Por Alejandro Fernández
Málaga. XXVIII Temporada Lírica. Nabucco. Drama lírico en cuatro actos de G. Verdi con libreto de T. Solera. Producción Teatro Cervantes y Telón Producciones. Luis Cansino, barítono; Maribel Ortega, soprano; José antonio García, bajo; María Luisa Corbacho, mezzosoprano; Javier Agulló, tenor; Ángel Rodríguez, bajo. Coro de ópera de Málaga. Orquesta Filarmónica de Málaga. Dirección de escena: Ignacio García. Dirección de coro: Salvador Vázquez Sánchez. Dirección musical: Arturo Díez Boscovich
Este fin de semana pasado soltaba amarras la veintiocho Temporada Lírica del Teatro Cervantes de Málaga. En cartel, el primer gran éxito de G. Verdi en el epílogo de su primera etapa creativa previo a los años años de galera. Nos referimos a Nabucodonosor, hoy conocida como Nabucco, estrenada en La Scala de Milán en 1842, con Giuseppina Strepponi en el complicado papel de Abigaille, para la ocasión encarnado por la reveladora mezzosoprano jerezana Maribel Ortega. Todo un acontecimiento en el que convivieron experiencia, talento y marca nacional. Con la caída del telón tras el “tú serás Rey de reyes” pronunciadas por Zaccaria llegó el más que merecido reconocimiento del auditorio que hizo colgar el “no hay billetes” del coliseo malagueño días antes.
La cruz, sin embargo, nos muestra que lo que denominan Temporada no es más que un refrito pobre y apresurado por dar algún contenido cara a la galería. Y resulta tan desolador que una puesta en escena como la vivida el pasado domingo tenga que convivir con una Tosca de lata, otro recital más de Arteta, y ya van unos cuantos, para rematar con surtido zarzuelero... No obstante, seguimos quedándonos con las palabras del gerente del teatro que en la presentación de la temporada avanzaba que la programación de la próxima tendría un cambio de rumbo sustancial. Mientras nos tragamos esto lo mejor que podamos deglutirlo quizás los vientos cambien casi una década después de las dentelladas que soportó la lírica en Málaga en connivencia con la crisis, la anterior gerencia y el visto bueno del área de cultura del consistorio. Como testigo queda el negro sobre blanco insistentemente señalado año tras año por la crítica especializada.
El Teatro Cervantes nos presentaba Nabucco en coproducción con Telón Producciones con dirección de escena de Ignacio García, que no apreció en los saludos finales, bajo una perspectiva tan original y fílmica que le ha permitido jugar con la temporalización de la obra hasta trasladar la escena a la actual Siria devastada por la guerra. Todo ello contado desde el ojo indiscreto de una retransmisión en directo al más puro estilo estadounidense capaz de hacer de la guerra, de la muerte, un espectáculo de audiencias. Deseo y poder manejan los hilos de la propaganda, la religión y el control ideológico que encierra la ópera sobre los que triunfan la libertad y el amor. Idea original a la que se pliega el drama sin estridencias, ni alteraciones reseñables en los detalles argumentales.
Una escenografía diseñada por Alejandro Contreras valiente con la imagen y la iluminación como soportes principales. Hasta el lector de diálogos aparecía transformado como sobretítulos de un noticiero. El vestuario jugaba otro papel simbólico, mientras el pueblo de Israel aparecía con vestuario actual, los distintos personajes intervinientes lo hacían con una sencilla insinuación historicista. En este sentido uno de los momentos más impactantes fue la aparición del coro con los reconocibles monos naranja de los presos estadounidenses en el conocido Va pensiero. Sobre esbozados elementos contextuales, se levantaba un conjunto de monitores que transformaban la escena en la sala de cualquier hogar convirtiendo al oyente en espectador y un elemento más dentro de la producción. Sencillamente brillante. Destacar la fidelidad de García hacia el libreto tan sólo reinterpretado con elementos irrelevantes como una tableta digital en sustitución al pergamino donde Abigaille descubre que es hija de esclavos y no Nabucco.
Salvador Vázquez Sánchez, recientemente ganador del IV Concurso de Dirección Orquestal de la Orquesta de Córdoba, al frente del Coro de Ópera y Arturo Díez Boscovich en el foso de la Filarmónica de Málaga dieron cuerpo musical al drama. Ambos músicos simbolizan la excelencia de los profesionales de este país. La generación que reclama su lugar a golpe de talento. No había dudas del trabajo presentado por estas dos batutas. Ya lo habían subrayado la temporada pasada con su propuesta del L'elisir d'amore.
El conjunto coral apetecía demasiado hierático, sin apenas movimiento a pesar del peso tan importante que desarrollan en la obra. Justamente y consciente de ese calado dentro de la trama, Salvador Vázquez trabajó la línea vocal en conjunto buscando fluidez y empaste en la emisión. Hay quien podría disentir de este hecho y prefiere distinguir acentos entre las cuerdas, pero una cosa es el acento y otra el color. Técnicamente el trabajo del maestro malagueño apetece cuanto menos razonable, máxime cuando llegado el Va pensiero la idea cobraba sentido hasta el punto de ofrecernos una lectura creíble y emocionante. No está demás señalar el buen sabor dejado en los concertantes que disemina Verdi a lo largo de los cuatro actos. Ya tenemos por tanto el primer pilar para reconstruir la temporada, aún nos quedan otros dos más.
La OFM no es un caballo cualquiera, como toda orquesta profesional espera el reto que lanza la batuta, no es una cuestión de emisión sino de un momento irrepetible donde haciendo música los atriles se hacen uno, y en ese sentido Díez Boscovich remató la faena desde el foso dictando una lección de pulso y tensión dramática. Plegó la Filarmónica, coro y solistas, sobre una línea de trabajo sólida y convincente; la prueba más palpable la apreciamos en la rotundidad de los metales para acentuar la tensión dramática, la modulación en las arias solistas y concertantes estableciendo líneas de fuerza entre atriles, cantantes y coro. En pocas palabras, la orquesta acompañó cuando debía y protagonizó en su momento como una pieza más dentro de la producción.
Maribel Ortega y María Luisa Corbacho, Abigaille y Fenena junto a Luis Cansino compartieron el peso más importante del elenco solista. Elenco en el que hubo de todo, luces y alguna que otra matización como el movimiento en las tablas, en ocasiones poco claro. Ortega firmó un complicado rol con soltura vocal, generosa en la emisión y resuelta en las notas extremas. Corbacho se dejó la piel en el escenario, sin importarle la plaza o el auditorio, brava como ella sola se despachó a Fenena y su habitual rotundidad. Por su parte, Luis Cansino completaba el triángulo dramático con ofici, caracterizando la redondez heróica de Nabucco. El bajo José Antonio García encarnando a Zaccaria y el tenor Javier Agulló como Ismaele blindaron holgadamente sus papeles. No podemos concluir el apartado solista sin hacer mención al breve papel de Olga Bykova a la que esperamos ver trabajando en próximas propuestas en un encaje más sobresaliente.
El lleno del teatro era del todo predecible, el público malagueño no es fácil de embaucar, había ganas e ilusión y como tal lo entendimos. Por nuestra parte hemos señalado los puntos, obvios por otro lado, para tomar en consideración la asfixia de la ópera en Málaga hasta hoy, una razón puramente política que tanto daño le ha causado artísticamente. Si desde la gerencia del teatro se quiere apostar por el talento, el reseñado es con seguridad la fórmula para el éxito. Tenemos orquesta, coro y un amplio abanico de solistas nacionales y locales.
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