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Crítica: Tafelmusik Baroque Orchestra continúa su temporada de conciertos

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Autor: Giuliana Dal Piaz
11 de febrero de 2018

Las acrobacias de una flauta

   Por Giuliana Dal Piaz
Toronto, 8-II-2018, Trinity-St.Paul’s Centre. Temporada 2017-18 de la Tafelmusik Baroque Orchestra (8-11 de febrero). A RECORDER ROMP, músicas por Jacob Van Eyck, Antonio Vivaldi, Georg Philip Telemann. Director: Elisa Citterio. Violines: E. Citterio, Julia Weldman, Christina Zacharias. Viola: Patrick G. Jordan. Violonchelo: Allen Whear. Contrabajo: Alison Mackay. Oboe: Marco Cera. Fagot: Dominic Teresi. Laud: Lucas Harris. Clavecín: Stefano Demicheli.

   Tafelmusik Baroque Orchestra de Toronto, que está a punto de cumplir cuarenta años desde su fundación, siempre ha sido un ensemble de calidad, mas desde que la violinista italiana Elisa Citterio ha sido nombrada su Directora artística, ha mejorado aún su nivel de ejecución. Elisa ha renovado los contenidos, introduciendo en los programas a autores muy conocidos pero también a unos cuantos desconocidos por el público canadiense; piezas musicales que son caballos de batalla de la música barroca (como las Cuatro Estaciones de Vivaldi, separada en sus 4 movimientos en 4 conciertos distintos) y piezas menos conocidas o totalmente desconocidasi. Desde este punto de vista, cada concierto de Tafelmusik constituye para el público una segura oportunidad de disfrute y aprendizaje musical.

   El segundo concierto de 2018, A Recorder Romp (Retozos de una flautaromp es una palabra difícil de traducir en este contexto, pues típicamente se refiere a los alegres juegos de un niño, pero también puede referirse a un logro particular–), apunta la mirada a un instrumento injustamente considerado “menor” en la imaginación del público, por ser el instrumento de elección en las escuelas secundarias: la flauta dulce.

   Desde hace años, la flautista Alison Melville es miembro de planta del ensemble de música antigua The Toronto Consort, toca muy a menudo con la orquesta Tafelmusik en Canadá, pero realiza también muchas giras artísticas en otros países.

   El orgánico normal de la Tafelmusik Baroque Orchestra se reduce en este caso a un conjunto de cámara: 3 violines, 1 viola, 1 violonchelo, 1 contrabajo, 1 oboe, 1 fagot, 1 laud barroco y 1 clavecín.

   La pieza que da inicio al concierto, la única para sola flauta, consiste en una serie de variaciones sobre un tema que simula el canto de un pájaro, The English Nightingale [El ruiseñor inglés] desde Der Fluyten Lust-Hof [El Jardín de las Delicias de la Flauta], por el campanero olandés Jacob Van Eyck. No hay ningún aliento en el orgánico de la segunda pieza, La primavera de Las Cuatro Estaciones, de Antonio Vivaldi, así como en el de la penúltima, el Concierto para tres violines en Fa Mayor, del Libro 2º de Tafelmusik, de Georg Philipp Telemann. Las demás piezas del concierto están, en cambio, expresamente dedicados a la flauta: el Concierto para flauta y fagot en Fa Mayor, TWV52:F1, de Telemann, caracterizado por un hermoso dialogo entre flauta y fagot, que se alternan sobre una terna de notas repetidas, para después tocar conjuntamente entre ellas y, en el Allegro final, con el bajo contínuo (clavecín y contrabajo); el Concierto de cámara para flauta, oboe, violín, fagot y bajo contínuo en Sol Menor, RV107, Vivaldi – de hecho un cuarteto –, que el autore dijo querer rendir al “estilo antiguo”. El bajo contínuo lo dan aquí clavecín, laud y contrabajo, y su melodía se desliza fluída y harmoniosa como una cinta de seda; el Cuarteto para flauta, oboe, violín y bajo contínuo en Sol Mayor, TWV43:G6, de nuevo de Telemann (esta vez, dan el bajo contínuo clavecín y fagot); y finalmente el Concierto para flauta en Sol Mayor, RV 443, de Vivaldi, que cierra el programa.

   El sentimiento dominante que deja la velada es el placer: el placer de escuchar unas piezas musicales interpretadas con tal precisión, energía y entusiasmo; el placer que es fácil leer claramente en la actitud de los músicos mismos durante la impecable ejecución de sus partituras; el placer de compartir el entusiasmo del público, que no se parece en nada a la habitual, cortés y tolerante aceptación de lo que ocurre en el escenario; el placer, finalmente, de una inesperada sorpresa: la clavecinista-organista Charlotte Nediger ha sido reemplazada por enfermedad por el italiano Stefano Demicheli (Director y clavecinista del Dolce & Tempesta Ensemble), que ha generosamente aceptado integrarse al último minuto, acogido por una auténtica ovación final por la transformación sonora que ha sabido dar al instrumento. Desde aquello que estamos acostumbrados a escuchar como una espineta algo gastada, de sonido metálico un poco estridente, sus dedos enérgicos, casi agresivos, han sacado sonidos profundos, amplios, parecidos a los tonos graves de un órgano.

Fotografía: Sian Richards.

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