y en dos ciudades de California. Sería maravilloso si música y arte pudieran promover el multiculturalismo y la integración humana ¡como lo hacían en tiempos de la Ilustración!
Pero, por lo pronto, el espectáculo ha sido invitado sólo en los Estados USA más abiertos a la inmigración...
Fotografía: Bruce Zinger.
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