Por Juan Carlos Justiniano
Madrid. 1-XII-2017. Auditorio Nacional de Música, Sala de Cámara. Jazz en el Auditorio. China Moses: Nightintales. China Moses (voz), Luigi Grasso (saxofón), Jor Armon-Jones (piano), Neil Charles (bajo y contrabajo) y Marijus Aleksa (batería).
Seguro que pocas veces se ha vivido algo tan explícitamente festivo en el Auditorio Nacional de Madrid. La noche del pasado viernes China Moses, hija de la ilustre Dee Dee Bridgewater, visitó la capital en el marco del Ciclo Jazz del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Y seguramente lo hizo con la intención de poner patas arriba la sala de cámara del auditorio madrileño. Desde luego, muchos asistentes no se lo esperaban, como pareció probar el continuo reguero de público abandonando el concierto entre canción y canción. La educación vaya por delante.
A muchos descolocó lo que China Moses propuso: no sólo una peligrosa e irreverente mezcla explosiva de temas funk y soul, sino un derroche de espectáculo, talento y magnetismo que a tales proporciones solo pueden ser congénitos. Y sobre todo poco comunes en el espacio madrileño. No digamos si la cantante osa poner al público a cantar y bailar. Sin embargo, provocando malestar o no, nadie le puede negar la condición de artista de pies a cabeza a China Moses. La estadounidense visitó Madrid a propósito de la inminente publicación de Nightintales (MPS Records, 2017), una nueva colección de canciones pegadizas interpretadas por una buena banda de músicos. Nightintales, el título del álbum, ya se presenta bastante elocuente y prepara al oyente para lo que pueda venir… Primer aviso.
China Moses son muchas: la cantante, la actriz, la presentadora, la comunicadora… y todas ellas asoman en el escenario. Para algunos lo que la norteamericana ofrece es poco más que una reinterpretación del cabaret o un depurado espectáculo de variedades. Sea como fuere, el show de Moses y su banda consistió en que la cantante se desnudara desmenuzando anécdotas –algunos dirían que jugosas– pero al menos pertinentes para la narración de unas canciones que son la glosa de sus vivencias personales. Como hicieron las grandes divas que la precedieron. Y para ello ha sabido acompañarse de unos magníficos músicos. El joven Luigi Grasso al saxofón engrandeció con mucho talento el vendaval de China Moses. Por su parte Neil Charles al bajo y al contrabajo, Marijus Aleksa a la batería y Jor Armon-Jones al piano proporcionaron a Moses sencillamente lo que su música exige: mucho groove, espectáculo y el suficiente espacio para volar amarrada a tierra
Que no deje indistinta la propuesta de China Moses es un logro en parte de ella pero sobre todo de su propia aparición en un contexto a priori no muy receptivo. Ella es pura escena, puro espectáculo y aun si cabe resulta más incendiaria cuando se presenta ante un público y un auditorio no del todo habituado. Un poco de desinhibición e irreverencia no vienen mal, e incluso se antojan necesarias, para agitar la tradición, las rígidas normas y los desfasados protocolos de según qué espacios destinados al envejecimiento y la marginalidad. Afortunadamente cada vez son más las instituciones que de un tiempo a esta parte se han propuesto si no liquidar, al menos revisar las premisas del contrato social que envuelve al concierto para ensanchar los públicos, las músicas y los formatos. Y precisamente el Ciclo Jazz del CNDM se ha erigido como espacio donde experimentar, como terreno donde ensayar propuestas que tensionen algunas de las dinámicas que siguen definiendo el formato del concierto público de forma preocupante. Su ventaja es que el «jazz», como paraguas, acoge una infinitud de músicas que por el simple hecho programarse en espacios como el Auditorio Nacional, ya se constituyen en una muestra de atrevimiento. Lo de China Moses, sin duda, fue un auténtico ejercicio de arrojo por partida doble.
Fotografía: Sylvain Norget.
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