Por Alejandro Martínez
Viena. 18/04/2015. Wiener Staatsoper. Rossini: L´italiana in Algeri. Anna Bonitatibus (Isabella), Juan Diego Flórez (Lindoro), Ildar Abdrazakov (Mustafá), Aida Garifullina (Elvira), Paolo Rumetz (Taddeo), Rachel Frankel (Zulma), Mihail Dogotari (Haly). Dirección musical: Jesús López Cobos. Dirección de escena: Jean-Pierre Ponnelle.
En contra de la norma habitual, no siempre el anuncio de una cancelación lleva aparejada una decepción. Y es que reemplazo del inicialmente anunciado Javier Camarena, contamos con un recambio de lujo en la voz de Juan Diego Flórez que retomaba así la parte de Lindoro, un papel que tantas glorias le dio en sus inicios y que de hecho hacía aproximadamente una década que no interpretaba. Lo cierto con Flórez es que ya partimos de la excelencia y ha llegado un punto en el que no es fácil que nos vuelva a sorprender. Se muestra además menos cómodo y resuelto con este repertorio (cauteloso en demasía en el “Languir per una bella”), quizá porque sus afinidades e intereses caminan ya por otros derroteros. Fue, que no quepa la menor duda, un Lindoro ideal e intachable, pero ha perdido esa espectacularidad de antaño, quizá no por sus medios sino porque nuestros oídos ya están demasiado acostumbrados a su arte. Anna Bonitatibus era esta vez Isabella, en una producción que tantas veces protagonizase Anges Baltsa. Aunque anunció cantar a pesar de una indisposición, tosiendo de hecho en un par de ocasiones, encontramos francamente estimable su trabajo. La voz es corta de caudal y justa de proyección, pero el dominio del estilo es impecable y su resolución de la partitura no admite la más mínima queja.
Pero sin duda el verdadero protagonista de la noche fue el bajo Ildar Abdrazakov en la parte de Mustafá. Podemos hablar de un verdadero showman, habida cuenta del derroche de canto y comicidad que ofreció en esta Italiana. Si me apuran diría que él lo pasó, si cabe, mejor aún que los espectadores, llegando a ser un punto histriónico por momentos. Su dúo con Juan Diego Flórez fue francamente memorable. Sorprende, en todo caso, y al margen de su desenvoltura escénica, encontrar a Abdrazakov tan resuelto con el sillabato y con los recursos del canto ágil rossiniano, cuando en su agenda predominan más bien las partes dramáticas. Habida cuenta de su versatilidad y su estado de forma, estamos sin duda ante uno de los mejores y más completos bajos de la actualidad. Aida Garifullina, aquí en la parte de Elvira, es algo más que un hermoso jilguero. El material, de ligera, tiene un brillo indudable y se deja oír con suficiencia en la gran sala de Staatsoper. Quizá su insistente presencia en la agenda de este teatro no sea pues casualidad. Cumplidora Rachel Franke en la pequeña parte de Zulma y muy floja labor vocal de Paolo Rumetz como Taddeo y Mihail Dogotari como Haly, especialmente este último incapaz de resolver con brillo e ironía esa página que Rossini le brinda con “Le femmine d´Italia”.
La producción de Jean-Pierre Ponnelle es un clásico por méritos propios. Su monumental y vistosa escenografía está apuntalada por una dirección de actores llena de guiños, siendo en cierto modo precursora del trabajo que hemos encontrado más tarde en Laurent Pelly con La hija del regimiento, dignificando por la vía escénica una música y un libreto que tampoco son la quintaesencia de la ópera cómica italiana. El maestro español Jesús López Cobos expuso un Rossini demasiado serio y rígido, un tanto insípido, falto por lo general de frescura, brío y ligereza, de una corrección demasiado tibia y aseada para lo que una partitura tan cómica como esta reclama.
Fotos: Michael Pöhn
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