Por Alejandro Martínez
Múnich. 06/03/2015. Bayerische Staatsoper. Wagner: Die Walküre. Christopher Ventris (Siegmund), Anja Kampe (Sieglinde), Thomas J. Mayer (Wotan), Günther Groissböck (Hunding), Evelyn Herlitzius (Brünnhilde), Elisabeth Kulman (Fricka), Susan Foster (Helmwige), Karen Foster (Gerhilde), Golda Schultz (Ortlinde), Heike Grötzinger (Waltraute), Okka von der Damerau (Grimgerde), Roswitha C. Müller (Siegrune), Alexandra Petersamer (Rossweisse), Nadine Weissmann (Schwertleite). Dirección musical: Kirill Petrenko. Dirección de escena: Andreas Kriegenburg
En la propuesta de Kriegenburg entendemos que Die Walküre representa más un momento transitorio que una pieza fundamental. Y es que no terminan de funcionar ni el primer acto, en el que los figurantes incordian un tanto la soledad inquietante y pura del encuentro y descubrimiento entre Siegmund y Sieglinde, ni los dos siguientes, el segundo por la ausencia general de dramaturgia, con un escenario casi anónimo, y el tercero por resultar convencional y un tanto decepcionante. Quizá lo más relevante sea en este caso lo que sucede en torno a la consabida cabalgata de las walkirias. Y es que antes del inicio mismo de la música, se representa una extensa e insistente coreografía de un nutrido grupo de figurantes femeninas, que como si fuesen los caballos que llevan a las walkirias, recorren una y otra vez el escenario haciendo sonar sus pasos de forma rítmica y acompasada. Evidentemente es una provocación meditada y pretendida, y lo cierto es que funciona como un resorte porque conforme se alargaban los minutos de la performance, el público comenzó a manifestarse a favor y en contra sin miramientos.
Quizá sea Die Walküre la jornada de la Tetralogia en al que Petrenko se deja llevar más por la sensualidad y el romanticismo, con un fraseo aquí más amplio y poroso, no tan ceñido y conciso. Destaca en todo caso su sobresaliente capacidad para trabajar con los cantantes, en una comunicación fluida y siempre teatral, sin necesidad de ademanes superfluos. Su acompañamiento a Wotan durante la última escena fue verdaderamente primoroso. Seguramente esa contenida y concisa espectacularidad, tan particular y propia de Petrenko, brille más en esta jornada que en ninguna de las demás, pues a Die Walküre se ajusta francametne bien ese tono más electrizante que ampuloso.
En reemplazo del inicialmente previsto Stuart Skelton, Christopher Ventris fue un Siegmund ardoroso y valiente, con igual dosis de lirismo e ímpetu. Cuando tiene un buen día, como fue el caso, cuaja una encarnación muy notable del personaje. Si el timbre tuviese más quilates y si fuese un intérprete más refinado, carismático y regular, estaríamos ante un gran solista y no sólo ante un loable profesional. Anja Kampe volvía a ofrecer su incombustible Sieglinde, entregada y voluntariosa, muy desenvuelta en escena, ciertamente compenetrada con Ventris. Es admirable que Kampe se entregue tanto y tan a menudo sin que ello le pase excesiva factura. Veremos cuán bien o malparada sale su voz de la próxima Isolda en Bayreuth bajo la batuta de Thielemann.
Thomas J. Mayer, a quien ya viéramos como Wotan en Valencia el año pasado, es un Wotan honesto y sólido, entregado y valiente, si bien todavía no alcanza la cualidad de sobresaliente, algo falto de hondura en el segundo acto y en suma más llevado por su perseverancia que por su solemnidad. Evelyn Herlitzius era esta vez Brünnhilde, y aunque se mostró algo agria y destemplada en el extremo agudo, brilló por una entrega dramática de primera división. Nos gustó mucho Günther Groissböck como Hunding, no sólo por su fiero retrato en escena, sino también por la sobriedad y concisión de su canto, cada vez más nítido y acabado. Sólo cabe repetir el elogio ya apuntado en Das Rheingold en torno a la Fricka de Elisabeth Kulman, aquí deliciosamente seductora y pérfida. Muy notable por último el extenso equipo de walkirias compuesto con solistas habituales de la casa (Susan Foster, Karen Foster, Golda Schultz, Heike Grötzinger, Okka von der Damerau, Roswitha C. Müller, Alexandra Petersamer y Nadine Weissmann).
Fotos: Wilfried Hösl
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