Por Nuria Blanco Álvarez
Teatro Campoamor. 27/VI/2016. XXIII Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo. “¡Cómo está Madriz!”. Dirección musical: José María Moreno. Dirección de escena: Miguel del Arco. Intérpretes: Paco León, María Rey-Joly, Luis Cansino, Amelia Font, Amparo Navarro.
Acaba de finalizar la Temporada de Zarzuela del Teatro Campoamor de Oviedo y antes de comentar la función de ¡Cómo está Madriz!, conviene hacer una reflexión sobre “cómo está la zarzuela” en los escenarios ovetenses. De los cuatro títulos que hemos podido ver durante esta temporada en el coliseo asturiano, tan sólo se ha puesto en escena una zarzuela propiamente dicha, El rey que rabió de Chapí, y no nos estamos refiriendo a que es la única que se ha interpretado de un modo convencional. Asistimos a la “terrible” recuperación de El terrible Pérez de Torregrosa y Valverde Sanjuán, una zarzuela sin ningún interés en sí misma que hubo de reforzarse con doce números extra que nada tenían que ver con la obra original; después nos encontramos con La marchenera de Moreno Torroba, otra zarzuela que apenas se había representado desde su estreno en 1928, y aunque esta vez sí pudimos escuchar todos los números musicales originales íntegros, aunque al no existir la partitura orquestal son obvias las carencias presentadas –como lo leen, se ha representado una obra en la que el director leía una versión de piano y voz-, y ni rastro de la parte hablada del libreto, siendo una interpretación en versión concierto con el añadido de dos actores que intentaban explicar un enrevesado argumento a medida que se sucedían los distintos números musicales; y por último, nos han ofrecido ¡Cómo está Madriz! de Miguel del Arco, con un inmenso despliegue de artistas en escena, pero que era un espectáculo inventado con la excusa de inspirarse en “La gran vía” de Chueca y Valverde para así poder introducirlo en la temporada de un Festival de zarzuela.
Por favor, no traten de encubrirlo asegurando de mano que es algo que los “puristas” no entenderán y que hay que actualizar el género. No se trata de ser anticuado ni obsoleto en las versiones de los espectáculos, bien al contrario, una revisión de una obra puede resultar muy interesante si se hace con criterio y buen gusto, pero no intenten hacernos comulgar con ruedas de molino. Pongamos el caso de la visión de Paco Mir sobre Los sobrinos del capitán Grant de Manuel Fernández Caballero; un ejemplo de genialidad escénica y reajuste de la obra (reducida a tres actos respecto a los cuatro originales de Ramos Carrión) que no ha hecho más que potenciar las virtudes de la original, eso sí que es un gran espectáculo y eso sí que es zarzuela.
Lo que vimos ayer en el Campoamor no. Si es que algún purista desea etiquetarlo, podríamos definirlo como un espectáculo de teatro musical en el que aparecen un nutrido número de piezas provenientes de cuatro zarzuelas distintas –además de otros momentos que pretenden buscar la complicidad del público haciendo sonar desde Star Wars a La marsellesa o el Himno de España, hasta amagos del rugido de El rey león y del Waka waka de Shakira- con un hilo argumental inspirado en La gran vía de Chueca y Valverde pero que se pierde al convertirlo en un panfleto político y una supuesta crítica social al momento en que se vive en España, denunciando la corrupción y caricaturizando a distintos personajes del panorama político nacional como Jordi Pujol, Luis Bárcenas, Mariano Rajoy y el omnipresente Pablo Iglesias, con unos pretendidos tintes intelectuales al incluir en escena a literatos como Valle-Inclán, Antonio Machado, Jacinto Benavente o Emilia Pardo Bazán y la reivindicación de loables derechos como el de la igualdad de la mujer y del colectivo LGBT enarbolados por la bandera arcoiris. Este tipo de teatro político no es nuevo para Miguel del Arco, el director de escena de esta obra, que ya ha explorado este terreno en alguna otra ocasión.
De seguir por este camino, no sólo se habrá terminado la temporada de este año, se está terminando con la zarzuela, uno de los patrimonios musicales españoles más importantes de todos los tiempos, que debería mimarse y cuidarse como sin duda se merece. ¿Se imaginan derribar una catedral manteniendo solamente la fachada y añadir en su interior guirnaldas de colores, un grupo de rock para animar el ambiente y que no se utilizara para el culto, es decir, para lo que se había construido? Sin duda quedaría muy original, y si lo hacen con gusto hasta hay quien lo vería chic, pero entonces ya no hablaríamos de una catedral ¿verdad? –y que conste que este ejemplo no viene a colación por las continuas menciones en la obra a la destrucción de iglesias ni por la felación de una prostituta a un obispo en medio de la escena ¿o sí?-. Pues esto mismo ocurre con la obra que nos ocupa, esto no ha sido un intento de modernizarla y adaptarla a los tiempos, esto ha sido otro tipo de espectáculo, que podrá haber gustado o no, haber estado bien o mal ejecutado, pero seamos serios, esto no es zarzuela. Se acerca más, si se quiere, a esas revistas políticas habituales en las postrimerías del siglo XIX ¡cuán moderna entonces esta visión! Por otro lado, ¿cuánto dinero se ha gastado en estas tres producciones de la temporada? 35 personajes en escena además del coro y del cuerpo de baile en esta última obra y levantar de la nada un espectáculo de la mencionada obra recuperada no es precisamente barato. Y esperen, que todavía se puede ir más allá en caso de materializarse la propuesta del concejal de cultura de la ciudad, que comentó hace unos meses la idea de buscar en la región libretistas para realizar una zarzuela con libreto político acorde con los ideales municipales.
Con estas premisas establecidas y abstrayéndonos de considerarla ni siquiera una pseudozarzuela, podemos ahora comentar el espectáculo ¡Cómo está Madriz!. A pesar de no contar con más elemento escénico que unas escaleras móviles y unos paneles donde se proyectaban algunas imágenes, resultó muy llamativa la puesta en escena gracias al bonito vestuario de Pedro Moreno, ingeniosa posticería y tocados y cuidada caracterización de personajes populares que enseguida podían identificarse -nos gustaría conocer el nombre de los responsables de peluquería y maquillaje para felicitarles por su labor, ya que no se les menciona en el programa de mano -. A pesar del interminable elenco, el absoluto protagonista de la velada fue el popular actor Paco León con una impecable actuación en la que además logró desembarazarse por completo de su acento andaluz para dar vida a un madrileño de pura cepa. No abusó de su vis cómica para meterse en el bolsillo a la audiencia, bastó con su magnífico trabajo en las tablas, donde además se le veía disfrutar de cada momento, especialmente en los números musicales en los que nunca participó vocalmente, pero donde se mostró siempre atento y participativo. La protagonista femenina fue la soprano María Rey-Joly, que escénicamente estuvo magnífica, tal y como nos tiene acostumbrados, -precisamente su papel en los mencionados Sobrinos del capitán Grant como Miss Ketty es antológica-, sin embargo no logra pulir la dificultad que conlleva el alternar lo hablado con lo cantado, sin poder lucir además sus cualidades canoras habida cuenta de la lentitud con la que el maestro José María Moreno llevó algunos números como el archiconocido Tango de la Menegilda donde además la orquesta no terminaba de encajarse con la voz. Sí supo adaptarse sin embargo a esta dificultad de tempo Amelia Font interpretando con más acierto el mismo tema en la versión de Doña Virtudes, que enseguida empatizó con el público. Luis Cansino estuvo muy acertado en todas sus intervenciones, como la del Caballero de Gracia. Fueron correctas las ejecuciones de Isabella Gaudí y Amparo Navarro y no podemos dejar de destacar las magníficas interpretaciones del electo de actores que participaron. Con tantísima gente en escena resulta inviable mencionar a todos los artistas, pero en general, estuvieron a un gran nivel, a pesar de que tanta masa sobre el escenario provocaba ciertos momentos de caos escénico y sensación de aglomeración sin control. El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo desarrolló un papel importante a lo largo de toda la obra, tanto por sus intervenciones vocales como escénicas, con ocho de sus integrantes además con pequeños papeles, que solventaron con decisión. De nuevo el tempo elegido por el maestro Moreno, en esta ocasión excesivamente rápido, dificultó la inteligibilidad del texto en el número inicial, donde las mujeres del coro se veían desbordadas ante la avalancha de notas de la orquesta. A pesar de las incidencias señaladas con los tempi, fruto de la versión del director y no de la orquesta, la Oviedo Filarmonía desempeñó con corrección su cometido.
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