El conjunto madrileño y el falsetista florentino se unen en un refinado y hermoso recital, en el que rescataron del olvido una serie de cantatas espirituales de dos de los grandes autores napolitanos del XVIII.
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 11-III-2019. Basílica Pontifica de San Miguel. XXIX Festival Internacional de Arte Sacro [FIAS] de la Comunidad de Madrid. Adorato Giesu. Cantate spirituale de Francesco Durante y Leonardo Leo. Obras de Leonardo Leo, Francesco Durante y Giovanni Zamboni. Filippo Mineccia • Collegium Musicum Madrid | Manuel Minguillón.
[…] desde la década de 1730 en adelante se ha hablado mucho de la diferencia de enfoque que los dos maestros presenteron y que se dice dividió a Nápoles entre los «Durantisti» y los Leisti». La diferencia entre ambos […] estribaba en si el estilo antiguo y el nuevo debían y podían lograr una simbiosis [«Durantismo»], o si debían permanecer separados, con el tratamiento estricto para el primero y un acercamiento lo más moderno como fuera posible para el segundo [«Leismo»].
Hanns-Bertold Dietz.
Sin lugar a dudas, la cantata da camera fue uno de los géneros vocales «menores» predilectos para los compositores italianos, tanto para los del centro del país –con Roma como epicentro–, como para los del sur –con los napolitanos como dominadores hegemónicos de un género del que se produjeron miles de ejemplos a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII–. Este género vocal, que emerge en Italia a finales del siglo XVI, pero que se desarrolla de manera profusa a lo largo del final del XVII y de buena parte de la primera mitad del XVIII, se construye en torno a un carácter íntimo y a la creciente experimentación que la poesía estaba alcanzando en aquel momento. En estas cantate, una voz –aunque en ocasiones podían construirse sobre un dúo vocal– se acompaña de un leve conjunto instrumental –que podía llevar algún instrumento alto, aunque comúnmente se desarrolla únicamente sobre el bajo continuo– para cantar sobre textos normalmente en lengua vernácula, en cuya vertiente profana buscaban la inspiración en el amor, la naturaleza, la mitología o la filosofía.
Una vertiente similar tenía su espacio en este género bajo la denominación de cantata spiritule, esto es, una obra de carácter sacro, distinguible de algunos otros géneros en según qué regiones solo en virtud de su texto vernáculo y las circunstancias en que se realizó. La cantata spirituale fue cultivada sobre todo en Roma –que fue quizá el centro más importante de la cantata desde el siglo XVII hasta su extinción–, pero no solo, de hecho, Napoli se convirtió a principios del XVIII en un centro primordial en el desarrollo de la cantata da camera –tanto profana como espiritual–. Era muy habitual que los grandes operistas italianos, napolitanos o no, fueron también unos importantes representantes de este género vocal camerístico. El caso de Francesco Durante (1684-1755), uno de los dos grandes protagonistas de esta velada, es curioso y notablemente particular, dado que fue de los pocos napolitanos de este momento que no hicieron carrera en el mundo de la escena, siendo reconocido para la posteridad por su aportación a la música sacra –especialmente–, la música instrumental y la enseñanza –fue un notable pedagogo y teórico–. Es quizá por ello, que sus cantate spirituale –y en general sus dúos y tríos de cámara– resultan tremendamente expresivas y dramáticas, mucho más teatrales comparativamente a las desarrolladas por el otro napolitano de la noche: Leonardo Leo (1694-1744), quien prefiere guardar cada campo para lo que corresponde y no mezclar.
El programa aquí presentado, dentro del marco del XXIX Festival Internacional de Arte Sacro [FIAS] de la Comunidad de Madrid, por el contratenor italiano Filippo Mineccia y el ensemble español Collegium Musicum Madrid, se construyó en torno a estas dos figuras y una serie de cantate spirituale que no se habían interpretado en tiempos modernos, al menos que se sepa, rescatadas todas ellas por el propio Mineccia [Durante] y Manuel Minguillón [Leo] de archivos italianos e ingleses. De Durante se interpretaron dos obras vocales extraídas de sus 6 Cantate spirituali: «Vincesti pur vincesti» [Seneca funato ossia La crudelta di Nerone] –una obra más profana que espiritual, que narra las vivencias del malogrado filósofo Seneca y de la crueldad infligida sobre él por el emperador Nero Claudius Cæsar Augustus Germanicus– y «Lascia alfin mio cor» [Il fine dell’ uomo], ambas de una factura realmente dramática, sostenida siempre por el bajo continuo y con una línea vocal muy bien elaborada, de notable complejidad, un uso importante de la coloratura y una confección claramente virtuosística.
Las tres cantatas de Leo ofrecidas aquí [«Dove fuggo à che pensó», «S'offendesti il mio Signor» y «Vissi nol niego»] mantienen una línea menos teatral, una vocalidad menos escénica, bien labrada, pero no tan ostentiblemente coloreada por el lucimiento del cantante, sino más reflexiva, con un tratamiento melódico más comedido, aunque realmente hermoso –el aria «Piangerò mio Dio» es un magnífico ejemplo de ello–. De igual modo, Leo destina aquí el acompañamiento a un sutil y delicado conjunto instrumental únicamente sostenido por el continuo.
El programa se completó con una serie de obras instrumentales de los propios Durante –una de sus luminosas y virtuosísticas sonata para clave– y Leo –un arreglo para violonchelo de una sonata para flauta y bajo continuo, adaptada de forma muy idiomática y convincente para el instrumento por Minguillón–, así como de Giovanni Zamboni (1664-1721) –notable intérprete de cuerda pulsasa y clavecinista italiano, que dejó unas pocas piezas para laud en su colección Sonate d’intavolatura di leuto [1718], de las que se extrajeron dos movimiento de una de sus sonatas en Sol menor–.
La interpretación vocal, a cargo de uno de los contratenores de mayor proyección y en major estado en la actualidad, el florentino Filippo Mineccia, rozó la excelencia de forma constante, algo que no sorprende ya en el caso de este falsetista. Quizá, por su virtuosismo y una vocalidad tan apabullante, las obras de Durante se adaptaron major a su visión más escénica de esta música, pero supo equilibrar, de manera muy inteligente, las líneas de canto más comedidas y delicadas creadas por Leo, que por lo demás encontraron en la evidente belleza del timbre argénteo del italiano y en su excelsa mixtura de teatralidad y emoción, un boceto magníficamente bien delineado, con un trabajo sobre la dicción y la prosodia del italiano realmente impresionante. A pesar de estar atravesando por una bronquitis, la línea vocal de Mineccia se mantuvo firme, con una ponderosa proyección y una calidad técnica a prueba de cualquier obstáculo. Es, sin duda, uno de las grandes voces del repertorio barroco de la actualidad; ¡y que dure!
Por su parte, el trio de continuistas conformado para la ocasión por el violonchelo de Guillermo Turina, el archilaúd y la guitarra barroca de Manuel Minguillón y el clave/órgano positivo de Miguel Jalôto rindieron al nivel que se epsera de quienes acompañan a un virtuoso como Mineccia. Muchas veces es fácil que los acompañantes caigan en un segundo plano ante una vocalidad tan ponderosa, musical y escénicamente, pero estos tres excelentes instrumentistas mantuvieron bien alto el pabellón de los «tañedores», merced a un trabajo exquisitamente labrado en el detalle, un continuio desarrollado de manera muy inteligente, muy variado en cuanto a la adaptación tímbrica según el momento, con una elección inteligente de la ornamentación. Un continuo bien equilibrado, muy presente en todo momento, pero sin recargar, elaborando de forma efectiva y efectista el papel que el continuo deber tener por definción: acompañar y sostener la melodía, aportando color, expresividad y carácter, pero sin forzar ni ensombrecer a aquello que acompaña. Su trabajo, tanto en este acompañamiento, como en sus momentos de lucimiento personal –todos tuvieron oprtunidad de ofrecer algo a los presentes– es sin duda digno de alabar. Que Turina es un portento de técnica y un violonchelista de enorme musicalidad está quedando claro en este FIAS 2019 –salvo su traspiés en el concierto de Francisco Brunetti, acompañado por La Tempestad–; aquí volvió a refrendarlo, tanto en la sonata de Leo, como en su acompañamiento, repleto de sutilezas, de un hermoso y pulido sonido, así como de un fraseo realmente natural y muy expresivo. El teclista portugués, al que disfrutamos menos por estos lares, es un dechado de inteligencia musical: siempre atento a las necesidades, siempre acertado en su elección del color, siempre limpio en los pasajes más complejos. Realmente es un placer escuchar un continuista tan firme, que además es un solista de gran capacidad interpretativa, como demostró en la sonata de Durante. Por ultimo, Minguillón es uno de los mejores continuistas del panorama español en cuanto a la cuerda pulsada se refiere. Son muchas ya las ocasiones que me sorprendo prestando especial atención a su línea, porque siempre ofrece algo sorprendente y bello; no brilló en sus obras a solo, pero ofreció unas lecturas notables de Zamboni.
Un lujo escuchar a cuatro intérpretes tan bien conectados, con un programa bien pensado, inteligente, de música bella que no se había escuchado probablemente desde hace varios siglos y, además, que puede servirse con la calidad necesaria en un festival que no deja de regalarnos momentos memorables. Que sean mucho más, por favor.
Fotografía: Patrimonio Nacional.
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