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Crítica: El Vivaldi de Europa Galante y Fabio Biondi para el CNDM

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Autor: Mario Guada
21 de mayo de 2017

El fantástico ensemble italiano ofrece una auténtica masterclass vivaldiana, con un programa variopinto, repleto de hermosura y savoir faire.

EXTRAORDINARIA DOSIS DE VITAMINA V

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 19-V-2017 | 19:30. Auditorio Nacional de Música | Sala de cámara. Universo Barroco. Entrada: 10, 15 y 20 €uros. Música de Antonio Vivaldi. Europa Galante | Fabio Biondi.

   Decir a estas alturas que Antonio Vivaldi (1678-1741) es una de las cimas del Barroco europeo, pero no solo eso, sino uno de los grandes genios en la historia de la música occidental parece una obviedad. Sin embargo, y quizá por el peso de su propia genialidad, no se programa en España tanto como pudiera parecer y sería deseable. Resulta casi milagroso presenciar un monográfico dedicado a su figura, por lo que el presente concierto, último del Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical para esta temporada en la sala de cámara –concluye el ciclo en la sinfónica el próximo 29 de mayo, con Gabrieli Consort & Players | Paul McCreesh–, supuso un auténtico regalo para los aficionados, que ocuparon las casi setecientas localidades, colgando el todo vendido desde hace varias semanas. Y es que si Vivaldi vende, lo hace todavía más cuando se acompaña de unos intérpretes de primer nivel, sin duda uno de los máximos garantes en lo que a la música vivaldiana se refiere. Había morbo y ganas de escuchar a Europa Galante y Fabio Biondi interpretar este Vivaldi, por otro lado sumamente interesante por lo poco trillado del repertorio seleccionado para la ocasión.

   Bajo el título de Los conciertos del adiós –título de una de las grabaciones del conjunto para el sello Glossa, del año 2014– se presentó un extraordinario programa conformado, a la sazón, por obras de corte solístico y otras en el género del Concerto/Sinfonia per archi [Concierto/Sinfonía para cuerdas] o Concerto ripieni –como lo denominaba el propio Vivaldi–, en el que no existen solistas, sino que la cuerda –en escritura a cuatro partes– obtiene un tratamiento orquestal de igual a igual. Un programa extenso que se articuló en torno a dos partes de notable duración –cuarenta y sesenta minutos respectivamente–, y que supuso un auténtico catálogo de las diversidades tipológicas instrumentales del compositor veneciano en el terreno orquestal. La primera parte se articuló con un mayor espacio para lo grupal, abriéndose la velada con la Sinfonia per archi «Il coro delle muse» RV 149 –una absoluta delicia– y el Concerto per archi RV 152, ejemplo magnífico del tratamiento contrapuntístico y la magnificencia melódica del cura veneciano. Entre medias de ambas y como final de la primera parte, sendos conciertos a solo y de diversa índole: Concerto per due violini e archi Op. III, n.º 8, RV 522, sin duda uno de los más célebres de su colección L’estro armonico, y magnífico ejemplo del tratamiento estructural de Vivaldi en torno al esquema de ritornello [estribillo]-episodio, que va presentando de manera sucesiva las partes orquestales y las solísticas en alternancia; además del Concerto per viola d’amore e liuto RV 540, un magnífico ejemplo dentro de los conciertos vivaldianos para dos o más instrumentos diversos; en el catálogo de Ryom se conservan nada menos que veintitrés conciertos para dos solistas –además de los veintinueve para dos violines–, cuerda y continuo, con una variedad realmente impactante, que engloba mezclas tan curiosas e imaginativas como la de este RV 540, que se marca Tutti gl’istromenti sordini –como indica Pablo Queipo de Llano en su excelsa monografía dedicada a la música instrumental vivaldiana–, reteniendo así ambos solistas un lírico y expresivo marco para su lucimiento, en el que destaca especialmente el diálogo imitativo entre ambos.

   Para la segunda parte se dejaron las obras más solísticas de la velada, con tres brillantes y complejos ejemplos de la escritura para violín solo del protagonista: concierto RV 189, concierto dedicato alla Signora Chiara RV 222 y concierto RV 367. Se trata de tres auténticas joyas de la producción vivaldiana, con momentos por igual para el lirismo, la expresividad y la belleza, pero también para la agilidad, el virtuosismo, la más descollante técnica, así como para la luminosidad, energía y ese furore tan típicos de Il Prete Rosso. Lenguajes muy distintos se observan entre los tres –con espacio para algunos pasajes y citas recurrentes en otras de sus obras–, con pasajes en algún punto que excedían la típica sonoridad que uno asemeja de manera directa con sus conciertos. Sin duda, tres descomunales ejemplos de la genialidad sin ambages de este maestro del género concertante y de la escritura para orquesta de cuerda. El concierto concluyo con una de sus Sinfonie avanti l’opera, otro ejemplo de ese género del Concerto ripieni a quattro, en esta ocasión precedente al drama La Griselda RV 718.

   Un programa tremendamente complejo, tanto para el violín solista de Biondi, como para el conjunto de Europa Galante. Ambos se mostraron sencillamente impecables, demostrando –por enésima vez– que se trata de uno de los mejores conjuntos en la interpretación de la obra de Vivaldi de las últimas tres décadas. Hacía tiempo mucho tiempo que no escuchaba una orquesta tan bien conformada interpretando Vivaldi. Pocas veces una formación más bien escueta en su sección de cuerda [3/3/1/1/1] sonó con tanto poderío, equilibrio, un sonido tan pulcro y pulido, así cómo con una afinación impecable y una expresividad tan bien cuidada. Como si del milagro de los panes y los peces se tratase, el conjunto italiano sonó como una orquesta dos o tres veces mayor a su tamaño real. Absolutamente impresionante. Se observa un trabajo conjunto que es, sin duda alguna, el triunfo de la música y de la inteligencia interpretativa, alejado –como leída decir a Biondi en dos entrevistas estos días– del oportunismo, el trabajo superfluo y la búsqueda del éxito comercial por encima de una experiencia filológica y artística de interés. Simplemente descomunal el trabajo conjunto en los concerti/sinfonie per archi –indescriptible la sección de los violines II en uno de los pasajes del primer movimiento del Il coro delle muse–, con un feedback que pocas veces se aprecia a este nivel. Todas las líneas destacaron por igual, con Andrea Rognoni liderando a las mil maravillas los segundos violines –además de luciendo imperial en el concierto RV 522, sin nada que envidiarle a Biondi–; un Pablo de Pedro que hizo lo indecible para lograr que su parte de viola estuviera presente, y de qué manera, a lo largo de la velada –remó como pocas veces se puede ver a un violista barroco, sosteniendo su parte de forma excepcional durante la larga velada–; así como un continuo elegante, imaginativo, reflexivo y colorista en su justa medida, llevado a cabo por el violonchelo barroco de Alessandro Andriani, el violone de Patxi Montero, la tiorba de Giangiacomo Pinardi y el clave de Paola Poncet.

   Por su parte, Fabio Biondi rindió a la altura de las expectativas, siempre tan altas para alguien de este calibre. Comedido, alejado de las florituras vacuas, de los ornamentos desmedidos, demostró su capacidad técnica descollante en los tres conciertos para violín solo, resolviendo con notable soltura los recursos compositivos complejos desarrollados por Vivaldi a lo largo de las obras, como pasajes con dobles cuerdas, acordes a triples cuerdas, pasajes tremendamente virtuosísticos, escalas endiabladas, uso del bariolage… Un reto solo al alcance de los mejores, que Biondi supo superar con nota. Muy bien, por lo demás, en su solo en la viola d’amore, instrumento siempre complejo en su afinación y en los pasajes de resonancia armónica, donde es habitual ver naufragar a muchos grandes violinistas. Por lo demás, volvió a hacer gala de sus dotes de líder, manejando al conjunto a su antojo, dando a la espalda al público para indicar a sus instrumentistas en numerosas ocasiones, siempre atento al resultado general más allá del suyo propio. Es difícil encontrar hoy día a un violinista barroco/director tan capaz en ambas labores. Sin duda Biondi está atravesando un momento realmente glorioso. Su Vivaldi obtiene, en mi opinión, el punto justo de carisma, brillantez y energía, por un lado, y lirismo, belleza y sensibilidad, por otro. Lo que en otros excede por uno u otro lado, en Biondi y los suyos encuentra el equilibrio y la virtud.

   Una velada para el recuerdo, el de un recital vivaldiano que permanecerá largo tiempo en los anaqueles del CNDM, pues sin duda ha supuesto uno de los tres o cuatro mejores conciertos de esta temporada 2016/2017 ya casi extinta. Un lujo que pone de manifiesto que los grandes compositores todavía pueden presentarse de una manera original y apenas trillada; que la música no necesita aditivos superficiales para brillar; que cuando las cosas se hacen con pasión y argumentos, no hay nada que las eche abajo; que los grandes nombres son grandes por algo; y que Vivaldi es, se mire por donde se mire, un genio absoluto.

Fotografía: europagalante.com

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