Excepcional inicio de uno de los ciclos más esperados en la nueva temporada de la Fundación Juan March.
Por Mario Guada
05-X-2016 | 19:30. Fundación Juan March. Beethoven y Schubert el fortepiano [Ciclo de los miércoles]. Entrada gratuita. Obras de Ludwig van Beethoven y Wolfgang Amadeus Mozart. Kristian Bezuidenhout.
Hace algunos años que me he ido dando cuenta de algo: menos es más. Y lo es para la música al igual que para otros muchos ámbitos artísticos y de la cultura en general. Por eso, cuando veo a compositores devanarse los sesos para componer una sinfonía en la que treinta o cuarenta partes diferentes van creando un desarrollo que parece no agotarse, pienso rápidamente en aquellos otros que consiguen tanto con un solo instrumento, cuatro o cinco partes vocales y una línea en la que nada es artificial, todo fluye y llega a su final cuando el discurso ya está agotado –sin extenderse hasta la extenuación–. No juzgaré qué es mejor o peor –probablemente nada lo es–, pero desde luego sí creo de manera total en esa máxima mencionada más arriba. Y me atrevo a hacer esta reflexión porque en el concierto presenciado ayer pude comprobar un ejemplo claro de ello.
Muchos son los defensores de los instrumentos modernos, de su sonoridad poderosa, grandilocuente e incluso defendida directamente como mejor. Pues bien, lo que ha hecho la Fundación Juan March con este primer ciclo de los miércoles, bajo el título de Beethoven y Schubert al fortepiano, es demostrar que quizá no todo es lo que parece. Personalmente hace años que me decidí por escuchar música del siglo XVIII tardío y del XIX en versiones al fortepiano. ¿Por qué? Pues por muchas razones: el sonido me resulta más refinado, más elegante y cálido, más dúctil –paradójicamente–, más sobrecogedor, evocador y honesto. Personalmente disfruto muchísimo más con este tipo de versiones, con articulaciones más marcadas y flexibles, con una capacidad para narrar fascinante, con su color tan sugerente. Absolutamente, menos es más, y para mí, el supuesto progreso en los pianos modernos, comparativamente hablando, no es tal.
El especialista en fortepiano Kristian Bezuidenhout se presentó en la Juan March con un hermoso programa compuesto por obras de Ludwig van Beethoven (1770-1827) y Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Dos maneras distintas de concebir el instrumento, aunque realmente cercanas en muchos sentidos. De claros tintes dieciochescos son los Rondo n.º 1 y 2 del Op. 51 beethoveniano. Obras de 1797, muestran una escritura bastante influida por el lenguaje del Clasicismo, especialmente por Franz Joseph Haydn. Son obras de sumo interés, destacando especialmente el segundo de ellos, con un desarrollo ciertamente brillante. Para cerrar la primera parte se interpretó la Sonata n.º 7, Op. 10, n.º 3, escrita en la tonalidad de Re mayor y en cuatro movimientos, una obra que muestra claros signos de la escritura compleja, pasional y evolucionada de Beethoven, más en la línea de las sonatas posteriores. Especialmente interesante y curioso es el tema principal elaborado en el último de los movimientos.
Para la segunda parte quedaron dos grandes sonatas, la primera de Mozart, concretamente la n. º 13, KV 333, compuesta en 1783 durante su estancia en Linz. Escrita en Si bemol mayor, consta de cuatro movimientos y demuestra toda la capacidad y el conocimiento mozartiano del teclado, regalando algunos momentos especialmente inspirados, como el Andante cantabile o el Grazioso final. Se cerró el concierto con la sonata Op. 13, n.º 8, conocida como Grande sonate pathétique, que Beethoven compusiera antes de 1798, fecha en la que fue editada. Personalmente me parece una de sus mejores sonatas, especialmente en el binomio conformado por los dos primeros movimientos, con ese impresionante Grave-Allegro di molto e con brio, y su magistral tema acórdico inicial, además de su sobrecogedor Andante cantabile central, un movimiento en el que desarrolla un brillante forma tras la que se esconde una melodía dulce y realmente hermosa.
Hasta aquí todo bien. Pero qué maravilla escuchar estas obras fundamentales del repertorio clásico-romántico para teclado en las manos de Bezuidenhout. El fortepianista sudafricano es un intérprete absolutamente inteligente, muy dotado en lo técnico, pero esencialmente expresivo. Esperaba mucho de él antes del concierto, precisamente por conocer bien su trayectoria discográfica de la mano de Harmonia Mundi, donde está brindando una integral de sonatas mozartianas de absoluta delicia. Es quizá en Mozart donde brilló sobremanera, sobre todo porque su discurso, su equilibrio entre ambas manos, con su capacidad para articular la línea de la mano izquierda sin perder la brillantez y la narración de la derecha, su dominio de las dinámicas, sobremanera en las bajas –su capacidad expresiva, discursiva y sonora en el piano y pianissimo– son absolutamente descomunales. Sin embargo, me sorprendió mucho también en Beethoven, no únicamente en aquellas obras más cercanas al Clasicismo, donde cabía situarlo más cómodo, sino que en sus grandes sonatas se mostró muy convincente, deleitando con un Beethoven menos pasional y romántico al que estamos acostumbrado, que personalmente agradezco mucho escuchar. Bezuidenhout parece más centrado en buscar el refinamiento, la elegancia, el discurso y la expresividad algo más distante, mirando la música desde dentro, pero sabiendo trazar una fina línea entre la convención historiográfica y su propia visión del artista.
Como siempre, la Juan March sigue empeñada en hacer las cosas realmente bien, a través de sus magníficas notas al programa –redactadas en esta ocasión por Luisa Morales, notable especialista en la materia–, una programación cuidada y fundamentada siempre sobre un hilo argumental solvente, su acceso a cualquier tipo de público que así lo desee y su apoyo permanente en los medios tecnológicos. Sin duda, un estreno de ciclo que cumplió ampliamente con las expectativas y que amenaza con mantener el listón muy alto en los próximos recitales. Estaremos atentos… y lo contaremos.
Fotografía: Marco Borggreve
Compartir
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.