Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 30-V-2016, Teatro de La Zarzuela. XXII Ciclo de Lied. Joyce DiDonato, mezzosoprano. Craig Terry, piano. Obras de Luna, Ravel, Rossini, Granados, Händel, Giordani, Pergolesi, Berlin, Strauss y Arlen.
El comienzo de este recital fue todo un ejemplo de puesta en escena y una lección de cómo ganarse a un público desde el principio. Compareció el pianista Craig Terry, atacó la introducción de la canción española “De España vengo” de El Niño judío de Pablo Luna para que, acto seguido, entrara Joyce DiDonato e interpretara completa la pieza, todo ello sin previo aviso ni constancia en el programa, obviamente.
El evento tuvo muchos paralelismos con el que ofreciera hace apenas mes y medio su compatriota René Fleming en el Teatro Real. Por lo caótico y deshilvanado del programa, por los constantes parlamentos de la cantante, por el guiño al público al cantar en castellano e incluso por el aroma de “bolo de cierto lujo” del evento. Incluso coincidieron dos de las propinas interpretadas.
Joyce DiDonato ha realizado una gran carrera internacional alcanzando, prácticamente, el estatus de diva con un material vocal muy limitado. El timbre es totalmente anónimo, falto de redondez, desguarnecido en los extremos, de color claramente sopranil aunque se anuncie como mezzosoprano. El grave carece de entidad alguna y el agudo, limitado, además de sin resolver técnicamente, toda vez que el sonido se estrecha, sin que se realice correctamente el pasaje de registro, escuchándose sonidos laminados, retrasados y apoyados en la nada . Sus armas hay que buscarlas en la correctísima musicalidad, cierto carisma y capacidad comunicativa, sin olvidar su capacidad para la coloratura rápida.
El programa oficial comenzó con el magnífico ciclo “Shéhérezade” de Maurice Ravel donde la americana alcanzó un buen nivel contando para ello, con un magnífico acompañamiento de Craig Terry que supo expresar todo el colorido y tono exótico-oriental de estas tres canciones. A pesar de algún sonido fijo, la cantante norteamericana desplegó correcto legato, impecable musicalidad y expresó bien el tono evocador de la fabulosa Asie, primera y más destacada canción aunque faltara en todo él ciclo, misterio, suprema elegancia, así como una mayor variedad en el fraseo, más autocomplaciente que profundo y fantasioso.
La primera parte concluyó con un aria tan espléndida y exigente en cuanto a virtuosismo como “Bel raggio Lusinghier” de Semiramide de Rossini (Venecia, 1823), su última ópera escrita para un teatro italiano. A pesar de ser un compositor de cabecera en su carrera, no pareció la DiDonato encontrarse cómoda en ningún momento con unos ascensos esforzadísimos, que culminaron con un desastroso agudo final. Un tanto atropellada y gutural la coloratura rápida.
Correctas sin más, con unos graves broncos y abiertos, las Tonadillas de Granados (La maja dolorosa números 1, 2 y 3), germen de su ópera Goyescas, en las que hay que destacar en esfuerzo de Di Donato en la pronunciación del castellano, mejor, desde luego, que el de su compatriota Fleming.
Después de un “Lascia ch’io pianga” para el que se apagaron totalmente las luces del teatro, que arrancó una ovación del público, pero no pasará a la historia y en la que se pudieron escuchar sonidos blanquecinos cada vez que la cantante intentaba apianar, la DiDonato se encontró en su salsa en una curiosa y no exenta de cierto atractivo versión con arreglos de estilo y ritmo Jazzístico- a cargo del pianista Craig Terry- de tres canciones italianas típicas en la docencia de canto. Efectivamente y previo otro largo parlamento de la protagonista del recital, cuya exuberante simpatía y extroversión pueden rozar a veces lo cargante, escuchamos “Caro mio ben”, “Se tu m’ami” y “Star vicino” de una manera distinta (de ahí el título de “Arie Antiche, però nuove!) expresadas con entusiasmo, mucho swing y una gran actuación pianística de Terry.
Terminaba la segunda parte con otra genial pieza Rossiniana escrita para su esposa la Colbran, el aria con rondò final “Tanti affetti in tal momento” de la ópera La donna del lago (San Carlo de Nápoles, 1819), obra que DiDonato ha paseado por el mundo y que particularmente, le he podido ver interpretar en Londres y Milán junto a Juan Diego Flórez y Daniela Barcellona. Mejor aquí que en el aria de Semiramide, aunque la apreciable coloratura, levemente gutural y aspirada, tiene cierta filiación “Bartoliana” no cae, afortunadamente, en el tono espasmódico de la cantante romana.
Tres propinas ofreció DiDonato, de las cuales dos también fueron interpretadas como encore por Fleming en el Real. Entre “I love a piano” de Irving Berlin y “Over the rainbow” de Harold Arlen, ambas inmortalizadas por Judy Garland, la primera en “Desfile de Pascua” (Easter Parade, Charles Walters, 1948) y la segunda en “El mago de Oz” (Victor Fleming, 1939), escuchamos una desdibujadísima versión de la fascinante Morgen de Richard Strauss. La simpatía, alegría contagiosa y desparpajo inagotablemente locuaz son una cosa y ser una gran artista, de las que dejan huella, otra, pero garantizaron el éxito de público del recital.
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