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Crítica: René Jacobs dirige 'La Creación' de Haydn en el Auditorio de Barcelona

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Autor: Jordi Maddaleno
26 de septiembre de 2015

UN GRAN FRESCO SONORO

Por Jordi Maddaleno
Barcelona 24/09/2015. L´Auditori. Haydn: Die Schöpfung. Sophie Karthäuser, Maximilian Schmitt, Johannes Weisser. Dirección musical: René Jacabos. B’Rock Orchestra. Collegium Vocale Gent.

   Y la luz se hizo presente en el inicio del Ciclo Música Antiga del Auditorio de Barcelona con la interpretación de Die Schöpfung (1798). Es cierto que por temas de clasificación histórica, se escapa por fecha de estreno y composición con la denominación de Música Antigua que se supone abarca hasta el 1750, según el convencionalismo musical establecido, pero los temas de nomenclaturas siempre son discutibles e interpretables. También es verdad que Haydn, impresionado por los grandes oratorios barrocos de Händel en su visita a Londres, quiso componer sus propias versiones y dejó dos obras maestras como fueron La Creación y Las Estaciones consolidando su madurez como compositor y añadiendo dos obras maestras del Clasicismo musical que brillan con luz propia en el repertorio universal. Sea como fuere esta obra requiere unos grandes intérpretes y tuvo en su gran protagonista, René Jacobs, la batuta que aseguró adecuación al estilo clásico, criterio historicista y calidad interpretativa. Afrontar una obra de tal envergadura y madurez no siempre es fácil, las expectativas siempre altas con este tipo de formaciones y batuta deben suponer una presión extra a los artistas, pero hay que reconocer que la calidad de músicos, cantantes y podio fueron de una prestación deslumbrante.

   El excontratenor y ahora director René Jacobs, ya enamoró a los melómanos de medio mundo con la grabación, en 2009, de este oratorio referencial del periodo de madurez de Haydn. Editado por Harmonia Mundi para la celebración del 200º aniversario de la muerte del compositor austríaco, desde su lanzamiento se ha considerado una referencia estilística de calidad indiscutida. En vivo las razones desarman por la evidencia desde las primeras notas de la formación, una fantástica B’Rock Orchestra, donde cuerdas, vientos, metales…todas las secciones suenan con nitidez, transparencia y una frescura, estimulada desde el podio, que hacen teatrales y llenas de vida las casi dos horas de música que se ofrecen. Jacobs se transforma en un intérprete más, desde el punto de vista de recreador musical, de demiurgo que dibuja un gran fresco sonoro lleno de contrastes y guiños a otras obras de la época que parecen asomarse entre la partitura. La palabra rutina no existe aquí, ese reproche que tanto aparece en algunos conciertos de gira, o de bolo como se conoce en el lenguaje teatral, aquí la música y su recreación, siempre sonó fresca, viva, llena de intención y atenta a los mil y un detalles de una partitura donde no sobra una nota. Momentos de contagiosa belleza idílica, por citar alguno, como en Stimmt an die Saiten, coro de celebración por el fin de la creación del día tercero, donde la expansiva música recuerda por momentos la lumínica alegría de los coros de Die Zauberflöte, o ese terceto con coro Die Himmel donde literalmente los ángeles Gabriel, Uriel y Rafael parecen ecos de Pamina, Tamino y Sarastro. Jacobs mantuvo siempre el ritmo, demostró madurez en el conocimiento de la obra e impuso un espíritu frugal, acorde al espejo catártico de una naturaleza que se crea por orden divino.

   Entre los muchos momentos inolvidables, cabe destacar ese pasaje gluckiano cual Orfeo frente a las furias del aria de Rafael Rollend in schäumenden, o la icónica estampa de los bueyes pastando en el aria de Rafael Nun scheint donde se prefigura una loa a la naturaleza que Beethoven reafirmará en su sexta sinfonía y que incluso, ya en un lejano siglo XX, Richard Strauss volverá a recoger en espíritu en su célebre Eine Alpensinfonie (1915). Los solistas no desmerecieron el nivel de excelencia con las voces de la soprano Sophie Karthäuser, cristalina y delicada, el tenor Maximilian Schmitt, dulce y matizado, y el barítono Johannes Weisser, cálido y contemplativo. Por encima de llamar la atención en sus arias a nivel individual, o en el inolvidable dúo de Adán y Eva, los tres solistas se plegaron con elegancia al concepto global de la obra, compartiendo el protagonismo con un coro excepcional. El Collegium Vocale Gent demostró su reconocida calidad con unas secciones impolutas, sopranos de sonido elegíaco, tenores y bajos homogéneos y precisos, proyección, belleza y estilo… el Aleluya final del coro Vollendet ist das grosse Werk o el Amen final fueron momentos de comunión musical que todos los afortunados presentes no olvidarán con facilidad. Fue una celebración musical donde panteísmo y hedonismo se hicieron uno. ¿Para cúando otra visita con Die Jahreszeiten?.

Foto: Josep Molina

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