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Crítica: Karita Mattila en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM

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Autor: Raúl Chamorro Mena
6 de mayo de 2016

EXPRESIÓN E INTENSIDAD

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 3/V/2016. Teatro de La Zarzuela. XXII Ciclo de lied del Teatro de la Zarzuela y Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Karita Mattila, soprano. Ville Matvejeff, piano. Obras de Poulenc, Duparc, Brahms, Sallinen, Marx y Mononen.

   La reconocida soprano finlandesa Karita Mattila no se ha prodigado mucho en España. Concretamente, en Madrid interpretó la Tatiana del Eugen Onegin en 1994 en el Teatro de la Zarzuela y la inolvidable Katia Kabanova del Teatro Real en 2008 con dirección musical de Jiří Bělohlávek y escénica de Robert Carsen.

   Este recital constituía su primera visita al ciclo de lied madrileño en su vigésimosegunda edición y se basó en un bloque francés, otro germánico y un tercero dedicado a su compatriota el compositor Aulis Sallinen nacido en 1935.

   Si bien el timbre de la soprano ha perdido tersura y elasticidad, aún presenta un sonido potente, pleno, bien proyectado y armado en el centro. El grave siempre fue débil y el registro agudo, falto de remate técnico, presenta hoy día asperezas, pero también e indudablemente, notas timbradas y percutientes. La factura musical de la cantante es incuestionable, así como su arte de canto, afeado, eso sí, por algunos sonidos fijos, además de alguna acritud ya aludida en la zona alta. De todos modos, el recital se centró fundamentalmente en la búsqueda de la expresividad, los acentos y la vehemencia del fraseo, incluido un nutrido acompañamiento gestual.

   Ese sentido del decir brilló en el pequeño ciclo de cinco canciones “Banalités” de Francis Poulenc escanciado con distinción y comunicatividad por Mattila y que culminó con una emotiva interpretación de la desesperanzada “Sanglots”. La sensibilidad y refinamiento, no exento de influencias wagnerianas, de las mélodies de Duparc fue traducido con alta intensidad dramática por la soprano finlandesa en perfecta fusión con el magnífico acompañamiento del pianista Ville Matvejeff. De alto nivel resultó el bloque dedicado al gran Brahms en el que destacó la emoción de “Von Ewiger Liebe”, la sencillez de la popular Wiegenlied y la comicidad e ironía de “Vergebliches Ständchen” acompañada por un profuso lenguaje gestual y con la que concluyó la primera parte.

   En la segunda, tanto soprano como pianista se encontraron como pez en el agua en el ciclo Cuatro canciones de sueños de su compatriota Aulis Sallinen interpretado con entrega, entusiasmo, fraseo incisivo y emoción. No en vano provienen de una ópera –“El Jinete” op 32- y su fuerza dramática y teatral, basada en temas como el sueño o la muerte, fueron perfecto vehículo para el planteamiento expresivo de la artista. Del último bloque dedicado al tardoromántico compositor austríaco Joseph Marx destacaron los dos últimos lieder “Valse de Chopin” y “Hat dich lie Liebe Berührt” (“Si te ha rozado el amor”) elocuentemente expuestos por la Mattila, quien terminado el programa y recibidas las ovaciones del público se dirigó a éste: “Saludos desde Finlandia. A nosotros nos gusta el tango” e interpretó su única propina, el tango de su tierra “Satumaa” de Unto Mononen.

   El pianista Ville Matvejeff no fue sólo un magnífico acompañante sino un protagonista fundamental en el desarrollo, planteamiento y éxito del recital.

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