Por Alejandro Martínez
Valencia. 10/05/2015. Palau de Les Arts Reina Sofia. Verdi: Nabucco. Devid Cecconi /Nabucco), Anna Pirozzi (Abigaille), Serguéi Artamonov (Zaccaria), Varduhi Abrahamyan (Fenena), Brian Jadge (Ismaele), Shi Zong (Gran sacerdote), David Fruci (Abdallo), Hyekyung Choi (Anna). Dirección musical. Nicola Luisotti. Dirección de escena: Yannis Kokkos.
La sombra de Helga Schmidt es todavía muy alargada en el Palau de Les Arts. No sólo la presente temporada que se cierra con este Nabucco, amen del Narciso de Scarlatti previsto a finales de mayo, sino asimismo la temporada 15/16 que se presentará en breves cuentan con su indudable cuño, aunando la presencia unos cuantos nombres de primera fila en el panorama vocal junto a solistas de menos renombre pero con fuste y méritos para convencer. Davide Livermore es desde luego una persona de su entera confianza y un garante de la continuidad, en este sentido mencionado, por cuanto hace a la propuesta artística del Palau de Les Arts. El presente Nabucco es un buen ejemplo de lo que el Palau de Les Arts ha sido con Helga Schmidt y de lo que presumiblemente seguirá siendo con Livermore.
El barítono Leo Nucci venía de cancelar ya previamente su recital en Ferrol y había cantado a medio gas, arrastrando una bronquitis, sus funciones como Giorgio Germont en La Traviata en el Teatro Real. Quizá sea mucho decir que se veía venir una cancelación como la que finalmente se produjo, pero desde luego era una hipótesis más que plausible y que muchos veníamos barajando desde días antes. Así las cosas, no se produjo pues su debut en el Palau de Les Arts y nos quedamos con ganas de comprobar los últimos coletazos de ese estilo demagógico y populista que ha marcado siempre el canto de Nucci, hecho más de hachazos de que de pinceladas. En recambio del susodicho, saltó casi sin previo aviso uno de esos nombres que Helga tenía en agenda para estas ocasiones, el barítono florentino Devid Cecconi, bregado en teatros italianos (Trieste, Modena, Palermo) y alemanes (Leipzig, Wiesbaden) de una segunda aunque digna y honrosa división. Nos encontramos con una voz un tanto tosca y falta de quilates, en manos de un cantante con indudable oficio, que dominó la parte con soltura y que se fue encontrando cada vez más cómodo conforme avanzó la representación. Sólo cabe pues valorar como meritoria su labor, sacando adelante el compromiso sin demasiadas luces pero sin apenas sombras.
Anna Pirozzi es una Abigaille modélica, con pegada en las notas altas, con un instrumento firme y domeñado casi a placer. Aunque el material no es tan exuberante como el de su colega Monastyrska, la otra gran Abigaille de la actualidad, Pirozzi se muestra por lo general más esmerada en acentos y más teatral, en suma, que aquella. Su Abigaille es una referencia incuestionable a día de hoy. El joven bajo Serguéi Artamonov, a quien ya escuchásemos como Oroveso en la pasada Norma de Les Arts, nos dejó un sabor agridulce: el material es bueno, aunque lastrado por esa emisión tan típicamente rusa y queda en manos de una técnica algo rudimentaria, sonando algo mate y falto de empaque. Completaba el reparto un solvente equipo de cantantes. Por un lado el joven tenor Brian Jadge, haciendo gala de un instrumento grande, timbrado y con pegada aunque administrado de forma todavía ruda y un tanto envarada. La mezzo Varduhi Abrahamyan era en esta ocasión la solista al cargo de la parte de Fenena, dejando una impresión menos redonda que en su pasada Adalgisa junto a la Norma de Mariella Devia.
Aunque un tanto exhibicionista en su concepto, Nicola Luisotti dispuso una dirección musical contundente y electrizante, sacando todo el partido esperado de una orquesta y un coro que se mostraron en una forma envidiable, confirmando que siguen siendo por méritos propios los mejores cuerpos estables del país. La producción de Yannis Kokkos, procedente de la Bayerische Staatsoper de Múnich, no añade gran cosa más allá de un planteamiento visualmente funcional y levemente atractivo. No termina de quedar claro hasta qué punto y para qué actualiza la trama, a tenor del vestuario que vemos en escena. Tampoco encaja en ningún discurso esa alusión al Holocausto con el “Va, pensiero” interpretado por el coro tras una reja de inconfundible alusión al cautiverio judío bajo el nazismo.
Fotos: Tato Baeza
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