Por Nuria Blanco Álvarez
Madrid 18-11-2016. Teatro de la Zarzuela. Una noche de zarzuela. Ainhoa Arteta, José Bros, Carlos Chausson, Ana Ibarra y Lucero Tena. Director musical: Jesús López Cobos. Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela). Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Director: Antonio Fauró).
Veladas como esta hacen que uno se reconforte verdaderamente al asistir a un espectáculo musical. Un elenco de lujo para una gala lírica en la que, a pesar de lo manido del repertorio elegido, el resultado final fue espléndido. Jesús López Cobos, como el maestro que es, supo sacar todo el potencial a la Orquesta de la Comunidad de Madrid, que acompañó siempre con precisión, naturalidad y comodidad para los cantantes y dejó ver sus cualidades en los preludios de El tambor de Granaderos y El bateo. Al igual que el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, que dio muestras de su buen hacer, si bien en algún momento dio la impresión de cantar demasiado bajo, quizás para respetar el trabajo de los solistas.
Ainhoa Arteta mostró una vez más que es una artista con mayúsculas, tanto en el terreno puramente vocal, como en su saber estar sobre el escenario. Una imagen sofisticada y muy cuidada, a la que ya nos tiene acostumbrados, haciendo de la estética, por qué no, un aliciente más en su espectáculo. Este aspecto podría ser puramente banal si no fuera porque le acompaña una espléndida voz, que sin duda se encuentra en plenitud. Arteta es una artista carismática y lo sabe. Su desparpajo en la interpretación de Como nací en la calle de la Paloma y su poderío vocal en No corté más que una rosa no hacen más que confirmar este hecho, por no hablar de sus dúos con José Bros, en los que su compenetración era evidente, si bien el segundo de ellos, Yo te diré al oído con el que se cerró la segunda parte, parecía fuera de contexto en relación al resto de piezas elegidas. Nos encantaría oírla interpretar romanzas menos transitadas como La carta de la zarzuela Gigantes y cabezudos, una pieza con la que sin duda podría desplegar todas sus cualidades canoras.
José Bros puso de manifiesto el magnífico momento vocal que atraviesa. Una voz plena, segura, potente y rica en armónicos que entraba en resonancia con los tímpanos de los asistentes. Una belleza su interpretación de la romanza de La tabernera del puerto, donde hizo gala de sus consistentes agudos, así como en la pieza Bella enamorada, que a pesar de su popularidad, supo dotar de interés.
El contrapunto lírico estuvo a cargo de Carlos Chausson encargado de las partes cómicas del recital. Muy acertado escénicamente al caracterizar a los distintos personajes de sus piezas, Caballero de gracia me llaman y Una morena y una rubia. A pesar de su gran voz nos llamó la atención que tuviera que cantar con partitura en todas sus intervenciones, más aun si hablamos de canciones tan conocidas como las que interpretó, que cualquier aficionado conoce de memoria. No obstante la calidad de sus intervenciones es evidente, además de su vis cómica, que no por conocida deja de sorprender, como en Tened piedad, señor, donde interpretó a tres personajes distintos.
A pesar de contar con una voz muy interesante, Ana Ibarra resultó muy estática en el escenario, sin dotar de vida a los personajes que interpretó, más aún si la comparamos con el resto de sus compañeros. El famoso Tango de la Menegilda daba de sí para buscar la complicidad del público, pero no lo consiguió. Resulta curiosa además su peculiar forma de emitir el sonido, que si bien es cierto que no afecta a la calidad del mismo, sorprende el prácticamente inexistente movimiento bucal a la hora de pronunciar las distintas sílabas, a las que siempre ofrece la posición de “o”.
Fue a la hora de las propinas cuando pudimos escuchar juntos al cuarteto protagonista en sendas obras de El barberillo de Lavapiés donde pudo apreciarse el magnífico empaste entre ellos, dando muestras de su gran capacidad artística al priorizar el resultado de conjunto en lugar de hacer alarde individual de sus evidentes facultades.
La estrella de la noche fue precisamente un lucero, la veterana María de la Luz Tena, conocida artísticamente como Lucero Tena, que con su asombroso manejo de las castañuelas levantó al público de sus butacas. Bordó cada una de sus intervenciones con una exactitud rítmica impecable dotándolas además de una riqueza tímbrica y de matices impensable a priori en un instrumento de estas características.
Tres de estos extraordinarios artistas, José Bros, Carlos Chausson y Ainhoa Arteta fueron galardonados en distintas ediciones de los Premios Líricos Teatro Campoamor, una referencia en el panorama nacional que dotaban a la capital asturiana del privilegio de contar en una misma velada con la presencia de grandes artistas que regalaban a la audiencia una de sus interpretaciones. Dadas las nuevas circunstancias políticas de la ciudad, cuyo ayuntamiento acaba de abolir los premios, se privará a los asturianos y visitantes de un evento único en el que poder disfrutar de artistas como estos.
Fotografía: Javier del Real/Teatro de la Zarzuela
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