Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 9-IV-2018. Madrid. Teatro de la Zarzuela. XXIV Ciclo de Lied. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Recital 6. Obras de Franz Schubert y Robert Schumann. Florian Boesch (barítono), Justus Zeyen (piano).
En estas convulsas semanas que estamos viviendo alrededor de la unificación –para la mayoría, 'OPA hostil'– del Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela, los hados parecen haberse confabulado para que nadie osara pisar las tablas del sacrosanto y público coso de la Calle de Jovellanos. Primero, la huelga de los trabajadores del propio teatro, que imposibilitó el estreno y las funciones de la zarzuela Policías y Ladrones, de Tomás Marco. Después, la suspensión del concierto de María José Montiel (Descubriendo a Padilla), 'por indisposición repentina debidamente justificada' –según reza la nota del teatro–, y que se aplaza al 7 de mayo próximo.
En cuanto al Ciclo de Lied, la primeramente anunciada Anna Lucia Richter también suspendía por una afección vocal, siendo sustituida por la soprano Julia Kleiter. Pero no quedó ahí la cosa. Según nos contó con gracejo –en el propio escenario del presente recital– Antonio Moral, junto al intérprete que definitivamente defendió este recital número 6, el austríaco Florian Boesch (1971), la situación fue estresante… Y es que también Julia Kleiter canceló el viernes 6, por la tarde, y no fue hasta el día siguiente (sábado, 7), por la noche, cuando Antonio Moral pudo confirmar a este barítono como el definitivo intérprete. En cuanto al programa, un tanto improvisado, según se contó, se montó a partir de unas equilibradas primera y segunda partes, basadas en el binomio Schubert-Schumann, acompañado todo ello por un verdadero especialista en este repertorio, cual es el pianista Justus Zeyen (1963).
En la primera parte, los Lieder de Schubert seleccionados pendularon entre lo mitológico, defendiendo a los dioses o ensalzando la Gloria de Grecia –y esbozando un lamento por aquel paraíso perdido de romántica imaginación– (Prometheus, D 674, y Gruppe aus dem Tartarus, D 583, Die Götter Griechenlands, D 677), y mostrando lo mundano de nuestras limitaciones y lo inexorable de nuestro destino (Grenzen der Menschheit, D 716, Los Límites de la Humanidad). En esta última, de bella prolijidad, Boesch le sacó todo el partido posible adecuándola muy bien a la ductilidad de sus graves. Otras facetas a favor son que la voz de nuestro protagonista es densa y de apreciable volumen, pero un tanto áspera y con una emisión más bien abierta y engolada en el registro agudo.
En Der Pilgrim, D 794, el carácter adoptado por Boesch –buen contador de historias en el escenario– es fiel al paralelismo que comparte este relato en miniatura con el ciclo Die schöne Müllerin. A nadie se le escapa que un tema común es 'el viaje' en la primavera de la vida (tanto el joven que se acerca al molino como el peregrino están caminando hacia un nuevo destino). El motivo musical del agua, es otra de las coincidencias, que aquí Justus Zeyen sabe reflejar perfectamente al piano. Finalmente, y a pesar de los comienzos felices, el devenir se ve abocado a la derrota definitiva del idealismo y de la esperanza.
En el otro extremo, la quietud escalofriante de Meeres Stille, D 216, en la que Boesch hace creíble un mar ominosamente silencioso y en calma chicha, sólo con ligeros movimientos en la línea vocal, y un acompañamiento de piano silencioso y tenue. Para finalizar, la pesada soledad de los que se autoculpan, personificada en el arpista. Este es el tema en el que se centran los tres Cantos del Arpista (Gesänge des Harfners), que Boesch interpreta utilizando un sonido y una articulación que se acerca en muchas ocasiones a la declamación más que al canto propiamente dicho, con la imprescindible y adecuada expresividad para prestar una interpretación aceptablemente alemana del Lied. Estupenda labor la de su acompañante al piano imitando a la perfección el arpa.
En la segunda parte, el plato fuerte vino de la mano de los denominados por Schumann como Liederkreis (término que se puede traducir como 'Círculo’ o ‘Ciclo de Canciones cerrado sobre sí mismo'). Son dos ciclos de Lieder compuestos por el músico en plena enajenación amorosa con su futura esposa, Clara Schumann. Sobre estos bellos textos de Heinrich Heine, es inevitable la comparación interpretativa de cualquiera que aborde este repertorio con la que hiciera el gran Thomas Quasthoff. En el caso que nos ocupa, y por tipo de voz, opinamos que quizá está más cerca de versiones como la de Bryn Terfel, pero sin llegar al dominio del binomio texto-interpretación, siendo Boesch menos cuidadoso y refinado, con una expresividad más plana, más declamada y menos matizada, llegando en momentos puntuales a 'romper' el legato. Aunque estaba programado, el cantante omitió el último de los nueve, Mit Myrthen und Rosen.
Para completar la segunda parte, cantó primero Der arme Peter (eliminando también el último, Der arme Peter wankt vorbei), grupo de canciones que se enfocan en contar la angustia y el fallecimiento de un hombre, donde la parte vocal alcanza su parte más grave –cosa que favorece a nuestro cantante– para reflejar las intensas emociones del personaje. Y, al final, los Cantos del Arpista en la versión que recreó Schumann. Muy interesante la comparativa respecto de las de Schubert. Ante la insistencia de los aplausos del público, Florian Boesch y Justus Zeyen concedieron las propinas Die Lotus Blume (Schumann), y Du bist wie eine Blume (Schumann), ambas con versos de Heine.
Como comentario final, apuntaremos que, ante cualquier contingencia, el tándem Schubert-Schumann resulta un valor seguro. Al parecer, la disponibilidad de Florian Boesch estuvo favorecida al estar preparando éste en Madrid (22 de abril, Auditorio Nacional de Música), para el CNDM (en su ciclo Universo Barroco, con la Wiener Akademie y Martin Haselböck, como director), la ópera Radamisto, de Haendel, en la que interpreta a Tridate, junto al contratenor Carlos Mena en el rol protagonista. Una feliz casualidad que nos ha permitido conocer a este artista, que obtuvo un apreciable éxito en el Ciclo de Lied, al ganarse el favor del público.
Fotografía: Lukas Beck.
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