El ensemble español sigue siendo una de las referencias absolutas en la interpretación vocal e instrumental del repertorio tardomedieval y renacentista temprano, como demostró en un concierto que logró trasportarnos siglos atrás.
Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 02-III-2018. Iglesia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis Obispo. XXVIII Festival Internacional de Arte Sacro. Salve Psallentes. La Liturgia mariana del Buxheim Codex. Obras de Bartolomeo Bruolo, Walter Frye, John Dunstaple, Jean Pullois y anónimos. Tasto Solo | Guillermo Pérez.
Hay pocas propuestas siempre tan personales, particulares y reconocibles al oído como las que presenta el conjunto español –aunque apenas se les llame para tocar en su propio país, una de esas cosas que uno nunca entenderá– Tasto Solo. Cuando empiezan a sonar sus instrumentos predilectos –organetto, clavisimbalum, clavicytherium, arpas, fídulas…–, acompañando a las voces, o bien en un maravilloso discurso solista que se despliega entre las glosas y ornamentaciones, las improvisaciones, el ritmo dramático del concierto, el ir y venir de bellas melodías entre los siglos XIV y XVI… uno automáticamente se da cuenta de que eso es puro Tasto Solo. Únicamente las propuestas llevadas a cabo por el conjunto Mala Punica –que dirige Pedro Memelsdorff, y que por otro lado cuenta con el núcleo duro de Tasto Solo entre sus miembros– puede evocar a las del ensemble español, especialmente en las relativas al repertorio tardomedieval. Para su presencia en el XXVIII Festival Internacional de Arte Sacro [FIAS], que organiza la Comunidad de Madrid, elaboraron una de sus recientes propuestas, que bajo el título Salve Psallentes. La Liturgia mariana del Buxheim Codex presenta una serie de composiciones religiosas extraídas de dicho códice alemán, en el que se encuentran numerosos ejemplos que atestiguan la tradición instrumental relacionada con el rito religioso en el contexto de las capillas alemanas del sur a mediados del siglo XV, un repertorio sacro indisolublemente unido con el culto mariano.
Por tanto, todas las obras interpretadas se engarzan en esta tradición mariana, tan poderosa en toda la historia de la música sacra de Occidente, con ejemplos que van de los autores anónimos aparecidos en el propio manuscrito de Buxheim o Buxheimer Orgelbuch, así como en otros manuscritos del período, como los de Winsum, Lochamer, Schedel o Kras. Cantos llanos con inspiración mariana se aunaron a framgemtos del ordinario de la misa y a motetes de autores bien conocidos entre el repertorio polifónico vocal del Renacimiento temprano, como los ingleses John Dunstaple (c. 1390-1453), Walter Frye (fl. 1450), el italiano Bartolomeo Bruolo (fl. 1420) y el franco-flamenco Jean Pullois (¿-1478). Como es habitual, las voces se entremezclan entre sí, se presentan sobre un bordón o sencillamente se imbrican en un impresionante diálogo con la nutrida y refinada presencia instrumental presentada por los cuatro instrumentistas de la noche.
Tasto Solo es un brillante ejemplo del trabajo concienzudo y la calidad artística con letras mayúsculas. No es solo que sus programas tengan el aliciente de unir, como en muy pocas ocasiones, la musicología con la praxis interpretativa, sino que además sus conciertos son un dechado de ritmo escénico, del planteamiento de un repertorio casi como un todo de principio a fin, en el que las piezas se suceden en un continuum apabullante que trasciende la mera escucha, logrando transportar al oyente seis siglos atrás. Contando para la ocasión con la siempre certeras y sugerentes voces de Barbara Zanichelli y Albert Riera, soprano y tenor respectivamente, aunque en este repertorio cabe quizá remarcar su estado como voces que se desmarcan de las tesituras convencionales a vista del siglo XXI, especialmente la de Riera, que transita por un registro muy amplio, dando buen uso a su registro de cabeza e hilvanando de forma delicada el registro natural con el falsete. Ambos, cantantes de amplio espectro, se mueven de forma muy fluida y evocadora en estos repertorios, en los que no son necesarias excesivas florituras, sino simplemente sugerir en lo tímbrico y enviar el mensaje que el texto quiere remarcar, más como una función adoctrinadora –en su tiempo, no ahora–, en el que el mensaje debe calar por sí mismo, sin expresión alguna. El resultado entre la ornamentación y el virtuosismo permanente de los instrumentos de tecla, en contraste con la sencillez de las voces –algunas veces en unísonos realmente cuidados y de afinación excepcional, otras con armonías muy sencillas por acordes paralelos–, es absolutamente fascinante. Además, las voces van y vienen por la iglesia, rebuscando el efecto escénico, ora la parte superior del altar, ora las naves laterales, ora una de las capillas cercanas, en un efecto realmente dramático.
Y qué decir del apartado instrumental, brindado excepcionalmente por los dos habituales intérpretes de tecla del ensemble. No exagero si digo que tanto Guillermo Pérez como David Catalunya son dos referentes a nivel mundial en sus respectivos instrumentos. El primero ha logrado desarrollar una técnica propia, lo que le convierte en un instrumentista único en el noble arte de tañer el organetto, instrumento de suma importancia en los siglos XIV y XV, que posee una sonoridad tan evocadora y deleitosa de principio a fin. Algo similar puede decirse de Catalunya, quien en los instrumentos de teclado de cuerda pulsada –en esta ocasión el clivisimbalum– no tiene igual en el panorama actual de la interpretación histórica de estos repertorios. Nadie como ellos lograr establecer un discurso tan apabullantemente natural a la hora de glosar y ornamentar todo tipo de melodías. No solo son técnicamente impolutos, sino que el nivel de refinamiento y sutileza alcanza cotas superlativas en sus manos. Ante esto, la labor de Bérengère Sardin al arpa gótica y de Pau Marcos a la fídula se vuelve quizá injustamente compleja, por tener que igualar el nivel de excelencia de sus compañeros. Sin embargo, ambos son unos embajadores fantásticos de sus respectivos instrumentos, y saben adoptar esa posición supuestamente secundaria, alcanzado a su vez un nivel impresionantemente alto. No es fácil abordar con esa elegancia las líneas del bajo, los bordones o los acompañamientos más discretos en la fídula y hacerlo con esa solvencia. Por su parte, Sardin es realmente virtuosa y, aunque en muchas ocasiones no tiene oportunidad de demostrar toda su capacidad técnica, sus líneas resultan siempre coherentes con el discurso, inteligentes y sutilmente ornamentadas. Ambos son un absoluto lujo para este conjunto, conformando junto al dúo Pérez/Catalunya un ensemble de primer nivel mundial.
En muy pocas ocasiones uno puede disfrutar de un programa tan refinado, exigente y específico llevado a cabo con tal rigor, criterio y honestidad profesional. El público respondió con una atención y silencio de los más respetuosos que recuerdo en la historia reciente del FIAS, lo cual deja patente el poderoso impacto que la propuesta de Tasto Solo provoca en el oyente. Solamente un conjunto de excelencia tal es capaz de ofrecer un repertorio de tanta densidad intelectual y hacerlo asequible a prácticamente cualquier público asistente. Eso, en los tiempos que corren, es una verdadera proeza y algo muy necesario. Desde luego, el Ars Subtilior, la incipiente polifonía renacentista o la música instrumental de finales del Medievo no son –ni deben serlo– músicas asequibles para todos los oídos ni mentes –especialmente–, pero sí son más accesibles de lo que muchos a priori pueden creer. Esto, junto a su nivel cualitativo tan elevado, son los dos puntos que cabe recalcar con mayor efusividad en la historia de este conjunto, al que sigo deseando triunfos constantes y especialmente una mayor presencia en los escenarios de este país. Esa será una magnífica señal de que estamos evolucionando en algo...
Fotografía: Pablo F. Juárez.
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