El intérprete de cuerda pulsada español presenta un hermoso programa plagado de un repertorio ignoto y transcendental para el instrumento en la Centroeuropa del XVII.
Por Mario Guada
27-IV-2016 | 20:00. Oviedo, Auditorio Príncipe Felipe [Sala de cámara]. III Primavera barroca. Entradas 15 €uros. Ars Melancholiæ. Obras de Sylvius Leopold Weiss, Charles Mouton, Johann Gottfried Conradi, David Kellner. José Miguel Moreno.
Como si de un Quijote que sorbido tiene el seso por las novelas de caballerías, así se presentó José Miguel Moreno dentro del ciclo Primavera Barroca de Oviedo en su presente edición: como un «loco» al que los instrumentos de cuerda pulsada, y en este caso el laúd barroco, le tienen acaparado por completo, y destila absoluta pasión por ellos, tanto en su manera de interpretarlos, como en la forma en que los hace llegar al público. Baste decir que Moreno es sin duda uno de los mayores exponentes de la interpretación del laúd barroco en las últimas décadas. Así lo atestiguan algunos de los mejores registros que se han dedicado a este instrumento, como los grabados en Glossa con repertorio de Sylvius Leopold Weiss, David Kellner o Johann Gottfried Conradi. Básicamente estos fueron los mimbres con lo que se estructuró su recital. Una buena muestra de un repertorio absolutamente precioso, que depara momentos inolvidables. Personalmente me declaro un apasionado incondicional del laúd barroco centroeuropeo de este momento, al igual que de la tiorba francesa –de la que Moreno nos ha legado también registros legendarios–.
Se abrió el recital con una serie de piezas de Sylvius Leopold Weiss (1686-1750), quien fue probablemente el mejor laudista del momento en toda Europa. De su ingente creación, a pesar de que no publicó nada en vida, se han conservado varias decenas de piezas en algunos manuscritos, especialmente en The London Manuscript, de donde se extrajeron un per de Préludes, una Fantasie, una Allemande y una maravillosa Ciaccona. El talento de Weiss es superlativo. Pocos como él supieron aunar de manera tan exquisita el idioma laudístico francés e italiano, para crear un corpus que ha pasado a la historia como uno de los mejores creados jamás. Precisamente esa Ars Melancholiæ –como título aquel disco dedicado a Weiss de 1992, que es uno de los más hermosos recitales para el instrumento que se hayan grabado– es la referencia tomada aquí para titular el recital al completo, haciendo alusión a lo intelectual, espiritual –en sentido no religioso–, reflexivo e introspectivo de este repertorio.
Charles Mouton (c. 1626-c. 1699) es representante de esa pléyade de autores franceses que desarrollaron el laúd en Francia de una manera fulgurante y maravillosa. Ejemplo fabuloso de ese Style brisé y de esa concepción tan característica de entender este repertorio y el instrumento, es el único de los autores del recital que Moreno no ha registrado en cedé. De su Pièces de luth sur différents modes, second livre (c. 1699) se extrajeron siete piezas, de las llamadas de carácter –con un curioso título descriptivo que acompaña a la danza en cuestión–, de gran refinamiento, elegancia y sutilidad.
El último gran autor representado aquí fue Johann Gottfried Conradi (?-1747), autor absolutamente ignoto, al menos hasta que Moreno se acercó a él en una fantástica grabación de 2011, del que apenas se tienen datos y del que incluso se duda acerca de su autoría real –Moreno argumenta, no con demasiados aporte, bien es cierto, que pudiera tratarse del editor de las obras, que se apropió en cierto momento de las piezas del autor real–. De la colección Neue Lauten Stücke (1724) se interpretó la Suite en La Mayor –que abría aquel registro–, con seis danzas de gran belleza y un estilo muy particular. Para finalizar el recital se interpretó la maravillosa Chaconne en La mayor de David Kellner (1670-1748), extraída de la colección Auserlesene Lauten-Stücke (1747), otro autor del que se sabe muy poco y del que también se duda en cuanto a la autoría de las piezas. De cualquier modo, esta Chaconne es uno de las piezas más fascinantes, hermosas y descomunales que se hayan escrito para el instrumento a lo largo de su historia –recomendamos la audición del registro discográfico en Glossa de 2011–.
Hay que agradecer a Moreno todo el trabajo realizado a lo largo de los años por acercar al público todos estos repertorios tan fascinantes, que de otro modo dormirían todavía el mal llamado «sueño de los justos». La música francesa y centroeuropea para laúd de los siglos XVII le debe mucho a Moreno. No obstante, debemos lamentar el rendimiento por debajo de lo esperado en el presente recital. Se trata de una música realmente compleja, en la que cualquier mínimo error supone un disturbio auditivo realmente considerable. Moreno estuvo dubitativo, con un sonido cuidado, pero con notable «suciedad» en las líneas, y esto afectó al resultado final del recital. Es Moreno un hombre tranquilo, realmente entregado a lo que hace, que gusta de tratar muy de cerca al público. Así es que fueron numerosas las explicaciones realizadas sobre los autores, el repertorio, e incluso hubo momentos para la defensa de este patrimonio de manera realmente vehemente, frente a una sociedad que vive al minuto y a unas discográficas que parecen empezar a no interesarse tanto por estos autores como en los tiempos de bonanza. Moreno sobrepasó en cuarenta minutos el tiempo establecido de su concierto, merced a estas largas charlas y a una serie de tres obras extra que ofreció como regalo a los presentes, pertenecientes a Ennemond y Denis Gaultier, donde destacaron esos fascinantes Prélude non mesuré, un género muy particular de los laudistas franceses de este momento, en el que no hay indicación de barras de compás ni medida, por lo que la escritura es realmente libre y va un tanto hacia la deriva.
Sin duda un evento que prometía mucho, porque no es habitual poder disfrutar de este tipo de repertorios a solo de cuerda pulsada, y porque como decimos, Moreno es sin duda uno de los mejores exponentes a nivel mundial en ellos, pero quizá la falta de un mayor número de conciertos y una actividad concertística más regular y exigente hubieran ofrecido a un intérprete en mejores circunstancias. Una velada para disfrutar, pero que nos dejó con la miel en los labios. Siempre nos quedan sus exquisitas grabaciones.
Fotografía: CNDM.
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