Crítica: Thielemann dirige el "Réquiem" de Verdi en el Festival de Pascua de Salzburgo

DEMASIADAS ESTRELLAS PARA TAN POCO CIELO

Por Alejandro Martínez
Salzburgo. 03/04/2015. Osterfestspiele Salzburg. Verdi: Requiem. Liudmyla Monastyrska (soprano), Anita Rachvelishvili (mezzosoprano), Jonas Kaufmann (tenor), Ildar Abdrazakov (bajo).Staatskapelle Dresden. Coro de la Radio Bávara. Dirección musical: Christian Thielemann.

   Cuando se le hace justicia el Requiem de Verdi resulta mucho más desasosegante de lo que pudiera parecer. No es desde luego el retrato de un Dios clemente, apaciguador y cómplice, sino el discurso de una fe amarga y paradójica que atormenta y suplica. Se echa de menos algo de luz en ese descanso celestial tan contrariado que Verdi nos pinta. Y mucho más aún cuando se junta un panorama de estrellas tan rutilante como el que Thielemann y el Festival de Pascua de Salzburgo habían reunido para esta interpretación. Demasiadas estrellas para tan poco cielo.

   Jonas Kaufmann, el tenor de tenores hoy en día, brilló con un canto de insultante facilidad. Si bien en las primeras intervenciones abusó un tanto de esos sonidos en piano que le son tan propios, su Ingemisco, cincelado con una belleza, intensidad y control extraordinarios, tuvo la medida exacta, el acento justo y la ductilidad vocal deseada. Memorable. Lo mismo cabe decir de la gran soprano Liudmyla Monastyrska, una voz descomunal, sin duda la más imponente del cuarteto aquí reunido. Por momento, cuando sonaba en forte, llegaba a producir un cierto eco en la gran sala del Festspielhaus, dejando en evidencia incluso al potente sonido de orquesta y coro. Apabullante. Es no obstante, además, una intérprete muy lograda y medida, capaz de un canto nítido y matizado, con un control abrumador sobre el sonido en piano, que suena luminoso y penetrante. Técnicamente Monastyrska lo puede todo a día de hoy. Si acaso cabe reprocharle una acentuación todavía por elaborar en la página más exigente de su parte en el Requiem, el Liberame domine, en el que el derroche vocal se impuso un tanto sobre la variedad del acento, aunque no es menos cierto que la soprano dejó aquí algunos sonidos verdaderamente inolvidables.

   Completaban el cuarteto la interesante mezzosoprano de origen georgiano Anita Rachvelishvili, una voz al alza durante el último lustro, con un instrumento dotadísimo, oscuro y grande al tiempo que luminoso y con el punto justo de metal. Aunque precisa e intimista, Rachvelishvili se antojó por lo general un tanto hierática y distante en su expresión. Y a decir verdad su instrumento no contrastaba lo suficiente, por color, con el de Monastyrska, como quedó patente en el Agnus Dei que entonan al unísono. Ildar Abdrazakov posee una de las voz de bajo cantante más apreciables del panorama actual, con un color noble y una acentuación franca y teatral. Su material, aunque algo mate pero hermoso, ha madurando de hecho durante los últimos años, ganando la suficiente proyección y presencia como para que podamos hablar, sin duda, de uno de los mejores bajos de la actualidad.

   Por último, Christian Thielemann, al frente de su excepcional Staatskapelle de Dresde y el extraordinario Coro de la Radio Bávara, buscó un sonido siempre fino y limpio, muy compacto y mimado, de impecable concertación y muy detallista, aunque con un fraseo levemente falto de hondura, como buscando un Requiem más amable, esperanzado y lírico que tremebundo. Se diría que Thielemann se siente más cómodo dando voz a un Dios que es compasión, comprensión, consolación en fin, como traduciendo su batuta una trascendencia sincera y sin aditamentos. Lo cierto es que se mostró, por lo general, igualmente logrado y consciente en los momentos de mayor intimismo como en aquellos de más medida grandilocuencia. Un gran Requiem, en suma, seguramente uno de los mejores que puedan escucharse hoy en día.

Fotos: (c) Matthias Creutziger