Por Beatriz Cancela
La Coruña. 29/IV/16. Palacio de la Ópera. Abono número 17 de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Víctor Pablo Pérez. Piano: Alice Sara Ott. Obras de J. M. Ruiz, Grieg y Shostakóvich.
Un día después del concierto extraordinario en Ferrol con este mismo programa y plantel, era el turno de la ciudad herculina. Una programación además que abría Balcánicas, del allí presente Juan Manuel Ruiz. Obra del último año del siglo XX y de compositor español, algo que no es muy habitual en la programación ordinaria de las orquestas y que es de agradecer.
Un año había pasado desde que Víctor Pablo Pérez interpretaba esta obra, primer acercamiento orquestal de Ruiz, al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Balcánicas constituye una descripción con trasfondo reflexivo del conflicto bélico que en la década de 1990 acaparaba la atención en Europa. Obra de contrastes que fluye desde la perturbación más encarnizada con la percusión, los metales e instrumentos graves, hasta una desgarradora agonía alcanzada gracias a la madera, a través de un versátil tratamiento tímbrico. En ello también influyeron los matices, especialmente los ensordecedores fortísimos, que coadyuvaron a alcanzar dicha atrocidad. La obra fue del gusto del público, que ovacionó al compositor, que recibió la aceptación del auditorio desde la platea.
Vital y descalza, como es habitual en ella, tomaba asiento la reconocida pianista Alice Sara Ott para interpretar el Concierto para piano y orquesta en la menor, op. 16 de Grieg. Su fuerza y sensibilidad se propagaron inevitablemente a la orquesta, brindándonos un momento de exultante belleza, energía y sutileza. Orquesta y solista en sintonía nos dejaron momentos de gran compenetración, principalmente con las maderas, con las que especialmente interacciona el piano. Sus manos fluían de un extremo al otro del teclado con marcada personalidad, flotando sobre las teclas con delicada volatibilidad; se clavaban con categórica precisión en los pasajes más incisivos; abrazando los registros más distantes del piano con total control y elegancia.
Y en la misma tonalidad que el Concierto, la pianista escogió un delicado vals de Chopin; obra que conoce perfectamente tras la grabación de su segundo disco, Chopin complete waltzes (2010), con Deutsche Grammophon,sello con el que tiene contrato de exclusividad. Aparentemente sencillo, la solista nos brindó un bis auténticamente exquisito que provocó una gran ovación, a la altura de la gran pianista.
La Sinfonía número 1 en fa menor, op. 10 de Shostakóvich fue la obra seleccionada para la segunda parte del concierto. Colorista y dinámica, nos dejó grandes momentos por parte de los músicos de la Orquesta Sinfónica de Galicia. La intervención del piano fue exultante y consistente; las maderas, evocadoras, aportaron gran carga expresiva, al igual que el violonchelo, mientras que en las cuerdas se apreciaban ciertas discrepancias rítmicas. Se evidenció que el director conoce la obra y la orquesta, aunque optó por una ejecución uniforme donde los elementos más dramáticos fueron -de nuevo- unos histriónicos fortísimos que en una orquesta del tamaño de la OSG retumbaron en exceso.
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