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Crítica: El Ensemble Plus Ultra ofrece dos conciertos en el ciclo de Patrimonio Nacional y Zenobia Música dedicado a las misas de Victoria

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Autor: Mario Guada
25 de abril de 2018

Los dos últimos conciertos de este primer ciclo dedicado a la integral de las misas del abulensis tuvieron un resultado irregular, pero en general notable para apreciar con justicia la inmensa calidad de su música.

Un genio llegado de Ávila

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 21-VI-2018/22-IV-2018. Iglesia del Monasterio de las Descalzas Reales. Patrimonio Nacional. Ciclo Tomás Luis de Victoria en Las Descalzas. #18Victoria20. Música de Tomás Luis de Victoria. Ensemble Plus Ultra.

Y como los días de primavera,
la rodeaban
las flores de los rosales
y los lirios de los valles.

Canticum Canticorum.

   Continuaba el ciclo que han concebido y organizado conjuntamente Patrimonio Nacional y Zenobia Música en torno a la integral de las misas del genial Tomás Luis de Victoria (c. 1548-1611), que se desarrollan en la aquella que fue su casa a lo largo de su larga estancia en la capital madrileña: el Monasterio de las Descalzas Reales. Es sin duda un lujo poder disfrutar de un corpus de misas que, por extraño que parezca, no se interpreta muy a menudo ni tampoco se graba con especial profusión –salvo honrosas excepciones–. Por eso, hay que felicitar de nuevo a ambas instituciones por haber sabido unirse para llevar al público madrileño –aunque sea en pequeñas dosis, porque lograr acceder a uno de los conciertos es casi una odisea para los que lo intentan– la música del que es, quizá, el mejor compositor español de todos los tiempos a este hermoso lugar sito en pleno centro de la capital. Los encargados de acometer la interpretación de cuatro misas más –hasta el total de siete que se han interpretado en esta primera parte del proyecto #18Victoria20– fueron los siete cantores del Ensemble Plus Ultra, conjunto vocal británico de larga y fructífera trayectoria, especialmente unida a la obra del abulensis.

   Las cuatro misas interpretadas son las que se basan, en el género de la misa parodia, sobre motetes previos –propios o ajenos– con texto del Canticum Canticorum [Cantar de los cantares]. En la primera jornada se interpretaron la Missa Quam pulchri sunt a 4, sobre motete homónimo propio, y la Missa Surge propera a 5, basada en un motete a 4 del gran Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594). Lo primero que destaca de los motetes que dan origen a las misas es precisamente la sensualidad y el carácter amatorio de sus textos, todo ellos realmente evocadores y de una notable belleza poética. Las dos obras aparecen, junto a otras siete misas, en su edición 1583a: Thomae Ludovici a Victoria Abulensis. Missarum libri duo quae partim quaternis, partim quinis, partim senis concinuntur vocibus. Ad Philipum Secundum Hispaniarum Regem Catholicum. Romae. Ex Typographia Dominici Basae. M D LXXXIII. Cum licentia superiorum. La calidad compositiva de Victoria se adapta especialmente a este tipo de escritura realmente expresiva, en la que sus habituales y tan particulares giros melódicos y su refinada escritura polifónica, repleta de sutilezas armónico-rítmicas, se pliegan a la perfección a unas misas en las que el recurso de la parodia es pocas veces adaptado con tanta precisión al original como en estos casos, pero elaborado además con tanta imaginación y criterio. Los motetes originales, que se interpretaron previamente a las misas –con buen criterio, para lograr así que el material recurrente este en la cabeza del oyente desde el inicio de la misa–, son ejemplos de la capacidad de Victoria para la escritura retórica, en la que la expressio verborum y los figuralismos acuden a su llamada con una riqueza y efectismo asombrosos.

   La interpretación del Ensemble Plus Ultra acostumbra a la voz por parte, por lo tanto, y teniendo en cuenta que acudieron a la cita con siete cantores –dos de cada tesitura a excepción de un solo bajo–, la cuestión era sencilla a priori, tomar uno para cada línea e interpretar la Missa Quam pulchri sunt a 4 sin aparentes problemas. Extrañamente, la arbitrariedad de la interpretación resultó chocante. En ocasiones se utilizaron dos cantantes por partes –salvo la línea del bajo, que tuvo que ser resuelta, en los dos conciertos, por un solo cantor–, en ocasiones uno y en varios momentos de la misa fueron alternando los cantores –salía una soprano que acaba de cantar el Gloria y entraba otra para cantar el Credo en su lugar–. Decisiones, todas ellas, que no obedecen a ningún tipo de exigencia musical ni intrínseca a la propia obra, que perjudicaron la interpretación, resultando molesta la diferencia tímbrica, el ir y venir de cantores entre las partes y la diferencia de densidad y textura polifónica. Sin duda, me parecieron más interesantes las partes en las que participaban todos los cantores y había, por tanto, dos cantores por parte –el criterio de uno por parte no suele satisfacer las exigencias polifónicas en este tipo de repertorio sacro del XVI–. Como siempre, Victoria guarda un as en la manga, en el caso de la Missa Quam pulchri sunt, la escritura a 7 en el Agnus Dei, que fue aquí resuelto con el añadido de Rupert Damerell –director musical del proyecto Zenobia– como el segundo bajo que aquí se necesita. La Missa Surge propera a 5 dobla el tenor –además del Agnus Dei, compuesto a 6, que dobla también el altus–. La interpretación recurrió a esos mismos criterios aleatorios en cuanto a la adición/supresión de voces en pasajes concretos y en el intercambio de cantores.

   El segundo de los días se presentaron otras dos de las grandes misas sobre motetes inspirados en el Cantar de los Cantares: Missa Trahe me post te a 5 –sobre motete propio a 6– y Missa Vidi speciosam a 6 –sobre motete propio a 6–. Son dos obras que rezuman elegancia, refinamiento y genialidad, especialmente la última de ellas, basada a su vez en uno de los motetes más brillantes del maestro Victoria –uno de los más pictóricos en lo musical, sin duda–. Ambas misas pertenecen a su edición de 1592: Thomae Ludovici de Victoria Abvlensis missae quattuor, quinque, sex, et octo vocibus concinendae, una cum antiphonis, Asperges, Vidi aquam totius anni. Liber secundus. Superiorum permissu. Romae, ex typografia Ascanij Donangeli. M. D. XCII. La primera de las misas presenta doble altus –también cantus en el Credo y tenor en el Agnus Dei–. De nuevo, la elección de uno por parte con una plantilla de siete cantores puede parecer apropiada para la adecuación en estos casos, al igual que en la Missa Vidi speciosam, que dobla cantus y tenor a lo largo de toda la misa, pero también altus en el Agnus Dei a 7, sin duda el momento que mejor se adecuaría a la plantilla, pero en el que se mezclaron tesituras en las partes de soprano y alto de forma extraña, de nuevo afectando al resultado sonoro general. Lo mismo sucedió en el motete homónimo a 6, que cerró el concierto –no se interpretó previamente a la misa, como el resto de ocasiones, quizá por cerrar con su maravilloso brillo la actuación–, doblando la línea de altus con los dos contratenores, mientras el resto de las líneas fueron cantadas por uno por parte. En este caso afecta quizá especialmente a a la densidad textural, dado que Victoria contrapone de forma clara dos coros: uno agudo [SSA] y otro grave [TTB].

   Por lo demás, la interpretación se desarrolló dentro de los cauces del habitual sonido y concepto British para esta polifonía: sonido muy cuidado, afinación realmente pulcra –aunque hubo algunos acordes desafinados, lo cual me sorprendió, no tanto por la propia desafinación, sino por la imposibilidad de arreglarla rápidamente como suele ser lo habitual en este tipo de conjuntos–, una lectura en general límpida de las líneas y una visión en general más tendente hacia la horizontalidad. Especialmente interesantes las voces agudas, sobre todo la de las sopranos Rebecca Lea y Amy Wood, de cristalina línea de canto, gran belleza tímbrica y un resultado conjunto apabullante. Realmente destacable la propuesta del contratenor Christopher Field, de poderosa proyección y un registro agudo muy bien aposentado, realizando siempre una línea de altus firme y de gran presencia en el conjunto –lo cual siempre es de agradecer, pues no siempre se logra–. Su compañero de aventuras, David Martin, tuvo un aporte menor en presencia e interés, aunque es el encargado de la dirección artística del ensemble. Dignos de mención, por su parte, aunque más irregulares, las voces graves: William Balkwill y Guy Cutting, tenores de sonido británico, con un registro agudo solvente y con facilidad en el paso de al registro de cabeza, aunque con intervenciones en ocasiones un tanto bruscas para la delicadeza de la escritura victoriana. Por su parte, hay que aplaudir al bajo Tim Dickinson por ser capaz de elaborar las siempre exigentes líneas graves sin ningún compañero, a pesar de que su timbre se estrecha y embrutece notablemente en el agudo, presentando además una línea de canto en ocasiones un punto tosca. Sin embargo, sustentó con firmeza la arquitectura polifónica del genial Victoria desde la base, algo absolutamente fundamental.

   En general, un cierre de nivel medio-alto, del que personalmente esperaba un punto más de perfección británica –estando tan acostumbrados a las excelencias de la mayoría de conjuntos vocales provenientes de las islas–, en un global que con los dos primeros conciertos puede rozar el aprobado, pero del que personalmente espero más en el futuro, algo que haga que la música del genial polifonista hispánico refulja con el esplendor cegador que emiten sus gloriosas composiciones. Veremos qué depara el futuro de este necesario ciclo musical madrileño que, aunque finito, espero termine por convertirse en algo que recordar largo tiempo…

Fotografía: Patrimonio Nacional.

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