Este joven conjunto español planteó un programa inteligente, bien confeccionado, que con inspiración shakespeariana ofreció un recorrido por algunos de los grandes autores, y no, que escribieron para la flauta de pico en los siglos XVI al XVIII.
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 06-IX-2019. Espacio Ronda. Pequeña tempestad. La miniaturización de la creación del universo. Obras de Jacques Hotteterre, Aurelio Virgiliano, Diego Ortiz, Giovanni Bassano, Georg Philipp Telemann, John Playford y anónimo. Serendipia Ensemble [Moisés Maroto y Rita Rodríguez, flautas de pico; Pablo Cantalapiedra, percusiones históricas].
Somos de la misma substancia que los sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir.
William Shakespeare: The Tempest [1610/1611].
Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua lo siguiente acerca de Serendipia, término que da nombre al joven conjunto español protagonista de esta velada musical:
Adapt. del ingl. serendipity, y este de Serendip, hoy Sri Lanka, por alus. a la fábula oriental The Three Princes of Serendip 'Los tres príncipes de Serendip'.
1. f. Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.
Desde luego, no sé si el encuentro de Moisés Maroto y Rita Rodríguez, fundadores y miembros principales de Serendipia Ensemble, fue resultado del azar o de algo más bien premeditado, pero no puedo menos que alegrarme de tan feliz conjunción, de la que cabe esperar grandes cosas en el futuro. Formados ambos en la Escola Superior de Música e Artes do Espectáculo de Oporto, y actualmente residentes en Barcelona, estos dos flautistas ejemplifican lo que supone la última hornada de jóvenes españoles especializados en la interpretación con criterios históricos, pero no solo, pues este programa titulado Pequeña tempestad. La miniaturización de la creación del universo demostró tener tras de sí una reflexión y una búsqueda inteligente de un programa que pueda imbricarse de forma convincente y con un trasfondo. Solo por este motivo ya merecen un reconocimiento, en un panorama musical plagado en demasía por programa sin ningún tipo de contenido más allá del puramente musical y que se presentan de forma muy poco atractiva al oyente.
El Espacio Ronda, una de esas salas madrileñas que acogen conciertos de agrupaciones que se encuentran aún fuera en el circuito de los grandes ciclos y festivales, fue el lugar elegido para presentar en la capital este programa inspirado en The Tempest, una de las grandes obras del «Bardo de Avon». De manera fundamental, el concierto supuso, efectivamente, una miniaturización de la creación, con la presencia de los cuatros elementos [tierra, aire, aire y fuego], que tras el inicial khaos dieron paso a una harmonia de todo ellos, lo que fue celebrado con unas ephemerides a la inglesa, antes de que el telón se volviera a cerrar. La elección de cada una de las obras en relación a los distintos elementos no se explica ni se tienen, a priori, características que sirvan de forma explícita para encajarse en uno u otro de estos. Por tanto, dejando a un lado el debate acerca de su elección, lo cierto es que el programa funcionó, y lo hizo realmente bien. Para una imaginada «apertura de telón» se interpretaron dos hermosos movimientos [Gravement y Gai] de la Suite para dos flautas en Si menor –aquí en un arreglo en Re menor– de Jacques Hotteterre (1674-1763), uno de los miembros más importantes de esta saga fundamental para la interpretación, construcción y composición en el ámbito de las flautas en los siglos XVII y XVIII. Para elección de la obra correspondiente al khaos se escogió un ejemplo de la obra del teórico italiano Aurelio Virgiliano [ss. XVI-XVII] –conocido por su tratado Il Dolcimelo–, una de sus Ricercate, en concreto la que ejemplifica una batalla.
Para los diversos elementos se escogieron obras que fueron desde arreglos de las Disminuciones sobre el Passamezzo antico, extraídas del Trattado de glosas sobre clausulas y otros generos de puntos en la musica de violones [Roma, 1553]. Del toledano Diego Ortiz (c. 1510-c. 1570); hasta la anónima Instampitta Belicha [London Manuscript, c. 1400]; pasando por un Ricercare a 2 sobre las Ricercatas seconda y terza, del italiano Giovanni Bassano (c. 1558-1617), miembro de otra gran estirpe –esta vez italiana– de constructores e intérpretes de flauta de pico. Para la representar la harmonia se interpretó la Sonata para dos flautas en Mi menor, TWV 40:104, originalmente publicada en Sonates sans basse à deux Flutes traverses, ou à deux Violons, ou à deux Flutes à bec y que en el arreglo para flautas de pico adopta la tonalidad de Sol menor. En ella, cada uno de los cuatro movimientos se identificó con uno de los elementos: Largo [tierra]-Allegro [aire]-Affettuoso [agua]-Vivace [fuego]. Para celebrar la buena conjunción de los elementos se celebraron unas ephemerides, protagonizadas aquí por una serie de danzas extraídas del tratado de John Playford (1623-1681) The English Dancing Master or, Plaine and Easie Rules for the Dancing of Country Dances, with the Tune to Each Dance [London, 1651], que recoge música de autores como Thomas Revenscroft, Nicola Matteis y el propio Playford, interpretadas aquí también en arreglos para flautas de pico. Para el cierre de telón se acudió de nuevo a Hotteterre y a su Suite para dos flautas en Si menor, con una maravillosa Passacaille tan característica en su factura francesa, sin duda un gran broche para la velada.
Para este concierto, ambos intérpretes acudieron pertrechados de un buen número de flautas de pico, once en total, tanto renacentistas como barrocas, extraídas algunas de modelos originales y otras adaptadas para la ocasión. Para la mayoría de las obras se interpretaron algunos modelos de flautas renacentistas, algunas de las cuales son copias fidedignas de modelos originales, como la flauta contralto en Sol de Fernando Paz, basada en el modelo conocido como SAM 135, así como una flauta tenor construida por Bob Marvin. Tres modelos de flautas que se inspiran en Sylvestro di Ganassi son flautas modernas con las digitaciones que aparecen en su célebre tratado Opera intitulata Fontegara [Venezia, 1535]. En cuanto a los modelos barrocos, para las interpretaciones de Telemann y Hotteterre, se hizo uso de copias realizadas por Francesco Li Virghi y Joachim Rohmer sobre modelos de Thomas Stanesby. Las interpretaciones Moisés Maroto y Rita Rodríguez resultaron luminosas, vehementes, notablemente refinadas, con breves problemas de emisión en algunos pasajes por parte de Maroto, pero en general técnicamente muy solventes, logrando una conjunción entre ambos muy lograda, con un pulcro trabajo en el sonido –lástima que en algunos momentos el agudo no sonara con total nitidez y a veces con exceso de aire– y especialmente con gran detenimiento en los pasajes a dúo, alcanzando cotas muy altas en las filigranas llevadas a cabo sobre las disonancias, por ejemplo. Incluso los arreglos de piezas como las de Ortiz, Playford o Bassano resultaron gratamente convincentes, muy bien adaptadas a la idiosincrática escritura de la flauta de pico. Por lo demás, un espectáculo muy pensado, incluso desde el punto de vista escenográfico, con una cuidada colocación de los instrumentos por el escenario, con movimientos escénicos que dieron variedad al concierto, logrando un todo realmente atractivo, tanto en lo visual como en lo sonoro. Si no han visto cómo puede usarse un botellero para colocar las diferentes flautas de pico, acudan a un concierto de este dúo y lo descubrirán.
Para este recital contaron con la participación de un invitado a las percusiones históricas. Otro joven intérprete, como es Pablo Cantalapiedra –centrado además de en la percusión en la interpretación de polifonías tardomedievales y protorenacentistas, con su conjunto Timpanum Ensemble (cuyo nombre, término romano para designar a un tipo de tambor, no es una casualidad)–, fue el encargado de apoyar las lecturas de algunas de las interpretaciones con una notable diversidad de instrumentos de percusión históricos, tales como timbales, panderos, tambores, sonajas o incluso el arpa de boca o guimbarda, un curioso instrumento de sonoridad muy reconocible, que fue utilizado en Playford –recordando mucho a las interpretaciones que el conjunto Lautten Compagney grabó en CD hace algunos años–. Siendo el terreno de la percusión en los repertorios anteriores al XVIII un terreno que navega de manera evidente entre un mar de dudas, por la escasa existencia de fuentes al respecto y por la ausencia casi total de elementos escritos en las partituras, la aportación de Cantalapiedra resultó convincente, muy ajustada y apenas desmedida –una de las mejores cosas que pueden decirse de la percusión en este tipo de repertorios–. Solvente en el toque de yemas, así como en la conjunción de toques de dedos y palmas, logrando efectos variados, como la profundidad del grave en el atabal, el sonido tapado contra el sonido abierto, logrando una variedad de sonidos muy interesante y una adecuación rítmica que resultó un aporte de verdadero interés en muchos momentos. Inteligentemente, la percusión se utilizó aquí como un extra que sumara a la interpretación, y no como la excusa para el lucimiento del percusionista «de turno» –que solo tuvo un breve momento para este lucimiento en una especie de improvisación llevada a cabo entre dos danzas de Playford–.
En definitiva, un espectáculo trabajado, reflexivo, logrado y bien ejecutado, que salvo ciertos aspectos a mejorar –lo cual, teniendo en cuenta la juventud de los protagonistas, no será en absoluto un problema– resultó apasionante, demostrando que el universo de la flauta de pico no está, ni mucho menos, agotado. Si un dúo de flautas puede hacer esto, imagínense toda la senda que todavía queda por caminar en un instrumento que para muchos sí está agotado. Serendipia Ensemble ha de ser un conjunto a seguir de cerca si continúan por este camino de hacer las cosas bien y sin prisas.
Compartir