Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 22/IV/2016. Auditorio Nacional de Música. Temporada OCNE. Chaikovsky: Marcha Eslava opus 31. Concierto para violín y orquesta en re mayor, opus 35. Leos Janácek: Misa Glagolítica. Ray Chen, violín. Susanne Bernhard, soprano. Charlotte Hellekant, mezzosoprano. Michale König, tenor. Derek Welton, barítono. Daniel Oyarzábal, órgano. Coro y Orquesta nacionales de España. Directora musical: Xian Zhang.
Después de que Yi-Chen Lin dirigiera la Carmen en castellano en el Teatro de la Zarzuela en octubre de 2014, otra directora musical china, Xian Zhang, participaba en la programación musical madrileña subiéndose al podio al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España con un programa muy atractivo.
Una primera parte dedicada a Chaikovsky comenzó con la Marcha Eslava opus 31, en la que Zhang, pequeña y briosa sobre el podio, resaltó todo el contenido marcial, festivo y triunfalista de una pieza compuesta en 1876 sobre temas folklóricos eslavos en homenaje a los soldados rusos heridos en la guerra serbo-turca.
El fabuloso concierto para violín del genial músico ruso es una de las obras fundamentales destinadas a este instrumento. Sabido es que la obra tardó años en estrenarse dado que diversos violinistas -empezando por Yosif Kotek, destinatario originario de la composición-, la consideraron “ininterpretable” por su extrema dificultad. El Taiwanés Ray Chen superó todas las complicaciones y exigencias virtuosísticas de la pieza con una técnica irreprochable, que junto a la vitalidad y desenvoltura juvenil fueron sus mejores armas. Sin embargo, como suele suceder a los artistas orientales, a su exhibición técnica le faltó alma y expresión, así como hondura –lo que pudo comprobarse especialmente en el segundo movimiento- , encontrando su mejor prestación en el trepidante y muy virtuosístico tercero. El sonido más que suficiente en cuanto a presencia, pero no especialmente potente, carece de especial belleza y personalidad, faltando algo de punta y brillantez a las notas altas. El público prorrumpió en aplausos después del primer movimiento y en una gran ovación al final de la pieza, a la que Chen correspondió con una breve propina de Bach. El acompañamiento de Zhang fue tan atento como entusiasta e impetuoso.
La segunda parte del concierto estuvo dedicada a otro genio, Leos Janacek, y a su monumental Misa glagolítica. Estamos más ante una obra de exaltación patriótica que a una composición de carácter litúrgico y ello está presente ya desde el título, que hace referencia al antiguo alfabeto de los pueblos eslavos. El músico moravo, ateo convencido, en plena madurez de inspiración, crea una colosal obra de afirmación patriótica paneslava con las habituales alusiones a la música tradicional morava y un tono que a veces se acerca a lo grandilocuente. La partitura está destinada a gran coro, gran orquesta, órgano y cuatro solistas y cuenta con fanfarrias, como la que introduce la misa, y abundante presencia de los metales. Zhang con su gesto amplio y nervio sobre el podio, organizó con solvencia la grandiosa construcción sinfónico coral y compleja riqueza polifónica de la obra, aunque su labor fue más aparatosa y espectacular que honda, más retórica y rimbombante que refinada y sutil. La orquesta y el coro nacionales de España volvieron a demostrar su momento dulce, el mejor y más apropiado para abordar partituras tan grandiosas como ésta.
Entre los solistas, destacar la buena proyección y metal-quizás un punto excesivo-en el agudo de la soprano Susanne Bernhard, la emisión hueca y timbre mate del barítono-bajo Derek Welton y la presencia de Michael König, bien conocido en Madrid por sus interpretaciones en el Teatro Real de Lohengrin de Wagner, Lady Macbeth de Mtsensk de Shostakovich y Auge y caída de la ciudad de Mahagonny de Weill. El tenor alemán volvió a mostrar su emisión retrasada, fraseo aburrido y una tan irreprochable como anodina profesionalidad. Muy bien el organista Daniel Oyarzábal que fue especialmente aplaudido en las ovaciones finales.
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