Por Alejandro Martínez
Salzburgo. 05/04/2015. Osterfestspiele. Tchaikovsky: Concierto para piano. Shostakovich: Sinfonía no. 10. Arcadi Volodos (piano). Staatskapelle Dresden. Dirección musical: Daniele Gatti.
Visiblemente satisfechos del trabajo bajo su batuta y francamente admirados con el devenir del concierto, así se mostraron respectivamente orquesta y público al termino del concierto que Daniele Gatti dirigió en el transcurso del Festival de Pascua de Salzburgo, con obras de Tchaikovsky y Shostakovich, con la Staatskapelle de Dresde y el pianista Arcadi Volodos. La gran sorpresa de la noche fue una monumental Sinfonía no.10 de Shostakovich, que Gatti defendió con ahínco, con verdadera entrega y con un convencimiento férreo, buscando no ya subrayar una multitud de matices sino sobre todo desvelar el alma desgarrada y la hondura que aguardan en esta genial partitura, que por cierto el mismísimo Karajan, precisamente con la Staatskapelle de Dresde, interpretó también en Salzburgo en el agosto de 1976, un año después de morir Shostakovich.
Esta sinfonía, con tantos detalles y guiños (el motivo con el acrónimo de las iniciales del compositor, la "llamada del mono" de Mahler, etc.), fue en su tiempo toda una declaración de intenciones de Shostakovich, a la muerte de Stalin y tras haberse visto condenado el compositor por los decretos de la doctrina Zhdanov. La obra es pues, a su manera, una exaltación de la libertad, sobre todo creativa aunque también en un sentido más general y absoluto, buscando Shostakovich sobreponer su derecho a expresarse por encima de cualquier régimen y cualquier ideología. Por lo que hace a esta interpretación propiamente dicha, aunque nunca ha sido santo de nuestra devoción, lo cierto es que Gatti, con conciertos como este, de una tensión admirable, demuestra encontrarse en el momento de máxima madurez de su trayectoria, capaz de enfrentarse a un repertorio amplio y dispar con plenas garantías. A la vista de su trabajo quizá sea un acierto su elección como director titular para la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam.
Por su lado, Volodos presentó un enfoque excesivamente vehemente y crispado en torno al concierto para piano No. 1 de Tchaikovsky, planteado con una fuerza e ímpetu excesivas en el primer movimiento, hasta el punto de sonar rudo y tosco por momentos, como buscando una espectacularidad superficial, llevado por la máxima de que cuanto más rápido y más fuerte, mejor. Lo cierto es que Volodos aportó dosis altas de virtuosisimo, sobre todo en el segundo movimiento, mucho más medido e intimista, con un sonido delicado pero firme. Podríamos hablar de una brillante crispación, si acaso, no exenta de excesos, un tanto extravagante y rebuscado algunas veces, aunque no menos espectacular en otros instantes. Encontramos mejorable su comunicación con Gatti, que buscaba un sonido mucho más detallista y mimado en las dinámicas, lejos de la virulencia y agitación que Volodos impulsaba. Nos quedamos en todo caso con ese torbellino que fue Volodos, tan excesivo como genial, abundando en la misma exaltación de la libertad creativa que antes habíamos subrayado en torno a la sinfonía de Shostakovich.
Fotos: (c) Matthias Creutziger
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