Por Alejandro Martínez
Berlín. 04/09/2015. Philharmonie. Musikfest Berlín/Berliner Festspiele. A. Schönberg: Variationen. J. Adams: Absolute Jest. L. van Beethoven: Sinfonía No. 3 “Eroica”. San Francisco Symphony. St. Lawrence String Quartet. Dirección musical: Michael Tilson Thomas.
Quizá no por azar, las obras de Schönberg han tenido una frecuente presencia este año en numerosos programas de conciertos. Así sucedía de hecho con varias citas de esta edición del Musikfest berlinés. Las Variaciones orquestales, una suerte de codex del dodecafonismo, fueron un encargo desde Nueva York que Schoenberg acometió desde su exilio en California. Estamos ante una obra emblemática, que sin embargo no terminó de encontrar un completo acomodo en manos de Michael Tilson Thomas, el director titular de la Sinfónica de San Francisco desde 1995. Esta centenaria orquesta, fundada en 1911 por el compositor Henry Hadley, es una de las formaciones americanas con más solera, si bien al mismo tiempo es una de las que atesora un sonido más anónimo, un punto germano en lo que hace a la textura de sus cuerdas y metales, pero por lo general falto de una definición más aquilatada y personal de su sonoridad.
Tras la partitura de Schoenberg, el programa presentaba Absolute Jest de John Adams, que tiene su origen en un encargo del propio Tilson Thomas, que no en vano la estrenó en 2012 con esta misma orquesta. La obra, escrita para orquesta y cuarteto de cuerdas, tiene su origen en el Pulcinella de Stravinsky, según testimonia el propio Adams. A decir la verdad, la obra dejó un sabor agridulce en nuestros oídos. Y es que partiendo de un complejo y desigual balance entre el cuarteto de cuerdas y la orquesta sinfónica, la partitura se desarrolla apoyándose en el característico uso de la percusión y los metales que se reconoce en casi todos los trabajos de Adams, de forma singularísima en la ópera Doctor Atomic. La pieza expone momentos de franca espectacularidad, un punto virtuosos en la crispada escritura para el cuarteto, pero son instantes amalgamados al fin y al cabo en una estructura general un tanto repetitiva, que sin llegar a ser presuntuosa si se antoja algo pagada de sí misma.
La obra, en todo caso, guarda un doble parentesco, tanto con la anterior partitura de Schönberg como con la partitura que cerraba este concierto, la Sinfonía No. 3 “Heroica” de Beethoven. Y es que por “Absolute Jest” cabe entender una suerte de “hazaña o gesta absoluta”, en el mismo sentido en el que las Variaciones de Schönberg son un estudio virtuoso del código dodecafónico. Y al mismo tiempo, hay en toda la sonoridad de la obra de Adams un acento revolucionario que la aproxima al aliento que respira la partitura de Beethoven, en la que nos encontramos al mejor Tilson Thomas, al frente de una Sinfónica de San Francisco mucho más desenvuelta y convincente. Fue el suyo un Beethoven transparente, nítido en las cuerdas aunque un tanto convencional en el fraseo, demasiado centrado en las grandes estructuras, si bien capaz de crear y resolver tensiones con eficacia.
Fotos: Oliver Thail
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