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Crítica: Manuel Hernández Silva dirige a la Orquesta Joven de Andalucía

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Autor: Alejandro Fernández
11 de julio de 2016

IBERIA Y EL REALISMO SOVIÉTICO

  Por Alejandro Fernández
Granada. 10/VII/16. Auditorio Manuel de Falla. XIII Extensión Festival de Granada. Orquesta Joven de Andalucía. Director: Manuel Hernández Silva. Programa: Rhapsodie Espagnole de Ravel; Celtiberia. Suite de danzas de Moreno Buendía y Sinfonía nùmero 5 en re menor, op. 47, de Shostakovich

   Dentro del Programa Andaluz para Jóvenes Intérpretes late la Orquesta Joven de Andalucía. Formación que tras más de dos décadas de trayectoria se ha convertido en una de las de referencia dentro del catálogo de conjuntos nacionales de estas características. De esta fuente se han nutrido orquestas profesionales dentro y fuera de nuestras fronteras. La entrega más devota planea entre los atriles, y el talento rebosa entre las secciones que en la actualidad modela la batuta del titular de la Filarmónica de Málaga, Manuel Hernández Silva. Experiencia y vitalidad forman los ingredientes básicos de la línea marcada por su director capaz de proponer un concierto con la suficiente envergadura y solvencia como para llenar ayer domingo el Auditorio Manuel de Falla.

   Tres páginas en programa, tres escuelas y tres perfectivas confluyeron para una trinidad estética tan diversa como unitaria y rotunda. De esta forma, se retrata el trabajo realizado en el ultimísimo encuentro con el futuro musical andaluz en el Falla. Con una primera parte de acento español, la segunda estuvo dedicada a una de las sinfonías más destacadas del repertorio del pasado siglo, dibujada por el cada vez más habitual en las salas de concierto, Dmitri Shostakovich. Hernández Silva marcó los distintos planos, dinámicas y singulares colores  de estas obras con inusitado pulso y elegancia.

   Aunque los temas de  la Habanera son de época anterior a la primera década del veinte en la Rapsodia española de Ravel descubrimos buena parte de las texturas, atmósferas y color orquestal del compositor galo. Hernández Silva centró su lectura en subrayar la vocación contrastante entre los cuatro motivos que la articulan, así como la fluidez vibrante que habita en cada tiempo. El carácter onírico del Preludio y susurrado por la cuerda fue evolucionando en el conjunto andaluz con un tono seductor en ocasiones, sensual e irresistiblemente carnal en el último motivo. En este esfuerzo no podemos olvidar el papel de las maderas en la Malagueña o el definitivo sonido de los metales. Pocas veces es posible descubrir un empaste tan medido en concierto.

   Escrito en en el sesenta y cinco y rearmado hace unos años como Suite de danzas, El ballet Eterna Castilla se redefine como Celtiberia en seis motivos que de alguna forma, y sin abandonar su vocación danzante, apetece a un extenso poema sinfónico. Idea que intuíamos en noviembre pasado en su presentación con la Filarmónica de Málaga. De aquella primera lectura, Hernández Silva marcó distancia virando hacia una visión más poliédrica y acentuada de la partitura de Moreno Buendía. El compositor levantino propone un mosaico al oyente donde confluyen estructuras de otro tiempo, en una suerte de ensamblaje que el oyente es capaz de reconocer en su memoria. Memoria a la que tanto apela Hernández y que podemos confirmar en obras tan distanciadas como las que interpretó la OJA.

   Estrenada en el año treinta y siete por Mravinski, dirección imprescindible para comprender la escuela rusa, la Quinta sinfonía de Shostakovich no sólo es una mirada a las formas clásicas, sino que también dibuja un drama musical marcado por el temor a la maquinaria depurativa del régimen impuesto por el todo poderoso Stalin. Sus cuatro movimientos intentan superar el trago a las críticas a Lady Macbeth aunque no esconden la resistencia del propio músico a la imposición de unos presupuestos estéticos tan vagos como pobres. Concisión, fuerza expresiva y el férreo pulso demostrado por la dirección de Hernández Silva nos acercaron una interpretación nada desdeñable por los atriles de la OJA.

   La cuerda tuvo un tono soberbio desde el moderato inicial, el tema lírico que contiene con su perfil cantable por los violines frente a la profundidad marcada por las cuerdas graves que tendría su cenit en el contenido largo del tercer tiempo antes de desembocar en el incontenible allegro conclusivo. Maderas, metales y una extensa sección de percusión completaban el marco sonoro planteado por la batuta, sin espacio a la improvisación, señalando las continuas aristas que encierra esta sinfonía y donde el mensaje profundo destaca sobre el complaciente plano sonoro al que intenta agradar. 

   Y con todos estos mimbres la Joven Orquesta de Andalucía junto a su titular nos propusieron un programa excepcional, de nivel y sonido de gran orquesta. No cabe la improvisación ante tanto talento sensible a cualquier gesto del maestro Hernández.

Foto: Festival de Granada/José Albornoz 2016

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