Por Roberto Relova Quinteiro
Vigo. Teatro Afundación Abanca. 10/11/2016. Temporada Sociedad Filarmónica de Vigo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director musical: Dima Slobodeniouk. Solista: Diego Zecharies, contrabajo. Obras de Dmitri Shostakóvich, Eduard Tubin, Peteris Vasks, Zoltan Kodaly
Espero que el público gallego sea consciente de que los conciertos de la Sinfónica y la Real Filarmonía suponen una ventana abierta hacia la modernidad explorando las miradas al repertorio tradicional y las obras que se proyectan desde un siglo extremo en complejidades, me refiero al siglo XX, objeto del deseo de investigadores, musicólogos, intérpretes y compositores que buscan su propia identidad en el universo sonoro. Bajo la dirección de Dima Slobodeniouk la Orquesta Sinfónica de Galicia voló muy alto, tanto que los propios músicos elevaron la categoría y la temperatura de un programa estremecedor y rico en contrastes. El pasado jueves día 10 de noviembre en el Teatro Afundación las verdaderas estrellas fueron sus músicos, los de la Orquesta Sinfónica de Galicia.
Para sorpresas, como no, Dmitri Shostakóvich. La suite de su ballet La edad de oro (1930) en la que irónicamente narra la historia de unos jóvenes futbolistas soviéticos que se enfrentan a un equipo fascista. La obra responde, musicalmente, a los ideales del compositor y ello se observa en la propia plantilla orquestal en la seduce por la interpretación viva, dinámica y extremadamente decadente. En el catálogo sinfónico, y en general en toda la obra de Shostakóvich planean las difíciles relaciones con el poder político de la Unión Soviética, la investigación de Robert Morgan apunta esta complicada situación del compositor y la censura que se ejercía desde el gobierno y que perjudicó notablemente su actividad musical: “Shostakovich, a menudo discrepaba con las autoridades de su país acerca del tipo de música más conveniente para llevar a cabo la misión soviética. Por este motivo, vivió bajo la constante amenaza de la censura política”. Slobodeniouk ofreció una lectura arrolladora en la que volcó todas las posibilidades tímbricas y rítmicas de la partitura, brillante todo el conjunto orquestal y memorables las intervenciones del viento metal y madera.
El virtuosismo del contrabajista Diego Zecharies nos hizo experimentar con el Concierto para contrabajo (1948) de Eduard Tubin un tiempo musical irreal y angustioso. Sonidos estremecedores y una brutal capacidad para expresar el absoluto dominio del poderoso contrabajo. De igual forma nos sorprendimos con el Quinteto para viento nº 2 (1981) de Peteris Vasks, de carácter sombrío y fúnebre los cinco miembros de la Sinfónica ejercieron de protagonistas en una intensa búsqueda del tejido sonoro a partir de las complejidades tímbricas. Las Danzas de Galanta (1933) del compositor Kodály cerraron una velada magistral llena de sonidos audaces y de extraña belleza en unas partituras que reflejan la imagen de un siglo convulso.
Foto: Facebook OSG
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