"Emocionantísima interpretación de Carlos Kalmar al frente de una estupenda Orquesta Sinfónica de RTVE que rindió a gran nivel".
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 21-4-2016. Teatro Monumental. Temporada ORTVE. Sinfonía núm. 9 en re mayor (Gustav Mahler). Orquesta Sinfónica de RTVE. Director musical: Carlos Kalmar.
No sería exacto decir que la colosal Novena sinfonía constituye “una despedida”, ya sea de la vida, de la sinfonía o de la tonalidad, toda vez que Gustav Mahler dejó una décima totalmente esbozada y estructurada con un primer movimiento terminado y con extensos pasajes absolutamente tonales, a pesar de que el lenguaje del único movimiento terminado por el genial compositor se acerque muchas veces a la atonalidad.
Indudablemente, la muerte tan presente tanto en su vida como en su creación artística, lo está especialmente en esta Sinfonía que su autor no pudo ver interpretada en vida. La muerte de su hija, el alejamiento afectivo de su esposa Alma y su precario estado de salud explican que un obsesivo presentimiento de la muerte invada esta monumental composición. Eso sí, como es propio en Mahler, todo ello se contrasta con el amor a la vida que aparece constantemente como si el autor quisiera aferrarse a la misma con todas sus fuerzas.
Esos contrastes acusados, la exaltación de los mismos, del amor a la vida y el presentimiento de la muerte, estuvieron impecablemente reflejados en la emocionantísima interpretación de Carlos Kalmar al frente de una estupenda Orquesta de Radiotelevisión española que rindió a gran nivel.
Un público sobrecogido se mantuvo el silencio mientras el músico uruguayo bajaba muy lentamente los brazos al final del impresionante último movimiento. Aún pasados muchos minutos desde el fin del concierto, permanecía ese nudo en el estómago que a uno le deja esta música cuando es intepretada con este nivel de ejecución y de carga emotiva.
Carlos Kalmar, que pone fin esta temporada a su titularidad al frente de la la Orquesta Sinfónica de RTVE, no es un músico especialmente refinado o elegante, pero sí que fue capaz de elaborar clímax, exaltar los contrastes mahlerianos y, sobre todo, crear una atmósfera conmovedora, plena de emoción, exigiendo, además, el máximo de la orquesta, así como afrontar con coherencia y convicción una obra tan complicada. El primer movimiento adoleció de alguna irregularidad con algún climax orquestal un tanto brusco, pero tuvo un magnífico final con un primoroso diálogo entre la violinista concertino y unas maderas estupendas, brillantísimas durante todo el concierto. Magníficos los dos movimientos centrales, impecable el sentido danzable del segundo así como su sentido del ritmo. Trepidante, fabuloso, el tercero, con una exhibición de la cuerda, rotunda y empastada, expresando en ambos movimientos esa exaltación de la alegría vital. Ese Mahler visceral que te llega a las entrañas, a lo más hondo, del último movimiento resultó devastador en la interpretación de Kalmar y la ORTVE y nos dejó a todos estremecidos, turbados, totalmente emocionados.
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