Por Álvaro Menéndez Granda | @amenendezgranda
Madrid. 14-VII-2018. Auditorio CentroCentro. Fundación Più Mosso. Obras de Tchaikovski, Ravel, Gómez Vázquez y Dutilleux. Fundación Più Mosso. Cuarteto Seikilos: Iván Görnemann, violín; Pablo Quintanilla, violín; Leonardo Papa, viola; Daniel Acebes, violonchelo. Susana Gómez Vázquez, piano.
La Fundación Più Mosso, en su incansable afán por promover el talento musical de nuestros jóvenes intérpretes, ofreció el pasado 14 de julio en el auditorio CentroCentro el concierto de clausura de su temporada, y lo hizo con la participación de cinco músicos a los que conviene no perder de vista. Por una parte, el Cuarteto Seikilos, que interpretó de manera muy convincente el Cuarteto n.º 1, Op. 11, de Tchaikovski; por otra, la pianista complutense Susana Gómez Vázquez, que llevó el peso del programa con Le Tombeau de Couperin de Ravel, su propia composición Ella, y la asombrosa Sonata Op. 1 de Dutilleux.
Quien me conoce sabe que Tchaikovski no es mi fuerte, pero me veo en la obligación de alabar su Cuarteto Op. 11, de coherente factura y hermosas ideas. Estructurado al modo habitual, en cuatro movimientos, la obra transita por multitud de evocadores espacios sonoros, y lo que muchas veces echo en falta en la música del compositor ruso aparece aquí a su más alto nivel, la coherencia formal y el desarrollo fluido de las ideas temáticas. Si la obra posee gran interés y belleza, no menos de ambas cosas tiene la versión del Cuarteto Seikilos. Sonoridad equilibrada, facilidad para hacer saltar las melodías entre instrumentos sin apenas notar el cambio, y calidez tímbrica, todo ello sin renunciar a la dosis justa de espontaneidad que cualquier concierto debe tener para terminar de ser una experiencia completa. Mis felicitaciones a los miembros del Seikilos por su excelente trabajo.
Salió después al escenario la jovencísima Susana Gómez Vázquez, que con sus casi veintitrés años arrojó sobre el público su imagen enérgica y su temperamento impetuoso. Comenzó el programa, titulado El París de la posguerra, con la obra Le Tombeau de Couperin, de Maurice Ravel, que como muchos ya saben es una de mis composiciones predilectas de su autor. Con gran interés escuché la versión que Gómez Vázquez hizo de esta maravillosa suite en seis movimientos y, aunque hay ciertos pasajes en los que creo que la obra pide algo más de mesura en los tempi y de austeridad con el pedal, lo cierto es que la pianista demostró poseer una técnica sobradamente capaz de acometer los grandes retos musicales que plantea la partitura del francés. Después de Ravel, Gómez Vázquez interpretó su propia composición Ella, una obra en la que —según su propia autora— hay influencias de Ginastera y Messiaen. Sobre un único motivo que evoluciona y se transforma progresivamente, Gómez construye una obra en tres secciones empleando técnicas variadas y recurriendo a menudo a su propia voz. Un trabajo ciertamente interesante.
Finalizó la tarde con la Sonata Op. 1 de Dutilleux. Si todavía queda algo del niño que en su momento fui, con toda seguridad ese algo es la capacidad de asombro. Y me alegra descubrir cada cierto tiempo que aún encuentro músicas que me sorprendan como lo ha hecho esta monumental y dificilísima sonata de Henri Dutilleux. De sonoridad dura, de ritmos intensos y férreos, la Sonata se estructura en tres movimientos de los cuales el último es, a mi juicio, el más interesante. Configurado como un coral con variaciones, la escritura se densifica y se hace gruesa e impenetrable, aunque no para las manos de Susana Gómez Vázquez, que atraviesa sus compases con decisión y solidez técnica. Así lo apreció el público, que aplaudió intensamente su intervención hasta arrancarle una propina tan dulce y sensible como la Danza de la moza donosa de Ginastera.
La polifacética pianista deslumbró al auditorio con su vitalidad y su enérgica presencia escénica. Personalmente considero que Susana Gómez Vázquez tiene mucho potencial y que, de continuar en el camino que ya está recorriendo, podremos ser testigos del despegue de una carrera profesional sólida y competente. Desde aquí espero y deseo que no se obsesione con la técnica, pues en ese terreno ella ya tiene los deberes más que hechos, y a partir del momento dulce en que se encuentra encamine su intenso trabajo hacia la maduración de su gran musicalidad. El tiempo y el esfuerzo lo harán posible. Mientras tanto, yo seguiré de cerca su trayectoria.
Fotografía: susanagomezvazques.com
Compartir