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Crítica: Tafelmusik Baroque Orchestra interpreta Haydn, Mozart y Kraus para despedir de los escenarios a Jeanne Lamon

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Autor: Giuliana Dal Piaz
29 de abril de 2019

De los cuernos de caza a Tempesta e Impulso

Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 25-IV-2019. Trinity-St. Paul’s Centre. The Hunt: Mozart & Haydn. Obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Joseph Martin Kraus y Franz Joseph Haydn. Tafelmusik Baroque Orchestra. Dirección: Jeanne Lamon. Trompa solista: Scott Wevers.

   El programa del concierto –el penúltimo de la temporada 2018-19 para la Tafelmusik Baroque Orchestra– estuvo formalmente dedicado al cuerno de caza, también denominado impropiamente como «trompa francesa».

   A lo largo del tiempo hasta el siglo XIX, la caza ha sido la actividad favorita de reyes y nobles europeos. El único medio de comunicación entre los participantes era, precisamente, el sonido del cuerno, que señalaba el comienzo de la cacería, el avistar de la presa, la dirección a tomar y finalmente, matada la presa, el repliegue de la cacería.

   El cuerno de caza era un instrumento inicialmente muy sencillo: el jinete lo empuñaba de una sola mano, muy cerca de la embocadura, el brazo metido en el anillo principal del cuerno, mientras la otra mano llevaba la rienda. Podía emitir una sola nota a la vez, de tal suerte que el mensaje lo trasnmitía una breve secuencia de notas pre-establecidas. En tiempos del rey Luís XIV, compositores franceses como Philidor, Dampierre y sobre todo Morin, codificaron las señales para la cacería en tres tiempos; éstas eran en cambio de dos tiempos en Alemania y Boemia.

   Con el tiempo, el cuerno adquirió presencia en varias composiciones musicales, generalmente para evocar atmósferas campestres o imágenes de cacerías, volviéndose cada vez más sofisticado, con enroscaduras movibles que permitían emitir más notas. Los instrumentistas también aprendieron a insertar una mano cerrada a puño en la campana del cuerno para variar la tonalidad de las notas, volviéndolo así un instrumento propiamente melódico.

   Es reductivo el título The Hunt [La Cacería] para este concierto. A pesar de la amplia participación en la partitura de la trompa natural, el título hubiera podido hacer perfectamente alusión a los presagios del Sturm und Drang que se notan en todas las piezas del programa, especialmente en la Sinfonía en Do Menor, VB. 142, de Joseph Martin Kraus (1756-1792), que su autor, poco conocido por el público de hoy pero muy exitoso en su época, compuso como homenaje a Haydn. El programa de Tafelmusik presenta sólo el primero (Larghetto-Allegro) de sus tres movimientos, pero basta para detectar un compositor increíblemente moderno para sus tiempos, con unos acordes que pueden incluso recordar a Beethoven.

   Conocido principalmente en campo literario como Tempesta e Impulso por sus acentos intensamente dramáticos (el movimiento, creado en Alemania alrededor de 1770 como reacción contra el racionalismo ilustrado, toma su nombre del título de una tragedia de Klinger), el Sturm und Drang tuvo también gran influencia sobre la música, en la transición desde la época barroca a la romántica, como demuestran tanto la Sinfonía n. 25 en Sol menor, K. 183, que Wolfgang Amadeus Mozart compuso a sólo 17 años, como la pieza de Kraus.

   El plato fuerte de la velada, de todas maneras, es el Concierto para trompa n.º 4 en Mi bemol mayor, K. 495, de Mozart. Este compuso una serie de conciertos para cuerno, dedicados al trompista Josef Leutgeb, su amigo personal y un gran virtuoso del instrumento –que, sin embargo, ganaba con qué vivir gracias a... ¡una tienda de quesos!– al cual se atribuye la difusión del uso de la mano como sordina del cuerno para aumentar el número de notas disponibles. La citación del señal para la cacería es evidente sobre todo al final de la pieza, y al público canadiense recuerda vivamente los versos humorísticos de la popular canción «Ill Wind», que en 1964 los cómicos Flanders e Swanns compusieron y cantaron, sobre esa tonada, en una grabación radiofónica.

   El concierto es un extraordinario diálogo entre el cuerno solista y la orquesta: cuando la trompa «canta», con un increíble control sobre escalas y pasajes arpejados, los demás instrumentos acompañan a la sordina, como un insólito bajo contínuo. En cuanto el cuerno calla, cuerdas y alientos retoman con vigor los acuerdos de la composición. La trompa natural tiene un sonido menos nítido y preciso que la moderna, pero requiere un virtuosismo mucho mayor y seguramente más auténtico, con relación a lo que Mozart quería decir y escuchar: excelente el trompista Scott Wevers (el público lo aplaude con entusiasmo), que extrae de su cuerno un sonido dúctil y variable como las modulaciones de la voz humana.

   Cierra el concierto la Sinfonía n.º 73 en Re Mayor «La Chasse», de Franz Joseph Haydn, que representa casi un compendio del carácter de la velada: el Adagio inicial, ritmado y pensativo, se diluye en un Allegro absorto. El Andante es sencillo y lento como una canción popular, el Minuetto, cantable y agradable, y finalmente el Presto: la chasse, cita un famoso motivo de caza por Jean-Baptiste Morin, «La cacería del ciervo», y finaliza en tono menor, lo cual es singular en una sinfonía de Haydn.

   Este concierto representa la despedida definitiva que le dan al público de Toronto la chelista Christina Mahler y la violinista Jeanne Lamon, Directora emérita de la orquesta de la que fue Directora artística a lo largo de 33 años. En el Jeanne Lamon Hall del Trinity-St. Paul’s, totalmente agotado, es patente el cariñoso homenaje del público a las dos concertistas.

   Por lo que a mí se refiere, le reconozco a Jeanne Lamon el extraordinario mérito de haber creado casi de la nada la Tafelmusik Baroque Orchestra, trabajando intensamente por treinta años al progreso técnico y a la imagen del ensemble, que es hoy en día el más importante y refinado de toda Norteamérica. No me entusiasma, en cambio, su estilo instrumentista poco elegante: me parece que su violín toca, incluso con mucha precisión, mas el arquillo «pesa», no «borda» sobre las cuerdas como veo en otros violinistas, incluso de la misma Tafelmusik... En cuanto a Christina Mahler, el público echará de menos su presencia modesta y esencial, su precisión y su pasión musical.

Fotografía: Sian Richards.

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