Por José Amador Morales
Valencia. Palau Les Arts. 01-IV-2018. Giuseppe Verdi: Il corsaro. Michael Fabiano (Corrado), Kristina Mkhitaryan (Medora), Oksana Dyka (Gulnara), Vito Priante (Seid), Evgeny Stavinsky (Giovanni), Ignacio Giner (Selimo), Antonio Gómez (Un eunuco), Jesús Rita (Un esclavo). Cor de la Generalitat (Francesc Perales, dirección del coro). Orquesta de la Comunidad Valenciana. Fabio Biondi, dirección musical. Nicola Raab, dirección escénica. Nueva coproducción del Palau Les Arts de Valencia y la Ópera de Montecarlo.
La decimotercera ópera del catálogo verdiano ha sufrido una fama de obra menor prácticamente desde el día de su estreno, de éxito muy discreto. Basada en la obra homónima de Lord Byron, con Il corsaro, Giuseppe Verdi quiso saldar su deuda con Lucca, el editor de la “competencia” frente a un Ricordi con quien llegaría a entablar una relación que superaría lo meramente profesional. Hay quien ve en ello una falta de preocupación por parte del compositor de Busetto con respecto a esta obra a cuyo estreno en Trieste no asistiría por encontrarse en París. No obstante, si analizamos la obra con cierta perspectiva, atisbamos interesantes avances en cuanto a la orquestación y a cierto tanteo con la estructura músico-dramática que cuajaría en títulos posteriores, particularmente en la llamada trilogía popular. Además tenemos un rol como el de Corrado, todo un bombón para los tenores, y una inspirada escena inicial de Medora con el aria “Non so le tetre immagini”, probablemente lo más conocido de esta ópera y a menudo interpretada en conciertos y registros discográficos por tantísimas sopranos (Callas, Sills, Caballé, Norman, Devia, Radvanovsky…).
La ocasión de poder disfrutar de esta rareza verdiana al completo y de forma escenificada indudablemente ha sido única. Dicho esto, la propuesta escénica de Nicola Raab para el Palau Les Arts de Valencia, nos ofrece al clásico formato de representar al escritor repensando la historia en tiempo real y convirtiéndose en el propio protagonista según el pasaje, en una suerte de Byron-Corrado. A partir de ahí, tampoco hay mayor creatividad y la dirección de actores aparece casi esbozada, con puntuales efectos como, por ejemplo, el hecho de que Medora se envenene y muera dos veces (en el primer acto –¿spoiler?– y al final de la ópera), las ya casi inevitables proyecciones audiovisuales, mucho plástico colgando a manera de autolavado de coches, etc.
Fabio Biondi, que esta semana acaba de dimitir como director musical del Palau Les Arts, tuvo el mérito de tomarse en serio una partitura a menudo maltratada. Su dirección adquirió las características esenciales que ya mostrara a propósito de la Lucrezia Borgia de la pasada temporada, esto es, una transparencia y un indiscutible refinamiento tímbrico partiendo de una orquesta reducidísima de apenas cuarenta músicos que obligó a elevar el foso prácticamente al nivel de platea. Tal vez había en ello algo de pretensión historicista en un intento de mostrar la textura orquestal originaria del contexto en que la obra fue creada. Al margen de ello y como ya sucediera con la citada obra de Donizetti, Biondi volvió a pecar de falta de intensidad, de fogosidad y, en definitiva, de un brío y empuje tan afín a este Verdi “de galeras”. Algo que fue evidente en las cabalette donde, al contrario, el director palermitano introdujo discutibles desaceleraciones y reguladores dinámicos. Por otra parte, también evidenció cierto distanciamiento idiomático con el universo verdiano con una articulación demasiado artificiosa y poco natural.
En cuanto a las voces, en el rol protagónico Michael Fabiano lució su habitual talante extrovertido y comunicativo, con evidente entrega en las cabalette. Pero su canto es siempre muscular y su técnica insuficiente, lo que le lleva conforme avanza la representación a acusar fatiga vocal, con un fraseo a menudo forzado y poco refinado así como un registro agudo progresivamente estrangulado. Kristina Mkhitaryan supuso un agradable contrapunto en este sentido pues su Medora resultó muy interesante por medios escénicos y vocales, con un instrumento de típico color eslavo algo impersonal pero bello. La soprano rusa acabó convenciendo por su canto legato de gran calidad y un fraseo con cuidados matices expresivos; sin duda una cantante a seguir.
Oksana Dyka ofreció una Gulnara cuya voz sólo presentaba estabilidad y cierto esplendor a partir del primer agudo, donde se proyectaba de forma impactante. Sin embargo, su emisión casi siempre entre mezzoforte y forte llegaba a saturar y su tendencia a un fraseo histriónico y exagerado resultaba grotesca, especialmente en los recitativos. Por su parte, Vito Priante convenció a despecho de su escaso volumen (tal vez demasiado) con un Seid musical y entregado en la cabaletta “S'avvincina il tuo momento”, bastante aplaudida por el público. Muy bien el resto del reparto, con un coro y orquesta al altísimo nivel que acostumbran.
Fotografía: Mikel Ponce/Miguel Lorenzo.
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