Por Alejandro Martínez
Peralada. 01/08/2015. Festival Castell de Peralada. Verdi: Otello. Gregory Kunde (Otello), Eva-Maria Westbroek (Desdemona), Carlos Álvarez (Iago), Francisco Vas (Cassio), Vicenç Esteve (Roderigo), Miguel Ángel Zapater (Lodovico), Damián del Castillo (Montano), Mireia Pintó (Emilia). Dirección musical: Riccardo Frizza. Dirección de escena: Paco Azorín.
“Io non sono che un critico”, como dice Iago en el primer acto de este Otello verdiano, escenificado por Azorín en Peralada haciendo pie precisamente en la figura de este malévolo personaje. Pero no siendo más que un crítico también tengo mi corazoncito. Y les confieso que me emociono francamente cuando veo a dos hombres como Gregory Kunde y Carlos Álvarez entregándose como lo hicieron en esta representación. Ambos pelearon duramente en su día contra la enfermedad y en ambos casos, detrás de un gran solista, hay una gran persona. De esa entrega vital hay indudable reflejo en su entrega profesional y en ellos recayó gran parte del peso de esta afortunada representación. Veinticuatro años después de su última representación allí, el Festival Castell de Peralada hizo justicia al Otello de Verdi, y tal empeño no era nada fácil.
Sobre el fenómeno de Gregory Kunde poco más cabe añadir que no hayamos dicho ya antes. Con esta función completaba la gesta de interpretar en el lapso de menos de diez días a los dos Otellos, el de Rossini en la Scala y el de Verdi en Peralada. Sorprende sobremanera lo bien que encajan los medios vocales de Kunde al moro verdiano, sobre todo brillante en su resolución de la faceta más spinto de este papel, que resuelve con una facilidad inusitada. Asimismo, el detalle a la hora de atender al texto y la precisión musical con que desgrana la partitura nos remiten, sin duda alguna, a un Otello muy concreto del pasado, el que firmase el recién desaparecido Jon Vickers, con el que la interpretación de Kunde guarda una grata proximidad. Kunde, a quien con su permiso vamos tener que llamar de ahora en adelante "the crazy tenor", tiene por delante una agenda de nuevo imposible, con Trovatore en Coruña, Devereux en Madrid, de nuevo el Otello de Verdi en Sevilla, más Devereux en Bilbao, una vez más el Otello de Rossini en concierto en Barcelona, su debut con Samson en Valencia, donde también cantará Idomeneo, su debut con el Des Grieux pucciniano, un Requiem de Verdi en Bilbao y su debut, a estas alturas, en el Covent Garden de Londres como Manrico. De modo que larga vida a Kunde, a su talento y a su entrega, porque ni él ni nosotros nos podíamos esperar el revival que está protagonizando.
El Iago de Carlos Álvarez fue simple y llanamente perfecto. Con una musicalidad intachable y con una desenvoltura escénica de primera, Álvarez volvió a sonar como en sus mejores tiempos, seguro y firme, dueño de un material timbrado y singular. Es un actor consumado y buena parte de la representación pivota de hecho sobre su fabulosa actuación sobre las tablas, sin dejar una palabra o un gesto al azar, milimetrado en su expresividad. Carlos Álvarez ponía así el broche a una temporada en la que ha confirmado su plena recuperación, habiendo acumulado además cuatro nuevos debuts a sus espaldas con Falstaff en Málaga, Scarpia en Génova, Guillaume Tell en Bolonia y el Sumo Sacerdote de Samson y Dalila en Oviedo. Álvarez abrirá la próxima temporada de la Scala de Milán con el Giacomo de la Giovanna d´Arco de Verdi bajo la batuta de Riccardo Chailly y junto a Anna Netrebko y Francesco Meli.
Eva-Maria Westbroek fue una muy meritoria Desdemona, en su debut con el papel. Fue en todo caso de menos a más, entregándose singularmente en su gran escena del último acto, recreada con un lirismo de muy buena factura. Lo cierto es que la voz no está en buena forma y suena agria y algo ajada, incluso temblorosa por momentos, como si acumulase más años y más fatiga de la debida. Nos quedamos en todo caso con su entrega y su musicalidad. Respecto al resto del reparto, el tenor zaragozano Francisco Vas fue un Cassio ejemplar. Debutaba también con esta parte y es un gusto escuchar a un músico tan solvente haciendo justicia a una parte a veces ninguneada en manos de tenores de poco fuste. El cartel se completaba con un ejemplar equipo de comprimarios, con Vicenç Esteve como Roderigo, Miguel Ángel Zapater como Lodovico, Damián del Castillo como Montano y Mireia Pintó como Emilia.
En el foso Riccardo Frizza firmó una muy estimable y detallada dirección, distinguiendo planos, buscando tensiones y espoleando sobre todo a un orquesta, la titular del Liceo, que sonó mejor de lo esperado aunque con los consabidos deslices en el metal, que son ya marca de la casa. El coro del Liceo, reforzado por Intermezzo, respondió con gran solvencia, redondeando una versión musical de muchos quilates. Por otro lado, con este Otello el director de escena Paco Azorín firma la más inteligente y afortunada de sus incursiones operísticas hasta la fecha, con un eje que toma a Iago como el director propiamente dicho de toda la representación, haciendo de él un deus ex machina, el manipulador que provoca el fatal desenlace de Otello y Desdemona. Partiendo de una sencilla escenografía, apenas unos funcionales módulos que ejercen de escaleras y generan espacios levemente distintos para cada escena, Azorín edifica su trabajo sobre todo sobre una detallada dirección de actores, recurriendo con fortuna a unos pocos figurantes a modo de ayudantes de Iago y apoyado en unas afortunadas proyecciones (Pedro Chamizo) que, como si fuesen los planos de la urdimbre que Iago va tejiendo, nos dan cuenta de las tensiones y conflictos entre los personajes. Azorín consigue hacer mucho con poco, y este Otello tiene todas las virtudes de las que adolecía su Tosca estrenada en el Liceo. Un trabajo impecable en figurinismo (Ana Garay) e iluminación (Albert Faura) remata una función de las que dejan muy buen sabor de boca, con la sensación de un trabajo en equipo logrado y digno de elogio. Este Otello es una coproducción con el con el Festival de Ópera de Macerata y no descartamos que pueda verse también en algún momento en el Liceo o en algún otro teatro español. Veremos qué sorpresa nos depara Oriol Aguilà, director artístico del Festival Castell de Peralada, para su próxima edición en el verano de 2016 cuando celebren su treinta aniversario.
Fotos: Miquel González / Shooting
Compartir
Sólo los usuarios registrados pueden insertar comentarios. Identifíquese.